Sábado, 01 de Noviembre de 2025

Mª Soledad Martín Turiño
Lunes, 17 de Marzo de 2025
ZAMORANA

Universos diferentes

[Img #96985]En días desapacibles, en los que el sol no hace su aparición, llueve sin tino, la gente desaparece de las calles, los olvidados copos de nieve vuelven a cubrir calles y plazas y un frio incomprensible regresa para recordarnos que aún no es primavera; en estos días, cuando se está a gusto en casa, abrigados con el calor de la chimenea o la calefacción, a salvo de cualquier aparente indicio de peligro, se me ocurre mirar por la ventana haciendo bueno el adagio que un viejo profesor de literatura del instituto decía con frecuencia: “¡qué bonito es ver llover detrás de los cristales!”.

 

Recorro con la mirada la dirección de la lluvia, las pocas hojas que quedan en los árboles y van cayendo con la fuerza del agua, las aceras limpias, las ventanas de los edificios contiguos donde moran familias con vidas secretas, inquietudes desconocidas, anhelos, comportamientos e ilusiones que habitan entre los muros de cada vivienda. Luego distraigo la vista hacia algunos comercios que hoy, por ser domingo, están cerrados; sin embargo, en la tienda de la esquina, que abre todos los días del año, permanece un hombre, de pie durante horas; es de raza negra, muy delgado, de elevada estatura, que chapurrea el español con cuatro palabras aprendidas y se aposta a la entrada del comercio para que le den algo de comida. No suele pedir dinero, y saluda a los viandantes con un cálido buenos días acompañado de una sonrisa.

 

Le conozco desde hace tiempo porque es fiel a su comercio. Nunca entra si no es para comprar algo con las monedas que le hayan dado, ni tampoco agobia a las señoras con la pretensión de llevarles el carrito o ayudarlas a cruzar la calle. Tiene un curioso porte de dignidad que me lleva a imaginarlo como jefe de una tribu guerrera del continente africano, y me pregunto cómo habrá llegado hasta aquí, las calamidades que habrá tenido que pasar, la humillación de ser una persona invisible para el resto, la vergüenza de no tener nada.

 

Todos habitamos el mismo mundo, pero cada persona vive su propio cosmos, diferente de los demás y en algunos casos es un infierno que solo la resistencia humana es capaz de soportar; por eso comprendo a este hombre cuando un día le vi dando buena cuenta de un brick de vino peleón; hacía frio y quizá esa era su única forma de calentarse. Recuerdo que le pregunté si había desayunado y qué quería que le comprara, pero aquel día no entendió mis palabras; solo me sonrió y me miró muy intensamente, sin decir nada.

 

Han pasado más de dos horas y sigue en el mismo sitio, en pie, bajo la cornisa, para cobijarse de la lluvia. He visto a un par de mujeres que, al salir de la tienda, le dan un paquete y él hace una pequeña reverencia con la cabeza y da las gracias. Hoy, al menos, tendrá algo que llevarse a la boca.

 

Mª Soledad Martín Turiño

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