ZAMORANA
Gastos, fastos y sentido común
Mº Soledad Martín Turiño
![[Img #95361]](https://eldiadezamora.es/upload/images/01_2025/7488_marisol-web.jpg)
Los centros comerciales llevan días con la locura desatada; miles de personas comprando compulsivamente comida y regalos para hacer honor a la Navidad con lo que conlleva y después, cuando ya han pasado los festejos religiosos (es un decir, porque de religiosos tienen el nombre y poco más), llegan las ansiadas rebajas que, junto con los cambios de artículos que Papá Noel o los Reyes Magos no han atinado, volverán a llenarse grandes almacenes y tiendas de todo tipo; el fin es consumir y gastar porque nosotros lo valemos, porque hay que disfrutar de la vida, (frase que detesto por lo manida, obvia y superficial), y porque el hecho de adquirir artículos alivia la tensión, eleva el nivel de placer, relaja y nos pone a tono: es la llamada terapia de compras.
La sociedad de consumo en la que vivimos nos atrapa de mil maneras, nos tienta para derrochar, para comprar productos que no siempre son necesarios, para convencernos de que gastar es una forma de disfrute, y nosotros, como corderos, seguimos a pies juntillas estas premisas.
Por otra parte, la opción de los centros comerciales resulta muy cómoda y es muy difícil resistirse a la tentación de no sacar la cartera cuando se visitan, ya que estos lugares gozan de un ambiente agradable: cálido en invierno, fresco en verano; con amplitud de espacios, una bella decoración, un surtido de tiendas de todo tipo a disposición del visitante, escaparates atractivos, librerías, restaurantes diversos, salas de cine, y una variedad de artículos para satisfacer las demandas más exigentes. Todo esto unido a que disponen de grandes aparcamientos para que el coche no sea un problema, e incluso fácil conexión con transporte público, son atractivos añadidos para pasar un agradable tiempo de ocio allí.
Incluso las familias con niños que acuden a estos centros para liberarse un poco de los pequeños en un ambiente donde estén más distraídos, acaban consumiendo más de lo que pensaban en un principio porque para los niños hay todo un mundo de tentaciones, a veces difíciles de renunciar.
Luego están las personas mayores que viven solas y alivian sus horas en estos lugares donde pueden sentarse en los espacios comunes sin gastar un céntimo, entretenidos con el ir y venir de la gente.
¡Es tan fácil gastar y cuesta tanto ser ahorrador! Ocurre algo muy parecido a esos kilos de más que muchos cogen alegremente tras las fiestas navideñas y luego son tan difíciles de quitar. La solución, como en tantas cosas de la vida, está en la moderación, en ser consecuentes, en no vivir por encima de nuestras posibilidades y, en definitiva, apelar al sentido común que, como dicen algunos, es el menos común de todos los sentidos.
![[Img #95361]](https://eldiadezamora.es/upload/images/01_2025/7488_marisol-web.jpg)
Los centros comerciales llevan días con la locura desatada; miles de personas comprando compulsivamente comida y regalos para hacer honor a la Navidad con lo que conlleva y después, cuando ya han pasado los festejos religiosos (es un decir, porque de religiosos tienen el nombre y poco más), llegan las ansiadas rebajas que, junto con los cambios de artículos que Papá Noel o los Reyes Magos no han atinado, volverán a llenarse grandes almacenes y tiendas de todo tipo; el fin es consumir y gastar porque nosotros lo valemos, porque hay que disfrutar de la vida, (frase que detesto por lo manida, obvia y superficial), y porque el hecho de adquirir artículos alivia la tensión, eleva el nivel de placer, relaja y nos pone a tono: es la llamada terapia de compras.
La sociedad de consumo en la que vivimos nos atrapa de mil maneras, nos tienta para derrochar, para comprar productos que no siempre son necesarios, para convencernos de que gastar es una forma de disfrute, y nosotros, como corderos, seguimos a pies juntillas estas premisas.
Por otra parte, la opción de los centros comerciales resulta muy cómoda y es muy difícil resistirse a la tentación de no sacar la cartera cuando se visitan, ya que estos lugares gozan de un ambiente agradable: cálido en invierno, fresco en verano; con amplitud de espacios, una bella decoración, un surtido de tiendas de todo tipo a disposición del visitante, escaparates atractivos, librerías, restaurantes diversos, salas de cine, y una variedad de artículos para satisfacer las demandas más exigentes. Todo esto unido a que disponen de grandes aparcamientos para que el coche no sea un problema, e incluso fácil conexión con transporte público, son atractivos añadidos para pasar un agradable tiempo de ocio allí.
Incluso las familias con niños que acuden a estos centros para liberarse un poco de los pequeños en un ambiente donde estén más distraídos, acaban consumiendo más de lo que pensaban en un principio porque para los niños hay todo un mundo de tentaciones, a veces difíciles de renunciar.
Luego están las personas mayores que viven solas y alivian sus horas en estos lugares donde pueden sentarse en los espacios comunes sin gastar un céntimo, entretenidos con el ir y venir de la gente.
¡Es tan fácil gastar y cuesta tanto ser ahorrador! Ocurre algo muy parecido a esos kilos de más que muchos cogen alegremente tras las fiestas navideñas y luego son tan difíciles de quitar. La solución, como en tantas cosas de la vida, está en la moderación, en ser consecuentes, en no vivir por encima de nuestras posibilidades y, en definitiva, apelar al sentido común que, como dicen algunos, es el menos común de todos los sentidos.



















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