EL BECARIO TARDIO
Los cuatro o cinco del montón
Esteban Pedrosa
Confieso que he tenido mis dudas a lo largo del tiempo, con idas y venidas y contradicciones al respecto, cuando me refiero a la dicotomía conductor-peatón que, como tantas otras, estarían condenados a entenderse y no siempre es así, como podemos ver a diario, a poco que nos movamos por la ciudad.
Por otra parte, cada día tengo más claro que la legislación vial se hace favoreciendo al conductor, por mucho que se pongan los llamados pasos elevados -que cada vez lo son menos- se instalen señales de preferencia peatonal, de velocidad máxima, etc. Señales sobre las que no se exige el cumplimiento y pasear -en este caso, por Zamora- puede convertirse en una odisea, cuando se supone que las normas son para cumplirlas, aunque para ello haga falta sanción.
Todos sabemos que son cuatro los contraventores y, por ese número tan reducido, pagamos el resto. Cuatro son los patinetes que circulan por aceras y a velocidades de vértigo, cuatro los ciclistas que no respetan al peatón, cuatro los vehículos de cuatro ruedas que no respetan las zonas peatonales ni los pasos de cebra, incluso de las aceras. Cuatro…
Pero ojo con los peatones, que también son cuatro los que atraviesan de acera a acera con el semáforo en rojo, cuatro los que no van por las aceras y, además -que curioso- suele ser gente de avanzada edad y, peor aún, de movilidad reducida. No hace mucho, presencié un percance en el que un octogenario era atropellado por un coche cuando atravesaba por donde no debía. El alcance fue de un mínimo roce y, cuando varios testigos le recriminamos su imprudencia, le escuchamos, poniéndose muy digno:
-¿Piensan ustedes que, por tener la edad que tengo, no vi al coche? ¡Pues claro que lo vi, el problema es que él a mí, no!” Quien esto escribe, que es conductor y peatón, a veces también se pone digno y se incluye en esos cuatro del montón, llegando a la conclusión de que “ya somos cinco”.
Confieso que he tenido mis dudas a lo largo del tiempo, con idas y venidas y contradicciones al respecto, cuando me refiero a la dicotomía conductor-peatón que, como tantas otras, estarían condenados a entenderse y no siempre es así, como podemos ver a diario, a poco que nos movamos por la ciudad.
Por otra parte, cada día tengo más claro que la legislación vial se hace favoreciendo al conductor, por mucho que se pongan los llamados pasos elevados -que cada vez lo son menos- se instalen señales de preferencia peatonal, de velocidad máxima, etc. Señales sobre las que no se exige el cumplimiento y pasear -en este caso, por Zamora- puede convertirse en una odisea, cuando se supone que las normas son para cumplirlas, aunque para ello haga falta sanción.
Todos sabemos que son cuatro los contraventores y, por ese número tan reducido, pagamos el resto. Cuatro son los patinetes que circulan por aceras y a velocidades de vértigo, cuatro los ciclistas que no respetan al peatón, cuatro los vehículos de cuatro ruedas que no respetan las zonas peatonales ni los pasos de cebra, incluso de las aceras. Cuatro…
Pero ojo con los peatones, que también son cuatro los que atraviesan de acera a acera con el semáforo en rojo, cuatro los que no van por las aceras y, además -que curioso- suele ser gente de avanzada edad y, peor aún, de movilidad reducida. No hace mucho, presencié un percance en el que un octogenario era atropellado por un coche cuando atravesaba por donde no debía. El alcance fue de un mínimo roce y, cuando varios testigos le recriminamos su imprudencia, le escuchamos, poniéndose muy digno:
-¿Piensan ustedes que, por tener la edad que tengo, no vi al coche? ¡Pues claro que lo vi, el problema es que él a mí, no!” Quien esto escribe, que es conductor y peatón, a veces también se pone digno y se incluye en esos cuatro del montón, llegando a la conclusión de que “ya somos cinco”.



















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