ZAMORANA
Cosa de dos
Mª Soledad Martín Turiño
![[Img #96866]](https://eldiadezamora.es/upload/images/03_2025/5606_4032_sol1.jpg)
Descansaba a su lado en aquella cama antigua de medidas que entonces llamaban “de matrimonio cariñoso”, porque resultaba bastante justita para una pareja, sobre todo si alguno de ellos, o los dos, eran de complexión fuerte. Aquella noche cayó rendida porque había tenido un día duro, sin parar con los cuatro hijos, la compra, comida, lavadora… todo se le había juntado a aquella buena mujer que no disponía de ayuda, pese a que ya no era ninguna niña, pero tampoco se quejaba, porque había cumplido su meta en la vida saliendo de casa de sus padres para casarse y tener hijos.
Aquella noche se acostó temprano, una vez logró que la casa estuviera en calma y todo en orden; dejó a su marido en el salón viendo la película de turno y gozó con la experiencia de aquellos exiguos momentos de soledad: una ducha rápida que calmara su cuerpo cansado, un camisón limpio y estirarse en aquella cama para ella sola, al menos un rato, era su única satisfacción.
Se durmió casi inmediatamente; estaba soñando con aquel viaje que no hicieron en un enorme barco y que le prometió su marido como viaje de novios, el crucero que siempre quisieron hacer, pero nunca era buen momento y se posponía porque era preferible sacar adelante a los hijos, pagar una clase de refuerzo para Iván que flojeaba en matemáticas, o la federación de karate de Jorge que despuntaba en ese deporte y le habían propuesto competir a nivel regional y ¡quien sabe, si con un poco de suerte llegara incluso más lejos! El caso es que, por un motivo o por otro, el viaje no se llevaba a cabo; sin embargo, en aquel sueño se veía en el camarote arreglándose con sus mejores galas para bajar a cenar. El día había transcurrido entre la piscina, jugar al minigolf y una charla con las señoras que había conocido a bordo y cuya conversación siempre resultaba un estímulo para ella.
Por la noche, después de cenar, tomaban una copa en cubierta mientras contaban las estrellas y después entraban en el salón de baile. Sentía los brazos de su marido rodeándola suavemente mientras giraban una y otra vez a los acordes de un hermoso vals. La luz era tenue y se percibía un aroma agradable proveniente de señoras y caballeros perfumados y vestidos para la ocasión. En aquel momento no creía que pudiera ser más dichosa, pero entonces sintió unos toques en el hombro y, de pronto, despertó para darse cuenta de que su marido la reclamaba:
- ¿Estás despierta?
- Ahora sí –contestó amodorrada-. ¿Qué ocurre?
- No, nada, es que no puedo dormir.
Le hubiera matado por haber interrumpido aquel sueño donde era tan feliz; en vez de eso, sonrió a sí misma y pensó que “los sueños, sueños son”.
![[Img #96866]](https://eldiadezamora.es/upload/images/03_2025/5606_4032_sol1.jpg)
Descansaba a su lado en aquella cama antigua de medidas que entonces llamaban “de matrimonio cariñoso”, porque resultaba bastante justita para una pareja, sobre todo si alguno de ellos, o los dos, eran de complexión fuerte. Aquella noche cayó rendida porque había tenido un día duro, sin parar con los cuatro hijos, la compra, comida, lavadora… todo se le había juntado a aquella buena mujer que no disponía de ayuda, pese a que ya no era ninguna niña, pero tampoco se quejaba, porque había cumplido su meta en la vida saliendo de casa de sus padres para casarse y tener hijos.
Aquella noche se acostó temprano, una vez logró que la casa estuviera en calma y todo en orden; dejó a su marido en el salón viendo la película de turno y gozó con la experiencia de aquellos exiguos momentos de soledad: una ducha rápida que calmara su cuerpo cansado, un camisón limpio y estirarse en aquella cama para ella sola, al menos un rato, era su única satisfacción.
Se durmió casi inmediatamente; estaba soñando con aquel viaje que no hicieron en un enorme barco y que le prometió su marido como viaje de novios, el crucero que siempre quisieron hacer, pero nunca era buen momento y se posponía porque era preferible sacar adelante a los hijos, pagar una clase de refuerzo para Iván que flojeaba en matemáticas, o la federación de karate de Jorge que despuntaba en ese deporte y le habían propuesto competir a nivel regional y ¡quien sabe, si con un poco de suerte llegara incluso más lejos! El caso es que, por un motivo o por otro, el viaje no se llevaba a cabo; sin embargo, en aquel sueño se veía en el camarote arreglándose con sus mejores galas para bajar a cenar. El día había transcurrido entre la piscina, jugar al minigolf y una charla con las señoras que había conocido a bordo y cuya conversación siempre resultaba un estímulo para ella.
Por la noche, después de cenar, tomaban una copa en cubierta mientras contaban las estrellas y después entraban en el salón de baile. Sentía los brazos de su marido rodeándola suavemente mientras giraban una y otra vez a los acordes de un hermoso vals. La luz era tenue y se percibía un aroma agradable proveniente de señoras y caballeros perfumados y vestidos para la ocasión. En aquel momento no creía que pudiera ser más dichosa, pero entonces sintió unos toques en el hombro y, de pronto, despertó para darse cuenta de que su marido la reclamaba:
- ¿Estás despierta?
- Ahora sí –contestó amodorrada-. ¿Qué ocurre?
- No, nada, es que no puedo dormir.
Le hubiera matado por haber interrumpido aquel sueño donde era tan feliz; en vez de eso, sonrió a sí misma y pensó que “los sueños, sueños son”.

















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