ZAMORANA
Memorias de una vida
Mº Soledad Martín Turiño
¡Cuánto amor en aquellas cartas plagadas de epítetos y retóricas! Ahora parecen cursis, pero formaron parte de una adolescencia y temprana juventud tan idílica que me resisto a desprenderme de ellas. Las guardo atadas con una cinta verde en mi caja de los recuerdos, donde cohabitan con una rosa marchita, la primera pulsera que me regalaron, un camafeo con dos fotografías, cintas de colores… Seguramente debería desembarazarme de estos recuerdos tan lejanos en el tiempo, porque cuando falte, alguien abrirá esta caja para hurgar en mi vida sin ningún pudor; y antes de que eso ocurra me propongo hacer un hatijo y desprenderme de todo.
¡Acumulamos tantas cosas a lo largo de la vida, pequeños objetos sin importancia pero que marcaron un momento especial y único; las tareas con que entreteníamos las horas: bordados, puzles, pintura, escritos… cosas que se van guardando y, al cabo de los años nos resistimos a tirar!
Hace días falleció mi vecina, era ya muy mayor y no tenía hijos. Ayer, sus tres sobrinos llamaron a mi puerta para ofrecerme una bolsa de objetos que no querían malvender ni tirar y, como sabían de nuestra amistad, pensaron en mí para preservarlos. Cogí la bolsa agradecida de que me hubieran tenido en cuenta; abrí su contenido y reviví la historia de Marcela, a través de lo que iba sacando; entonces pensé que no podía perder más tiempo para desprenderme de todas aquellas cosas íntimas y personales antes de que llegaran a manos desconocidas, o que mis propios hijos llamaran a otra casa para dejarlas en custodia.
¡Cuánto amor en aquellas cartas plagadas de epítetos y retóricas! Ahora parecen cursis, pero formaron parte de una adolescencia y temprana juventud tan idílica que me resisto a desprenderme de ellas. Las guardo atadas con una cinta verde en mi caja de los recuerdos, donde cohabitan con una rosa marchita, la primera pulsera que me regalaron, un camafeo con dos fotografías, cintas de colores… Seguramente debería desembarazarme de estos recuerdos tan lejanos en el tiempo, porque cuando falte, alguien abrirá esta caja para hurgar en mi vida sin ningún pudor; y antes de que eso ocurra me propongo hacer un hatijo y desprenderme de todo.
¡Acumulamos tantas cosas a lo largo de la vida, pequeños objetos sin importancia pero que marcaron un momento especial y único; las tareas con que entreteníamos las horas: bordados, puzles, pintura, escritos… cosas que se van guardando y, al cabo de los años nos resistimos a tirar!
Hace días falleció mi vecina, era ya muy mayor y no tenía hijos. Ayer, sus tres sobrinos llamaron a mi puerta para ofrecerme una bolsa de objetos que no querían malvender ni tirar y, como sabían de nuestra amistad, pensaron en mí para preservarlos. Cogí la bolsa agradecida de que me hubieran tenido en cuenta; abrí su contenido y reviví la historia de Marcela, a través de lo que iba sacando; entonces pensé que no podía perder más tiempo para desprenderme de todas aquellas cosas íntimas y personales antes de que llegaran a manos desconocidas, o que mis propios hijos llamaran a otra casa para dejarlas en custodia.




















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