Eugenio-Jesús de Ávila
Miércoles, 05 de Febrero de 2025
COSAS DE DE LA BIEN CERCADA

El Puente de Piedra, gran legado de Guarido

Eugenio-Jesús de Ávila

 

Loado sea, “forever”, Francisco Guarido, regidor de Zamora desde el año 2015, por haber restaurado el Puente de Piedra, uno de nuestros monumentos tan emblemáticos. Lamento que los burócratas, los esclavos de la ley, impidan reconstruirlo tal y como fue hasta el 1905, infausto año en el que se derribaron sus dos mágicas torres. Y alabada fuese también Rosa Valdeón por devolver al románico su belleza primitiva. Pudo ser una gran alcaldesa, pero la envidia de algunos titiriteros de PP la condujeron al ostracismo político.

 

Cuando Guarido y Viñas eran concejales de la oposición colaboraron con El Día de Zamora. En cada edición, dos páginas en libertad que ellos escribían, casi siempre denunciando los excesos o defectos del PP como principal inquilino de la Casa de las Panaderas. Pero también mostró en otros trabajos su querencia por enfatizar la belleza del Casco Histórico, de descubrir para el pueblo espacios escondidos, como su afán por crear un mirador al Duero que abarcara varios centros de metros. Hubo un fallo judicial, a favor de las monjitas, que evitó que la excelente idea del actual alcalde no se transformase en realidad.

 

No obstante, desde que rige la ciudad del alma, ha puesto enorme empeño en liberar la muralla, los lienzos de la avenida de la Feria. Como una hormiga, ha ido avanzando en su objetivo. Queda poco. Ahora le toca al Ministerio de Cultura restaurar los muros más dañados por la erosión, hija del tiempo, de la geología. Además, existe un proyecto para que los zamoranos disfrutemos de los jardines que potenciarán lo que bautizó a Zamora como la Bien Cercada.

 

 

Sin duda, el puente medieval que nos dejará en herencia Francisco Guarido se acerca al que fue, pero nunca al que pudo ser y no fue, una ucronía monumental. Porque siempre echaremos de menos, como apunté en el primer párrafo de este artículo, sus dos torres, sus dos brazos, sus músculos, sus señas de identidad, sus estrofas de piedra, que rimaban con sus ojos, arcos y tajamares.

 

La burocracia, creación de politicastros, leguleyos infames, obstaculiza el renacimiento de nuestro anciano viaducto medieval. Quizá algún día, cuando la inteligencia y la sensibilidad gobiernen naciones y regiones, provincias y ciudades, la ciudad del Romancero mostrará uno de sus monumentos más excelsos, de idéntica categoría que nuestra Catedral, lo que queda de ella, en todo su esplendor. Mientras disfrutaremos de esta encomienda histórica de Francisco Guarido Viñuela a los zamoranos de esta y futuras generaciones. Siempre agradecidos.

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