COSAS MÍAS
Violencia sexual: asesinos de razones y de vidas
Eugenio-Jesús de Ávila
Harto ya de estar harto, ya me cansé de preguntarle al mundo por qué y por qué, como cantara Joan Manuel Serrat, en su tema “Vagabundear”, de esas bestias, con cuerpo de hombre y alma de Satán, que maltratan, asesinan, violan y abusan de las mujeres. Ignoran que sus madres son féminas, que sus ridículas vidas solo habrían sido ucronías. No saben que, si existiera Dios -no lo creo- sería un ser femenino. Celosos de la mayor capacidad de trabajo, de su inteligencia superior, de su sensibilidad lírica, de su belleza eterna, los machistas se han convertido en asesinos de razones y de vidas, en malandrines sociales, en descerebrados con testículos, en castrados mentales.
Tantas leyes “progres” para que siga vigente, y en auge, la violencia del hombre contra la mujer. ¿Por qué me abruma tanta injuria contra la vida, contra la poesía, contra la verdad, desatada por hombres frustrados, hombres sin infancia, hombres sin hombría, hombres sin clase ni elegancia? Porque mi experiencia me ha enseñado que este genocidio femenino no tiene fin, mientras a los niños no se les enseñe en guarderías y después en escuelas de párvulos a respetar a las niñas, al árbol, a la vida, antes que a hablar, leer, sumar, restar, multiplicar y dividir. Ni un aprobado a aquel infante que maltrate a sus compañeros en las aulas, en los recreos, en las familias.
Escribió Rilke, el gran poeta alemán, que la patria es la infancia. Y yo escribo que la patria se halla en toda mujer. Patria, palabra que reúne lo masculino y lo femenino. Mi bandera es la más bella entre todas las naciones, porque luce los colores y los símbolos de niñas, señoritas, señoras y ancianas. La patria de todos los hombres bien nacidos solo puede ser cada una de las mujeres que nos hacen a los varones seres dignos, honrados y nobles. Mi patria se halla en cualquier mujer. No hay vida sin féminas. Solo muerte.
Eugenio-Jesús de Ávila
Harto ya de estar harto, ya me cansé de preguntarle al mundo por qué y por qué, como cantara Joan Manuel Serrat, en su tema “Vagabundear”, de esas bestias, con cuerpo de hombre y alma de Satán, que maltratan, asesinan, violan y abusan de las mujeres. Ignoran que sus madres son féminas, que sus ridículas vidas solo habrían sido ucronías. No saben que, si existiera Dios -no lo creo- sería un ser femenino. Celosos de la mayor capacidad de trabajo, de su inteligencia superior, de su sensibilidad lírica, de su belleza eterna, los machistas se han convertido en asesinos de razones y de vidas, en malandrines sociales, en descerebrados con testículos, en castrados mentales.
Tantas leyes “progres” para que siga vigente, y en auge, la violencia del hombre contra la mujer. ¿Por qué me abruma tanta injuria contra la vida, contra la poesía, contra la verdad, desatada por hombres frustrados, hombres sin infancia, hombres sin hombría, hombres sin clase ni elegancia? Porque mi experiencia me ha enseñado que este genocidio femenino no tiene fin, mientras a los niños no se les enseñe en guarderías y después en escuelas de párvulos a respetar a las niñas, al árbol, a la vida, antes que a hablar, leer, sumar, restar, multiplicar y dividir. Ni un aprobado a aquel infante que maltrate a sus compañeros en las aulas, en los recreos, en las familias.
Escribió Rilke, el gran poeta alemán, que la patria es la infancia. Y yo escribo que la patria se halla en toda mujer. Patria, palabra que reúne lo masculino y lo femenino. Mi bandera es la más bella entre todas las naciones, porque luce los colores y los símbolos de niñas, señoritas, señoras y ancianas. La patria de todos los hombres bien nacidos solo puede ser cada una de las mujeres que nos hacen a los varones seres dignos, honrados y nobles. Mi patria se halla en cualquier mujer. No hay vida sin féminas. Solo muerte.
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