Mª Soledad Martín Turiño
Domingo, 19 de Enero de 2025
ZAMORANA

En el parque

Mº Soledad Martín Turiño

[Img #95566]

 

Me encuentro con un pequeño en medio del parque que, asustado y lloroso, se me acerca con paso inseguro preguntando por su mamá. El crío, que tendrá unos tres o cuatro años, está bien vestido, con un plumas y una capota que le protege del frio reinante. Me acerco a él y le hago unas cuantas preguntas para saber qué ha ocurrido para que esté solo y a merced de cualquiera. Me mira con ojos llorosos, se acerca y me extiende su manita helada; la tomo entre las mías y me siento en un banco al sol en espera de que su madre aparezca. Me recuerda la escena de aquella película española en que se pierde un niño en medio de la multitud; solo que el parque está medio vacío y nadie acude a su rescate.

 

Procuro tranquilizarle, hablo sin parar, le pregunto dónde vive, con quien ha venido y como ha llegado hasta aquí, pero sus respuestas son vagas e imprecisas. De pronto, se echa a llorar expresando un: “quiero ir con mi mamá” en tono desgarrador. Ya no sé cómo consolarlo y se me ocurre llamar a la policía, pero eso le asustaría mucho más. Decido seguir esperando mientras el sol nos baña con una agradable tibieza.

 

Al cabo de una hora aún permanecemos allí; el niño, exhausto, ha parado de llorar, y no sé qué hacer. Salgo del parque y sin alejarme, miro a mi alrededor para ver si alguien le busca, pero no hay suerte. Regreso a nuestro banco y le doy unas galletas que suelo llevar en el bolso, y que el pequeño devora en un momento. Cuando estoy casi tan desesperada como él, aparece una mujer joven, que se dirige furibunda al niño con intención de darle un guantazo y gritando porque se le había escapado y no conseguía encontrarle. La freno en seco, me pongo delante del niño haciendo una barrera entre él y su madre y le pregunto ásperamente dónde estaba ella. Se le bajan los humos y me responde que se estaba probando ropa en la tienda de la esquina.

 

  • “¿De la esquina? –le grito- Si está lo menos a veinte metros de donde encontré al niño. ¿Y en todo este tiempo no le ha echado en falta, o es que era más importante probarse los modelitos que buscar a su hijo?”

 

Se me ocurre, ahora sí, avisar a la policía, pero veo al niño agarrado a las piernas de su madre con una sensación tan grande de alivio, que solo la amenazo con esa idea y la insto a que se ocupe de aquel pequeño que tan mal lo había pasado cuando la perdió de vista. Ella, avergonzada, se disculpa y me ruega que no lo haga; asume su culpa y abraza a su hijo.

 

Me voy de allí sintiéndome algo responsable de lo que pueda ocurrirle a aquel muchacho con una madre demasiado joven para asumir una responsabilidad tan grande, pero cuando me vuelvo les veo caminando juntos de la mano. Parecen felices.

 

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