ZAMORANA
El ocaso del mundo rural
He tratado en muchas ocasiones del abandono de los pueblos zamoranos, cuyo origen puede situarse en la segunda mitad del siglo XX, cuando se produjo un éxodo generalizado hacia las grandes ciudades; pero el proceso se ha agravado en los últimos años. La pérdida de población en el medio rural y la concentración en las grandes urbes, el elevado grado de envejecimiento de la población y determinados trabajos que antes eran específicos de los pueblos, ahora a punto de desaparecer, podrían ser algunas de las causas. Por otra parte, la entrada en la Comunidad Europea, con su política de globalización y unas exigencias que, en nuestras poblaciones se hacen poco menos que insostenibles, tampoco han ayudado.
Ha habido algunos escarceos para que los problemas del mundo agro ganadero tengan representatividad en las cámaras del Congreso y Senado; naciendo partidos políticos pertenecientes a territorios de la España vaciada: Teruel Existe, Soria Ya, Cuenca Ahora, Aragón Existe, Ahora Decide (Zamora), o Jaén Merece Más; sin embargo, y pese a que dieron voz a una parte del mundo rural que se sentía abandonada, poco han conseguido. Por otro lado, la falta de compromiso, la dejadez y la inacción del gobierno está propiciando un aislamiento letal que acabará por dejarles morir.
Leo y escucho habitualmente hablar de la desidia de nuestra gente, de su indolencia, de su conformismo… que les ha llevado durante años a acatar sin levantar la cabeza, o a no dar nunca un golpe en la mesa para que se supiera de su existencia y de que no van a dejarse vencer por una sociedad que les ignora. Tal vez estén cansados de años de abandono, de ver como transitan por La Moncloa diferentes jerarcas que no hacen nada por los pueblos; puede que se hayan quedado sin voz porque saben de cierto que no merece la pena levantarla o, tal vez, porque les queda todavía la dignidad suficiente como para no seguir mendigando una atención que nunca han recibido.
Resulta decepcionante asistir con impotencia a la desaparición de toda una cultura rural que se perderá irremisiblemente si no se recupera, o se da a conocer; la forma de vida y los oficios que existieron un día: esquilador, herrero, pregonero, campanero, hojalatero, afilador… etc., así como las costumbres, las tradiciones o el folklore quedarán enterrados en la memoria, al igual que las construcciones propias de estos pueblos, como palomares o bodegas, cuyas ruinas se dispersan por el campo; pero también castillos, palacios e iglesias que se desmoronan cada año en villas abandonadas y que forman parte de un patrimonio rural zamorano abocado a la extinción. Urge, por tanto, recuperar ese bagaje heredado de padres y abuelos, y transmitirlo a las siguientes generaciones e incluso evocarlo mientras aún tenemos memoria, antes de continuar inánimes con esta crónica de una muerte anunciada.
Mª Soledad Martín Turiño
He tratado en muchas ocasiones del abandono de los pueblos zamoranos, cuyo origen puede situarse en la segunda mitad del siglo XX, cuando se produjo un éxodo generalizado hacia las grandes ciudades; pero el proceso se ha agravado en los últimos años. La pérdida de población en el medio rural y la concentración en las grandes urbes, el elevado grado de envejecimiento de la población y determinados trabajos que antes eran específicos de los pueblos, ahora a punto de desaparecer, podrían ser algunas de las causas. Por otra parte, la entrada en la Comunidad Europea, con su política de globalización y unas exigencias que, en nuestras poblaciones se hacen poco menos que insostenibles, tampoco han ayudado.
Ha habido algunos escarceos para que los problemas del mundo agro ganadero tengan representatividad en las cámaras del Congreso y Senado; naciendo partidos políticos pertenecientes a territorios de la España vaciada: Teruel Existe, Soria Ya, Cuenca Ahora, Aragón Existe, Ahora Decide (Zamora), o Jaén Merece Más; sin embargo, y pese a que dieron voz a una parte del mundo rural que se sentía abandonada, poco han conseguido. Por otro lado, la falta de compromiso, la dejadez y la inacción del gobierno está propiciando un aislamiento letal que acabará por dejarles morir.
Leo y escucho habitualmente hablar de la desidia de nuestra gente, de su indolencia, de su conformismo… que les ha llevado durante años a acatar sin levantar la cabeza, o a no dar nunca un golpe en la mesa para que se supiera de su existencia y de que no van a dejarse vencer por una sociedad que les ignora. Tal vez estén cansados de años de abandono, de ver como transitan por La Moncloa diferentes jerarcas que no hacen nada por los pueblos; puede que se hayan quedado sin voz porque saben de cierto que no merece la pena levantarla o, tal vez, porque les queda todavía la dignidad suficiente como para no seguir mendigando una atención que nunca han recibido.
Resulta decepcionante asistir con impotencia a la desaparición de toda una cultura rural que se perderá irremisiblemente si no se recupera, o se da a conocer; la forma de vida y los oficios que existieron un día: esquilador, herrero, pregonero, campanero, hojalatero, afilador… etc., así como las costumbres, las tradiciones o el folklore quedarán enterrados en la memoria, al igual que las construcciones propias de estos pueblos, como palomares o bodegas, cuyas ruinas se dispersan por el campo; pero también castillos, palacios e iglesias que se desmoronan cada año en villas abandonadas y que forman parte de un patrimonio rural zamorano abocado a la extinción. Urge, por tanto, recuperar ese bagaje heredado de padres y abuelos, y transmitirlo a las siguientes generaciones e incluso evocarlo mientras aún tenemos memoria, antes de continuar inánimes con esta crónica de una muerte anunciada.
Mª Soledad Martín Turiño



























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