BASURAS
Contenedores que nunca funcionaron bien
Elegidos sin criterio, incómodos de usar y con fallos desde el principio: un problema que la ciudad arrastra desde 2022
A mediados de 2022, con la llegada de la nueva concesionaria de recogida de basura, se renovaron todos los contenedores de la ciudad. La idea, en teoría, era mejorar la uniformidad y el impacto visual, pero la realidad ha demostrado que la elección del modelo no fue la más acertada. Se instalaron 2.134 contenedores, algunos para sustituir los antiguos y otros para ampliar su número. El costo de esta renovación no es un detalle menor, ya que los vecinos de la ciudad han pagado por unos contenedores que no cumplen con su función. Desde el primer día comenzaron las quejas. El sistema de apertura mediante pedal, que en principio parecía una mejora, resultó ser un obstáculo, sobre todo para las personas mayores, ya que requiere demasiada fuerza para ser accionado.
Con el uso, muchos contenedores han sufrido averías en el mecanismo de apertura, lo que impide que las tapas cierren bien y que se abran lo suficiente para introducir la basura con facilidad. Esto obliga a muchos vecinos a levantar la tapa con la mano o, en su defecto, a dejar la bolsa en el suelo. Esta situación no solo es incómoda, sino que también genera un problema de higiene, al no poder cerrar bien los contenedores y permitir que la basura se desborde.
El vandalismo es otro factor que afecta tanto a los antiguos como a los nuevos contenedores, pero en este caso el problema es estructural, la elección del modelo no fue la más adecuada. Los contenedores anteriores solían presentar desgaste en el cable del pedal o roturas en las paredes, problemas que se solucionaban con refuerzos. Sin embargo, los nuevos presentan fallos desde el primer momento, lo que hace evidente que no se valoró bien la experiencia en otras ciudades antes de implantarlos aquí. Además, la falta de previsión en cuanto a su durabilidad ha obligado a la ciudad a invertir más dinero en reparaciones.
Otro inconveniente es su ubicación. En zonas como las cercanías del mercado, han tenido que ser fijados a un soporte para evitar que se muevan según las conveniencias de algunos. Si a esto sumamos los problemas de accesibilidad y funcionamiento, la conclusión es clara: la ciudad se ha gastado un dinero en contenedores que no cumplen su función como deberían. Y lo peor es que ahora toca repararlos. Una vez más, se demuestra que las decisiones improvisadas acaban saliendo caras. Y, en este caso, son los vecinos quienes están pagando el precio de una gestión deficiente.

A mediados de 2022, con la llegada de la nueva concesionaria de recogida de basura, se renovaron todos los contenedores de la ciudad. La idea, en teoría, era mejorar la uniformidad y el impacto visual, pero la realidad ha demostrado que la elección del modelo no fue la más acertada. Se instalaron 2.134 contenedores, algunos para sustituir los antiguos y otros para ampliar su número. El costo de esta renovación no es un detalle menor, ya que los vecinos de la ciudad han pagado por unos contenedores que no cumplen con su función. Desde el primer día comenzaron las quejas. El sistema de apertura mediante pedal, que en principio parecía una mejora, resultó ser un obstáculo, sobre todo para las personas mayores, ya que requiere demasiada fuerza para ser accionado.
Con el uso, muchos contenedores han sufrido averías en el mecanismo de apertura, lo que impide que las tapas cierren bien y que se abran lo suficiente para introducir la basura con facilidad. Esto obliga a muchos vecinos a levantar la tapa con la mano o, en su defecto, a dejar la bolsa en el suelo. Esta situación no solo es incómoda, sino que también genera un problema de higiene, al no poder cerrar bien los contenedores y permitir que la basura se desborde.
El vandalismo es otro factor que afecta tanto a los antiguos como a los nuevos contenedores, pero en este caso el problema es estructural, la elección del modelo no fue la más adecuada. Los contenedores anteriores solían presentar desgaste en el cable del pedal o roturas en las paredes, problemas que se solucionaban con refuerzos. Sin embargo, los nuevos presentan fallos desde el primer momento, lo que hace evidente que no se valoró bien la experiencia en otras ciudades antes de implantarlos aquí. Además, la falta de previsión en cuanto a su durabilidad ha obligado a la ciudad a invertir más dinero en reparaciones.
Otro inconveniente es su ubicación. En zonas como las cercanías del mercado, han tenido que ser fijados a un soporte para evitar que se muevan según las conveniencias de algunos. Si a esto sumamos los problemas de accesibilidad y funcionamiento, la conclusión es clara: la ciudad se ha gastado un dinero en contenedores que no cumplen su función como deberían. Y lo peor es que ahora toca repararlos. Una vez más, se demuestra que las decisiones improvisadas acaban saliendo caras. Y, en este caso, son los vecinos quienes están pagando el precio de una gestión deficiente.
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