NOTAS DEL PENSAMIENTO...
Europa es vieja, y supuestamente sabia
José Antonio Ávila López
La vieja y supuestamente sabia Europa está sufriendo ahora en sus propias carnes esa aceleración decadente de la joven América, cuyas etapas se han acelerado brutalmente y tras sus pasados esplendores, durante los que abanderó e incluso protegió a la cansada Europa, ha entrado en la decadencia de la vejez sin sabiduría, y sin haber gozado de una etapa clásica, brillante e innovadora, ni una Edad Media con muchos defectos y algunos valores, ni un Renacimiento o una Ilustración u otros movimientos culturales o humanísticos. Y ahora afronta la decadencia moral, política y de prestigio, en la que muchos ven una repetición de las grandes frustraciones ideológicas de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, excepto en el ambivalente y descontrolado espíritu tecnológico de esta época : un ejemplo de ello son Brasil, Colombia, Nicaragua, Cuba, México o Venezuela. Europa se ha convertido en el último bastión democrático, amenazado en su propio seno por el auge del poder de las élites progresistas extremas que están recibiendo ayuda y empuje del autoritarismo de la Unión Europea. Europa atisba un horizonte sombrío, y más que nunca, desde la soberanía de los pueblos, se ha de trabajar para que la mayor parte de Europa siga siendo el referente de la convivencia civilizada, del anhelo de libertad personal y colectiva, depositaria de una cultura y una sabiduría de siglos, monumental y cercana al resto del mundo. El Viejo Continente tiene muchos de los defectos de la vejez : el exceso de burocracia, lentitud de reflejos, excesiva afición al debate, nacionalismos excluyentes y una deriva penosa. La Unión Europea, su nave capitana, debe cambiar y tomar el mando con un nuevo rumbo, y por eso es el momento de levantar la voz y las voluntades hacia la protección de esa idea tan poderosa : no dejemos que Europa se convierta en un satélite de las élites progres y del despotismo oriental. Como dijo Jorge Luis Borges : «Tomemos la extraña resolución de ser razonables. Olvidemos nuestras diferencias y acentuemos nuestras afinidades».
La vieja y supuestamente sabia Europa está sufriendo ahora en sus propias carnes esa aceleración decadente de la joven América, cuyas etapas se han acelerado brutalmente y tras sus pasados esplendores, durante los que abanderó e incluso protegió a la cansada Europa, ha entrado en la decadencia de la vejez sin sabiduría, y sin haber gozado de una etapa clásica, brillante e innovadora, ni una Edad Media con muchos defectos y algunos valores, ni un Renacimiento o una Ilustración u otros movimientos culturales o humanísticos. Y ahora afronta la decadencia moral, política y de prestigio, en la que muchos ven una repetición de las grandes frustraciones ideológicas de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, excepto en el ambivalente y descontrolado espíritu tecnológico de esta época : un ejemplo de ello son Brasil, Colombia, Nicaragua, Cuba, México o Venezuela. Europa se ha convertido en el último bastión democrático, amenazado en su propio seno por el auge del poder de las élites progresistas extremas que están recibiendo ayuda y empuje del autoritarismo de la Unión Europea. Europa atisba un horizonte sombrío, y más que nunca, desde la soberanía de los pueblos, se ha de trabajar para que la mayor parte de Europa siga siendo el referente de la convivencia civilizada, del anhelo de libertad personal y colectiva, depositaria de una cultura y una sabiduría de siglos, monumental y cercana al resto del mundo. El Viejo Continente tiene muchos de los defectos de la vejez : el exceso de burocracia, lentitud de reflejos, excesiva afición al debate, nacionalismos excluyentes y una deriva penosa. La Unión Europea, su nave capitana, debe cambiar y tomar el mando con un nuevo rumbo, y por eso es el momento de levantar la voz y las voluntades hacia la protección de esa idea tan poderosa : no dejemos que Europa se convierta en un satélite de las élites progres y del despotismo oriental. Como dijo Jorge Luis Borges : «Tomemos la extraña resolución de ser razonables. Olvidemos nuestras diferencias y acentuemos nuestras afinidades».




















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