Mª Soledad Martín Turiño
Miércoles, 19 de Marzo de 2025
ZAMORANA

Siempre Zamora

Mª Soledad Martín Turiño

Zamora ha amanecido triste, empapada de lluvia, el sol se ha ocultado desde hace días y no quiere ser visto; tal vez esté cansado de dar luz y vida y necesite un oportuno descanso para recuperarse y regresar con un reflejo aún más fulgurante. Es curioso lo que afecta la climatología en la vida de la gente, y no solo porque les impida salir de casa cuando la lluvia, el frio o el viento hacen su aparición, sino también porque el ánimo se desvanece, nos sentimos más vulnerables, más apagados, sin ganas ni motivación para resistir.

 

El invierno es proclive a la vida dentro de casa, a gozar de un rato de lectura, una buena película o los juegos de mesa a los que muchos son tan aficionados. La calle se observa desde el interior, porque nada anima a salir si no es para despejar un rato la cabeza después de varias horas de internamiento. Confieso que es la mejor época para concentrarme, lejos de ruidos o ansias de gozar la calle; son momentos de introspección, de recuerdo y si, con un poco de suerte, llegan las musas con su maravillosa inspiración, ese es el mejor regalo.

 

Zamora huele a piedra mojada, a tierra húmeda; sabe a niebla y misterio y cuando, de atardecida, enciende sus farolas, se diría que esta ciudad medieval se sumerge en su pasado y a nadie extrañaría que un hombre embozado saliera de un coche de caballos para ver a su dama a la salida de una iglesia; en esa arraigada tradición de templos y ermitas que guardan tantos secretos de confesiones, amoríos y delaciones en tiempos pasados, y constituyen una fuente de leyendas, como la de Diego de Alvarado, cuya cabeza quedó aprisionada en una ventana de la catedral cuando quiso arrojar las joyas y dineros que robó para casarse con su amada doña Inés de Mansilla, y allí permanece hoy en día su cabeza petrificada; o la historia de la iglesia de la Magdalena, de la que se dice que, si un visitante no consigue ver al obispo esculpido en la puerta meridional del templo, no se casará; o la modesta Ermita de Santiago donde fue investido como caballero por el rey de Castilla el mismísimo Cid Campeador.

 

[Img #97016]

 

Voy por las calles desiertas camino a la catedral, transitando despacio, retando a esas nubes amenazantes que no impedirán que continúe mi senda, rúas estrechas de piedra que concitan mi atención hasta que, al fondo, aparece la torre y he de volver a la realidad de esta época, ya que venía del pasado, de ese pretérito que me ha ido señalando el ambiente de esta Zamora del medievo que se resiste a la modernidad y continúa con su estilo de vida fiel al pasado, a su historia y sus leyendas, a las personas que hicieron de ella lo que es hoy en día; y pensando en ello, con la catedral frente a mí, me siento orgullosa de esta pequeña ciudad de provincias, que atrapa con su encanto y fideliza a aquellos que la amamos.

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