
COSAS DE DE LA BIEN CERCADA
Disfrutar de Zamora durante todas las estaciones del año
Eugenio-Jesús de Ávila
Nuestra ciudad es mucho más que una Semana Santa, la de siempre, la de las grandes cofradías del barroco, y la contemporánea, creada después de la Guerra Civil, excepción del Silencio, que este año 2025 celebra su centenario. Zamora debería convocar al turismo cultural todos los meses del año, desde la primavera el próximo invierno. ¿Cómo? Pues con acontecimientos que atraigan la atención de las personas ávidas de cultivar sus sentidos, de conocer la génesis de la historia de España, vivir in situ el Cerco de Zamora, argumento propio de una obra de Shakespeare; disfrutar de sus paisajes, creados por el Duero, río caprichoso que se enamoró del Puente Románico hace unos cuantos siglos, que, de vez en cuando, se enfada y se desborda o que mantiene diálogos, mientras se hace portugués, con las murallas y la Catedral. Y después de cultivar el alma, habrá que restaurar los cuerpos.
Nuestra ciudad y la provincia ofrecen viandas extraordinarias para los paladares más exigentes y, además, espacios sublimes y únicos, desde las Lagunas de Villafáfila, hasta las comarcas de Sanabria y Aliste, las llanuras de la Tierra de Campos, la belleza enclaustrada de Toro, los valles del norte provincial o los Arribes del Duero. La oferta de Zamora me parece muy atractiva. Solo necesitamos darla a conocer más allá de la Semana Santa, reducida, en lo turístico, desde la noche de Miércoles Santo a la mañana del Domingo de Resurrección. Aprovechemos esas jornadas sacras para enfatizar otros encantos durante el resto del año.
Hagamos del Duero un paraíso. Contemplemos su curso desde un gran mirador, disfrutemos de sus aceñas, Pinilla, Cabañales, Olivares y Gijón; embellezcamos sus márgenes, protejamos su fauna y flora. Zamora no se gana en una hora, no se la conoce solo en Semana Santa. Hay que amar a Zamora todos los días, como el poeta escribe versos a su amada al alba y al ocaso, buscando en la rima su belleza eterna.
Asumamos que hay tantas Zamoras como estaciones del año. Disfrutemos de esta primavera rebelde, del seco y caliente verano, del melancólico otoño y de las nieblas y heladas del invierno.
Eugenio-Jesús de Ávila
Nuestra ciudad es mucho más que una Semana Santa, la de siempre, la de las grandes cofradías del barroco, y la contemporánea, creada después de la Guerra Civil, excepción del Silencio, que este año 2025 celebra su centenario. Zamora debería convocar al turismo cultural todos los meses del año, desde la primavera el próximo invierno. ¿Cómo? Pues con acontecimientos que atraigan la atención de las personas ávidas de cultivar sus sentidos, de conocer la génesis de la historia de España, vivir in situ el Cerco de Zamora, argumento propio de una obra de Shakespeare; disfrutar de sus paisajes, creados por el Duero, río caprichoso que se enamoró del Puente Románico hace unos cuantos siglos, que, de vez en cuando, se enfada y se desborda o que mantiene diálogos, mientras se hace portugués, con las murallas y la Catedral. Y después de cultivar el alma, habrá que restaurar los cuerpos.
Nuestra ciudad y la provincia ofrecen viandas extraordinarias para los paladares más exigentes y, además, espacios sublimes y únicos, desde las Lagunas de Villafáfila, hasta las comarcas de Sanabria y Aliste, las llanuras de la Tierra de Campos, la belleza enclaustrada de Toro, los valles del norte provincial o los Arribes del Duero. La oferta de Zamora me parece muy atractiva. Solo necesitamos darla a conocer más allá de la Semana Santa, reducida, en lo turístico, desde la noche de Miércoles Santo a la mañana del Domingo de Resurrección. Aprovechemos esas jornadas sacras para enfatizar otros encantos durante el resto del año.
Hagamos del Duero un paraíso. Contemplemos su curso desde un gran mirador, disfrutemos de sus aceñas, Pinilla, Cabañales, Olivares y Gijón; embellezcamos sus márgenes, protejamos su fauna y flora. Zamora no se gana en una hora, no se la conoce solo en Semana Santa. Hay que amar a Zamora todos los días, como el poeta escribe versos a su amada al alba y al ocaso, buscando en la rima su belleza eterna.
Asumamos que hay tantas Zamoras como estaciones del año. Disfrutemos de esta primavera rebelde, del seco y caliente verano, del melancólico otoño y de las nieblas y heladas del invierno.
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