ATENEO
Jubilados
Alfonso J. Vázquez Vaamonde
Vi hace unos días programa de la tele “Explica” sobre pensiones de jubilación: Me dejó atónito la falta de solidaridad y la ignorancia de la mayoría de los intervinientes de la historia de los S. XIX y XX, de las cuatro reglas, de la CE78 y un largo etc. Sus abuelos recibieron en 1931 “la España que pudo haber sido y no fue” gracias a los herederos de los que ya lo impidieran en 1808, 1812, 1814, 1823, 1871, etc., Lo repitieron en 1936, genocidio mediante, e aún quieren repetirlo. En la España del huido Alfonso XIII en muchas provincias más del 60 % eran analfabetos Muchos de abuelos de los participantes en el programa murieron analfabetos. Pero en 1980 estaba en una oficina de Hacienda cuando se me acercó una persona mayor; me dijo en voz baja “¿podría rellenarme el formulario?; es que no se escribir. Realmente no sabía leer.
El genocidio de 1935 se cebó en los maestros y maestras. Su delito fue practicar dos obras de misericordia: “enseñar al que no sabe” y “dar buen consejo al que lo ha menester”. Que los mataran en nombre de Cristo siguió siglos de tradición. Eso hacía la “Santa” Inquisición.
Conmigo trabajo un ayudante de laboratorio. Con diez años engañaba a su madre viuda y con cinco hijos más pequeños a la que decía que trabajaba “después de” ir a la escuela, pero era “en lugar de” ir a la escuela. Le pagaban “en negro” porque ya era ilegal trabajar con menos de catorce años. “Ella sabía que yo la engañaba, me confesó, pero ¿qué iba a hacer si necesitaba lo que yo ganaba para darnos de comer a todos?” Fabricaba una muñeca, la “Mariquita Pérez”: un juguete para hijas de muy ricos. A la muñeca se le hacía un traje a la medida y con la misma tela de los vestidos de las niñas ricas. Se jubiló tras sesenta años de trabajo. Muchos de los que les querían rebajar la jubilación a esas personas se jubilaran sin haber trabajado ni cuarenta.
Otro colaborador mío se lamentó de que, viendo las dificultades de su hijo con la aritmética, preguntó con buen deseo: “¿puedo ayudarte?”. El hijo de doce años, irritado por su propia ignorancia le dijo: “¡qué me vas a ayudar tú si haces faltas de ortografía!”. “No se lo tome a mal, le dije, los niños son unos descarados, pero la próxima ve dígale: yo he conseguido que tú aprendas más de lo que a mí me enseñaron; veremos si tú logras hacer lo mismos con tus hijos”
Esos jóvenes del programa ven a esos jubilados como unos parásitos; olvidan que muchos de sus padres y abuelos, que ni la primera enseñanza recibieron, les han pagado con sus impuestos su educación hasta los dieciséis años y a muchos hasta la universidad. Que ellos emigraron a Francia, Bélgica, Holanda, Alemania en los sesenta ignorando el idioma, como los inmigrantes que hoy arriesgan su vida en cayucos. Quizá piensan como la presunta asesina: “si se van a morir, ¿por qué no lo hacen cuanto antes?” Quizá sea porque hoy como ayer siguen siendo solidarios con su familia; siguen alojando a sus hijos y nietos en su casa y dándoles de comer y les compran juguetes el seis de enero; los que ellos nunca encontraron en “sus abarcas vacías”; las de Miguel Hernández, el poeta asesinado por querer que este mundo fuera mejor.
Hablando de aritmética, una reducción del 10 % de la jornada laboral, no esas ridículas dos horas y media que tanto indigna a la extrema derecha y a la ultraderecha, dividir por diez sólo exige correr la coma del número de trabajadores activos, significaría el fin del paro, y el ahorro de los subsidios de desempleo que se sumaría al aumento de cotizaciones a la SS ara financiar la docencia pública, no el negóciate privado, la sanidad pública, no el negóciate privado. El salario aumentaría por falta de trabajadores; y al ahorrarnos el dinero de los CIS encarcelando a los inmigrantes podríamos enviar barcos para que vinieran sin morir ahogados por el camino.
Si toda la jubilación la pagaran los trabajadores de sus salarios sobraba el Estado. Pero se necesita para frenar a los explotadores de los trabajadores, a los creadores de paro, que no de empleo. Los de Holanda son más competentes: pagan mejores salarios por jornadas más breves y no viven del turismo como nosotros. Crean riqueza fruto de una docencia bien pagada y de empresas que invierten en I+D. Eso hacen los empresarios inteligentes, no los explotadores. Me hubiera gustado haber podido explicar esto en la SEXTA, pero sólo se lo puedo contar a Vds.
Abogado. - Doctor en Química Industrial. - Secretario General Centro de Estudios Ateneos.
Vi hace unos días programa de la tele “Explica” sobre pensiones de jubilación: Me dejó atónito la falta de solidaridad y la ignorancia de la mayoría de los intervinientes de la historia de los S. XIX y XX, de las cuatro reglas, de la CE78 y un largo etc. Sus abuelos recibieron en 1931 “la España que pudo haber sido y no fue” gracias a los herederos de los que ya lo impidieran en 1808, 1812, 1814, 1823, 1871, etc., Lo repitieron en 1936, genocidio mediante, e aún quieren repetirlo. En la España del huido Alfonso XIII en muchas provincias más del 60 % eran analfabetos Muchos de abuelos de los participantes en el programa murieron analfabetos. Pero en 1980 estaba en una oficina de Hacienda cuando se me acercó una persona mayor; me dijo en voz baja “¿podría rellenarme el formulario?; es que no se escribir. Realmente no sabía leer.
El genocidio de 1935 se cebó en los maestros y maestras. Su delito fue practicar dos obras de misericordia: “enseñar al que no sabe” y “dar buen consejo al que lo ha menester”. Que los mataran en nombre de Cristo siguió siglos de tradición. Eso hacía la “Santa” Inquisición.
Conmigo trabajo un ayudante de laboratorio. Con diez años engañaba a su madre viuda y con cinco hijos más pequeños a la que decía que trabajaba “después de” ir a la escuela, pero era “en lugar de” ir a la escuela. Le pagaban “en negro” porque ya era ilegal trabajar con menos de catorce años. “Ella sabía que yo la engañaba, me confesó, pero ¿qué iba a hacer si necesitaba lo que yo ganaba para darnos de comer a todos?” Fabricaba una muñeca, la “Mariquita Pérez”: un juguete para hijas de muy ricos. A la muñeca se le hacía un traje a la medida y con la misma tela de los vestidos de las niñas ricas. Se jubiló tras sesenta años de trabajo. Muchos de los que les querían rebajar la jubilación a esas personas se jubilaran sin haber trabajado ni cuarenta.
Otro colaborador mío se lamentó de que, viendo las dificultades de su hijo con la aritmética, preguntó con buen deseo: “¿puedo ayudarte?”. El hijo de doce años, irritado por su propia ignorancia le dijo: “¡qué me vas a ayudar tú si haces faltas de ortografía!”. “No se lo tome a mal, le dije, los niños son unos descarados, pero la próxima ve dígale: yo he conseguido que tú aprendas más de lo que a mí me enseñaron; veremos si tú logras hacer lo mismos con tus hijos”
Esos jóvenes del programa ven a esos jubilados como unos parásitos; olvidan que muchos de sus padres y abuelos, que ni la primera enseñanza recibieron, les han pagado con sus impuestos su educación hasta los dieciséis años y a muchos hasta la universidad. Que ellos emigraron a Francia, Bélgica, Holanda, Alemania en los sesenta ignorando el idioma, como los inmigrantes que hoy arriesgan su vida en cayucos. Quizá piensan como la presunta asesina: “si se van a morir, ¿por qué no lo hacen cuanto antes?” Quizá sea porque hoy como ayer siguen siendo solidarios con su familia; siguen alojando a sus hijos y nietos en su casa y dándoles de comer y les compran juguetes el seis de enero; los que ellos nunca encontraron en “sus abarcas vacías”; las de Miguel Hernández, el poeta asesinado por querer que este mundo fuera mejor.
Hablando de aritmética, una reducción del 10 % de la jornada laboral, no esas ridículas dos horas y media que tanto indigna a la extrema derecha y a la ultraderecha, dividir por diez sólo exige correr la coma del número de trabajadores activos, significaría el fin del paro, y el ahorro de los subsidios de desempleo que se sumaría al aumento de cotizaciones a la SS ara financiar la docencia pública, no el negóciate privado, la sanidad pública, no el negóciate privado. El salario aumentaría por falta de trabajadores; y al ahorrarnos el dinero de los CIS encarcelando a los inmigrantes podríamos enviar barcos para que vinieran sin morir ahogados por el camino.
Si toda la jubilación la pagaran los trabajadores de sus salarios sobraba el Estado. Pero se necesita para frenar a los explotadores de los trabajadores, a los creadores de paro, que no de empleo. Los de Holanda son más competentes: pagan mejores salarios por jornadas más breves y no viven del turismo como nosotros. Crean riqueza fruto de una docencia bien pagada y de empresas que invierten en I+D. Eso hacen los empresarios inteligentes, no los explotadores. Me hubiera gustado haber podido explicar esto en la SEXTA, pero sólo se lo puedo contar a Vds.
Abogado. - Doctor en Química Industrial. - Secretario General Centro de Estudios Ateneos.




















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.110