Sábado, 06 de Septiembre de 2025

Redacción
Viernes, 07 de Febrero de 2025
COSAS MÍAS

7 de febrero, un día estúpido

[Img #96002]Eugenio-Jesús de Ávila

 

Hay días en los que estoy, pero no soy. Vago de acá para allá, hablo con gentes, voy al gimnasio, paseo, me cruzo con hombres y mujeres, siento como el frío, cuando es niebla, sortea mis abrigos, sombreros y guantes para alojarse en mi intersticio antes de que el sol imponga la ley de su luz. Y solo me guía la inercia. No me importa nada.

 

Hoy fue de esos días en el que he vivido con indiferencia, con abulia, porque las parcas se olvidaron de mí. Pero si hubieran venido a reclamarme no habría puesto ninguna objeción. Estoy preparado para marcharme. Mi cerebro y mi corazón han alcanzado una conclusión: yo ya estoy de más, porque viví los mejores años de mi vida, si es que los hubo. Lo que queda por delante me preocupa. Ha tiempo, una noche, mi inolvidable padre, casi sin quererlo expresar, alumbró este aserto: “¡Geño, qué malo es ser viejo”. Aún no lo soy del todo, pero sé que la vejez me aguarda, sin prisas, a la vuelta de la esquina.

 

No se colija de lo escrito que me ha abducido la tristeza. Tampoco la melancolía navega entre mis aurículas y ventrículos. Ahora bien, este 7 de febrero, un mes tonto, que alguien debería haber robado, forma parte de esos días en los crees que formas parte del sueño de un dios; una jornada estúpida para un hombre que se perdió entre las palabras de un poeta que fue y ya no es, una ucronía de versos, que buscaba las rimas a sus estrofas como los hombres persiguen en la belleza el olvido de la muerte.   

 

 

Y escribí lo que lees como terapia, una forma de curarme las enfermedades del alma, sustancia indefinible, que no envejece, con la que juega Dios para dejarla en alquiler en distintos cuerpos. Día gris, ridículo, que no puedes arrojar a la zahúrda del tiempo, que ha abierto una herida más en la epidermis del espíritu, porque yo necesito la luz para hacer la fotosíntesis de mi vida, para que la glucosa me inyecte energía para amar.

 

Sin amor no soy nada, una mota de polvo en el mueble viejo de mi ciudad. Sin pensar se me confundiría con una marioneta política, una hoja seca, un árbol sin nidos. Y esta noche invernal, sin haber podido despedir al sol en su ocaso, aguardo un guiño de Morfeo para soñar con una Zamora más bella, una sociedad más despierta, rebelde, inconformista y reivindicativa. Quizá, mañana, si la niebla se transforma en nube gris y helio recompone mi ánimo, me convenza de que no vivo por inercia, porque toca, porque no tengo otra cosa que hacer.

 

 

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