DESDE LA IZQUIERDA
Lalachus: Desplantes y trasplantes
Paco Molina
La afirmación de Marx de que “la religión es el opio del pueblo” parece acertada.
Analicemos el caso de la niña que pudimos ver por tv en pleno genocidio de palestinos a cargo de Israel. Las bombas habían matado a sus padres y hermanos, y la pequeña, con la cara desgarrada de dolor, gritaba, llorando sin cesar: “Alá! defiéndenos ¿Por qué nadie nos ayuda? Alá nos vengará”
Alá es el icono de una de las religiones más potentes, y en cuanto tal, como cualquier droga (y el opio lo es) crea un efecto que alivia la realidad. Actúa como una adormidera.
El sufrimiento y el desconcierto de la niña se mitigará cual tratamiento paliativo, gracias a sus creencias religiosas: “Tranquila. Alá vendrá a ayudarte. Y Alá castigará a los malos”. Y como ella así lo cree seguirá sumisa toda su vida sin preguntarse: ¿Por qué esta injusticia inhumana?.
Por eso no hay civilización que no haya utilizado alguna religión para separar a los pueblos y anestesiar a las masas. Por estos lares es aquello de: “Dios te está probando en la pobreza mientras a otros los está probando en la riqueza; pero no te reveles, que tú, si eres bueno o buena, irás al cielo como quien más. Así que confía en Dios”.
En la guerra civil española del 36, aunque el Golpe de Estado de Franco contó con el apoyo financiero de los Ricos de España, más la Alemania Nazi y la Italia Fascista, sin embargo lo que sin duda inclinó la balanza para que ganaran los antidemócratas fue la postura de la Iglesia Católica diciendo que ella era la religión verdadera y lo demás el Infierno.
Pero no es de Historia de lo que aquí se pretende hablar. Ni siquiera de religiones, que en cuanto éstas son opio deben de ser permitidas, como todas las drogas, y allá cada cual en su paso por este mundo.
Aquí pretendemos hoy “hablar del humor como arma de destrucción sin ira”. Entendiendo como útil el desmontaje (la deconstrucción del cruel orden establecido) mediante la risa.
Porque la risa es la falta de respeto más profunda que existe; es el procedimiento más eficaz para hacer ver que todos los mortales somos iguales ante la ley (de la Naturaleza) pues todos tenemos las mismas necesidades (vivir y sexo) y todo lo demás son cuentos.
Y para esto “el humor es mano de santo” pues, lo mismo que en las matemáticas el método de reducción al absurdo para demostrar teoremas es rotundo, en el entramado ideológico pasa lo mismo.
Monologuemos: “Alá es grande pero Dios es la hostia”. “Si no eres creyente no temas, el despacho de Abogados Cristianos te defenderá de oficio en el Juicio Final”. “Si el islam promete un cielo con 72 vírgenes y los católicos uno con salmos y aleluyas, la batalla está perdida”.
He aquí unas bromas que a un talibán le producirán sarpullidos, pero no porque le ofendan, sino porque, en lo más profundo de su ser, la “aparición” de tantos absurdos le generará dudas.
Y vamos ahora con la retransmisión por TVE de las campanadas, donde la presentadora (Lalachus) sacó una estampita consistente en el toro del programa Gran Prix con una grafía similar a la del Sagrado Corazón. Hecho que ha escandalizado a algunos.
Todo indica que tal acto sólo se hizo con una intención: “epatar” (asombrar, impactar, pasmar, sorprender). Es decir algo que hacen todos los artistas. En francés una “boutade” (intervención destinada a impresionar).
En Zamora tenemos un ejemplo de obra para epatar en la figura de “calvito de los badajos”; personaje estrambótico de la Semana Santa.
La misma idea de la Iglesia Católica de inventar la imagen del “Sagrado Corazón de Jesús”, ampliada posteriormente a la Virgen, es un acto para “epatar” (llamar la atención) en este caso mostrando el dolor de Cristo mediante un corazón torturado por una corona de espinas en medio del pecho de alguien que, a pesar de todo, está sereno porque se sacrificó por la Humanidad.
¿Por qué entonces rasgarse las vestiduras?
Paco Molina
La afirmación de Marx de que “la religión es el opio del pueblo” parece acertada.
Analicemos el caso de la niña que pudimos ver por tv en pleno genocidio de palestinos a cargo de Israel. Las bombas habían matado a sus padres y hermanos, y la pequeña, con la cara desgarrada de dolor, gritaba, llorando sin cesar: “Alá! defiéndenos ¿Por qué nadie nos ayuda? Alá nos vengará”
Alá es el icono de una de las religiones más potentes, y en cuanto tal, como cualquier droga (y el opio lo es) crea un efecto que alivia la realidad. Actúa como una adormidera.
El sufrimiento y el desconcierto de la niña se mitigará cual tratamiento paliativo, gracias a sus creencias religiosas: “Tranquila. Alá vendrá a ayudarte. Y Alá castigará a los malos”. Y como ella así lo cree seguirá sumisa toda su vida sin preguntarse: ¿Por qué esta injusticia inhumana?.
Por eso no hay civilización que no haya utilizado alguna religión para separar a los pueblos y anestesiar a las masas. Por estos lares es aquello de: “Dios te está probando en la pobreza mientras a otros los está probando en la riqueza; pero no te reveles, que tú, si eres bueno o buena, irás al cielo como quien más. Así que confía en Dios”.
En la guerra civil española del 36, aunque el Golpe de Estado de Franco contó con el apoyo financiero de los Ricos de España, más la Alemania Nazi y la Italia Fascista, sin embargo lo que sin duda inclinó la balanza para que ganaran los antidemócratas fue la postura de la Iglesia Católica diciendo que ella era la religión verdadera y lo demás el Infierno.
Pero no es de Historia de lo que aquí se pretende hablar. Ni siquiera de religiones, que en cuanto éstas son opio deben de ser permitidas, como todas las drogas, y allá cada cual en su paso por este mundo.
Aquí pretendemos hoy “hablar del humor como arma de destrucción sin ira”. Entendiendo como útil el desmontaje (la deconstrucción del cruel orden establecido) mediante la risa.
Porque la risa es la falta de respeto más profunda que existe; es el procedimiento más eficaz para hacer ver que todos los mortales somos iguales ante la ley (de la Naturaleza) pues todos tenemos las mismas necesidades (vivir y sexo) y todo lo demás son cuentos.
Y para esto “el humor es mano de santo” pues, lo mismo que en las matemáticas el método de reducción al absurdo para demostrar teoremas es rotundo, en el entramado ideológico pasa lo mismo.
Monologuemos: “Alá es grande pero Dios es la hostia”. “Si no eres creyente no temas, el despacho de Abogados Cristianos te defenderá de oficio en el Juicio Final”. “Si el islam promete un cielo con 72 vírgenes y los católicos uno con salmos y aleluyas, la batalla está perdida”.
He aquí unas bromas que a un talibán le producirán sarpullidos, pero no porque le ofendan, sino porque, en lo más profundo de su ser, la “aparición” de tantos absurdos le generará dudas.
Y vamos ahora con la retransmisión por TVE de las campanadas, donde la presentadora (Lalachus) sacó una estampita consistente en el toro del programa Gran Prix con una grafía similar a la del Sagrado Corazón. Hecho que ha escandalizado a algunos.
Todo indica que tal acto sólo se hizo con una intención: “epatar” (asombrar, impactar, pasmar, sorprender). Es decir algo que hacen todos los artistas. En francés una “boutade” (intervención destinada a impresionar).
En Zamora tenemos un ejemplo de obra para epatar en la figura de “calvito de los badajos”; personaje estrambótico de la Semana Santa.
La misma idea de la Iglesia Católica de inventar la imagen del “Sagrado Corazón de Jesús”, ampliada posteriormente a la Virgen, es un acto para “epatar” (llamar la atención) en este caso mostrando el dolor de Cristo mediante un corazón torturado por una corona de espinas en medio del pecho de alguien que, a pesar de todo, está sereno porque se sacrificó por la Humanidad.
¿Por qué entonces rasgarse las vestiduras?
Paco Molina























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