NOTAS DEL PENSAMIENTO
Epístolas, cartas... y correos no deseados
José Antonio Ávila López
![[Img #96475]](https://eldiadezamora.es/upload/images/03_2025/8106_6099_2708_jose-antonio-avila-lopez.jpg)
Que estamos siendo colonizados con el inglés como lengua vehicular internacional es indudable. Que utilicemos, debido a los avances científicos y tecnológicos, expresiones o palabras en inglés porque no tienen su equivalente en español es correcto, pero que estemos cayendo en una especie de rendición lingüística, ya sea por la imposición de la globalización, por pereza o por presumir, ya no me parece tan bien. Alguna vez nos habremos quedado esperando un correo electrónico, ya fuera para confirmar una compra en línea o para recibir alguna notificación, y no nos llegaba. Al ponernos en contacto con el distribuidor del mensaje, nos suele decir que miremos en la bandeja de correo no deseado, debido a que muchos ordenadores derivan a esa carpeta los mensajes de emisores desconocidos. Y esa expresión de correo indeseado me resulta llamativa y peculiar, pues sigo reivindicando y echando de menos, epístolas, cartas de papel y cualquier tipo de misiva escrita de puño y letra que son (o, mejor dicho, eran) deseados. Soy de los que piensan que la escritura a mano sigue siendo esencial como gesto propio de los seres humanos, a pesar de la actual preponderancia del teclado y de los avances tecnológicos, que están poniendo en cuestión la necesidad de escribir de puño y letra. Los humanistas siempre han afirmado que “escribir es vivirse, conocerse, hacerse arqueólogo de uno mismo”. Escribir a mano tiene efectos muy positivos en la gestión de nuestras emociones y está demostrado que activa el cerebro de una manera diferente y más positiva que hacerlo de forma electrónica. La época en que las personas relataban sus experiencias en un diario de papel, escribían cartas o tomaban notas con lápiz o bolígrafo, parece que se termina, porque muchos piensan que es una pérdida de tiempo en la era digital. Ya solo escribimos, en la mejor de las ocasiones, cuando tenemos que firmar algún documento o para hacer la lista de la compra. Ya no mandamos ni recibimos cartas, aunque “sean con sabor amargo, con sabor a lágrimas”, que decía la canción. El simple hecho de escribir algo a mano nos compromete con nosotros mismos y con la realización del mensaje llevado al papel.
![[Img #96475]](https://eldiadezamora.es/upload/images/03_2025/8106_6099_2708_jose-antonio-avila-lopez.jpg)
Que estamos siendo colonizados con el inglés como lengua vehicular internacional es indudable. Que utilicemos, debido a los avances científicos y tecnológicos, expresiones o palabras en inglés porque no tienen su equivalente en español es correcto, pero que estemos cayendo en una especie de rendición lingüística, ya sea por la imposición de la globalización, por pereza o por presumir, ya no me parece tan bien. Alguna vez nos habremos quedado esperando un correo electrónico, ya fuera para confirmar una compra en línea o para recibir alguna notificación, y no nos llegaba. Al ponernos en contacto con el distribuidor del mensaje, nos suele decir que miremos en la bandeja de correo no deseado, debido a que muchos ordenadores derivan a esa carpeta los mensajes de emisores desconocidos. Y esa expresión de correo indeseado me resulta llamativa y peculiar, pues sigo reivindicando y echando de menos, epístolas, cartas de papel y cualquier tipo de misiva escrita de puño y letra que son (o, mejor dicho, eran) deseados. Soy de los que piensan que la escritura a mano sigue siendo esencial como gesto propio de los seres humanos, a pesar de la actual preponderancia del teclado y de los avances tecnológicos, que están poniendo en cuestión la necesidad de escribir de puño y letra. Los humanistas siempre han afirmado que “escribir es vivirse, conocerse, hacerse arqueólogo de uno mismo”. Escribir a mano tiene efectos muy positivos en la gestión de nuestras emociones y está demostrado que activa el cerebro de una manera diferente y más positiva que hacerlo de forma electrónica. La época en que las personas relataban sus experiencias en un diario de papel, escribían cartas o tomaban notas con lápiz o bolígrafo, parece que se termina, porque muchos piensan que es una pérdida de tiempo en la era digital. Ya solo escribimos, en la mejor de las ocasiones, cuando tenemos que firmar algún documento o para hacer la lista de la compra. Ya no mandamos ni recibimos cartas, aunque “sean con sabor amargo, con sabor a lágrimas”, que decía la canción. El simple hecho de escribir algo a mano nos compromete con nosotros mismos y con la realización del mensaje llevado al papel.



















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