NOTAS DEL PENSAMIENTO...
Aristóteles, la democracia y la Universidad
José Antonio Ávila López
Aristóteles, que como se sabe forma junto con Sócrates y Platón el fundamento más sólido sobre el que se levanta la cultura occidental, tenía entre los múltiples objetivos de su filosofía lograr sociedades que se estructurasen de la mejor manera posible para garantizar una vida feliz a sus habitantes. A tal fin, consideraba imprescindible que se educase a los ciudadanos en los valores que definían el sistema político en el que pretendían vivir. Aristóteles decía que "de nada sirven las leyes más útiles, aún ratificadas unánimemente por todo el cuerpo civil, si los ciudadanos no son entrenados y educados en el régimen, democráticamente si la legislación es democrática y oligárquicamente si es oligárquica". Hoy, muchos siglos más tarde, nos afanamos en convivir en un sistema democrático que los propios griegos crearon, pero percibimos, al menos muchos de nosotros, que los resultados no son tan buenos como la bondad del sistema prometía y nos preguntamos qué puede fallar. Parece obvio que lo que falla es lo que con buen criterio apuntaba Aristóteles : no se socializa convenientemente la cultura y la ética democráticas. La pregunta es la siguiente : ¿a través de qué medios se transmiten esos valores en la actualidad? Todo este largo preámbulo viene a cuento para justificar lo que expongo a continuación : la Universidad, con sus recursos tanto financieros como pedagógicos podría y debería constituirse en un potente cauce de transmisión de una cultura tal que formase ciudadanos democráticos, es decir, con capacidad para entender por sí mismos el mundo en el que vivimos y poder así asumir correctamente las responsabilidades públicas que el sistema demanda. Basta un simple vistazo a programas de diversas universidades para comprobar que lo que allí se ofrece es un tipo de cultura que podríamos llamar del ocio o de la utilidad, pero, salvo alguna excepción como Filología o Historia Contemporánea, nada que responda a los criterios arriba señalados.
Aristóteles, que como se sabe forma junto con Sócrates y Platón el fundamento más sólido sobre el que se levanta la cultura occidental, tenía entre los múltiples objetivos de su filosofía lograr sociedades que se estructurasen de la mejor manera posible para garantizar una vida feliz a sus habitantes. A tal fin, consideraba imprescindible que se educase a los ciudadanos en los valores que definían el sistema político en el que pretendían vivir. Aristóteles decía que "de nada sirven las leyes más útiles, aún ratificadas unánimemente por todo el cuerpo civil, si los ciudadanos no son entrenados y educados en el régimen, democráticamente si la legislación es democrática y oligárquicamente si es oligárquica". Hoy, muchos siglos más tarde, nos afanamos en convivir en un sistema democrático que los propios griegos crearon, pero percibimos, al menos muchos de nosotros, que los resultados no son tan buenos como la bondad del sistema prometía y nos preguntamos qué puede fallar. Parece obvio que lo que falla es lo que con buen criterio apuntaba Aristóteles : no se socializa convenientemente la cultura y la ética democráticas. La pregunta es la siguiente : ¿a través de qué medios se transmiten esos valores en la actualidad? Todo este largo preámbulo viene a cuento para justificar lo que expongo a continuación : la Universidad, con sus recursos tanto financieros como pedagógicos podría y debería constituirse en un potente cauce de transmisión de una cultura tal que formase ciudadanos democráticos, es decir, con capacidad para entender por sí mismos el mundo en el que vivimos y poder así asumir correctamente las responsabilidades públicas que el sistema demanda. Basta un simple vistazo a programas de diversas universidades para comprobar que lo que allí se ofrece es un tipo de cultura que podríamos llamar del ocio o de la utilidad, pero, salvo alguna excepción como Filología o Historia Contemporánea, nada que responda a los criterios arriba señalados.
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