
COSAS DE DE LA BIEN CERCADA
La niebla, vaho de Dios, sobre Zamora
Eugenio-Jesús de Ávila
La niebla se enamoró de Zamora ha tiempo. Le encanta acariciar al Duero con sus húmedas manos para después amamantarse de piedra en la cúpula de la Catedral. En esta ciudad, la niebla es vaho de Dios. Y el río, alma de nieve y esqueleto de lluvia.
El zamorano esconde su miseria económica entre la niebla. Nos da vergüenza que el sol observe esta decadencia, generada por la cobardía y la apatía. Ya solo nos queda la niebla para huir de la verdad. Quizá un día, cuando nos rebelemos contra los caciques y sus hijos políticos, nuestra niebla alcanzará a categoría de nube, su aristocracia, para llover progreso y futuro sobre nuestra seca tierra.
Advierto que hay dos tipos de niebla en Zamora: la que ha cubierto la ciudad después del día de la Natividad, este 26 de diciembre, y la otra, la que muchas personas llevan por dentro, esa niebla que les impide amar a su tierra, que provoca su conformismo ante el actual estado de las cosas, la que esconde su mediocridad entre las nubes de su apatía.
Querría ser niebla, amor, para que me respiraras, para que me calentaras en tus bronquios, para besar tus senos desde dentro. Detesto esconderme detrás de la niebla, porque yo la quiero a ella con toda la humedad de mi boca, con toda la densidad de mi espesa alma, como si fuera carne de agua, cencellada de huesos, escarcha de besos.
La niebla, que no es otra cosa que vaho de Dios, sobre la Zamora eterna..
Eugenio-Jesús de Ávila
La niebla se enamoró de Zamora ha tiempo. Le encanta acariciar al Duero con sus húmedas manos para después amamantarse de piedra en la cúpula de la Catedral. En esta ciudad, la niebla es vaho de Dios. Y el río, alma de nieve y esqueleto de lluvia.
El zamorano esconde su miseria económica entre la niebla. Nos da vergüenza que el sol observe esta decadencia, generada por la cobardía y la apatía. Ya solo nos queda la niebla para huir de la verdad. Quizá un día, cuando nos rebelemos contra los caciques y sus hijos políticos, nuestra niebla alcanzará a categoría de nube, su aristocracia, para llover progreso y futuro sobre nuestra seca tierra.
Advierto que hay dos tipos de niebla en Zamora: la que ha cubierto la ciudad después del día de la Natividad, este 26 de diciembre, y la otra, la que muchas personas llevan por dentro, esa niebla que les impide amar a su tierra, que provoca su conformismo ante el actual estado de las cosas, la que esconde su mediocridad entre las nubes de su apatía.
Querría ser niebla, amor, para que me respiraras, para que me calentaras en tus bronquios, para besar tus senos desde dentro. Detesto esconderme detrás de la niebla, porque yo la quiero a ella con toda la humedad de mi boca, con toda la densidad de mi espesa alma, como si fuera carne de agua, cencellada de huesos, escarcha de besos.
La niebla, que no es otra cosa que vaho de Dios, sobre la Zamora eterna..
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