NOTAS DEL PENSAMIENTO
El vínculo legendario
![[Img #97097]](https://eldiadezamora.es/upload/images/03_2025/1998_4810_7036_9924_1363_jose-antonio-avila-lopez.jpg)
Uno de los orígenes más comúnmente aceptados de la palabra jubilación es del latín jubilare, que significa gritar de alegría. Pero, cabe preguntarse: ¿En todos los casos el jubilado grita de alegría cuando deja de trabajar? Obviamente, es un gran júbilo cuando el trabajador se retira de un trabajo del que está cansado o que lo oprime, pero todo lo contrario cuando es un trabajo que lo enriquece y con el que disfruta. Así, el fin de la actividad profesional puede ser liberador para unos y traumático para otros, según vaya acompañado de un sentimiento de júbilo y plenitud, o de aburrimiento y de no saber qué hacer. Lo cierto es que es un gran privilegio convertirse en dueños de nuestro propio tiempo, en administradores de ese reloj de la vida que, si no pasa algo extraordinario o algún fatalismo, podemos organizar a nuestro antojo y según nuestras posibilidades. Pero en nuestra cultura occidental, llena de prisas y de un cierto culto a lo nuevo y de última generación, tendemos a pensar en los jubilados, y por ende, en nuestros mayores, como personas en la reserva, casi como una carga, como trastos que ya no utilizamos y que, por lo tanto, dejan de tener utilidad, salvo la de hacernos algunos recados o encargarse de los nietos, porque en muchos casos jubilado es sinónimo de abuelo. Y si eso tiene arreglo es estrechando los lazos intergeneracionales, fomentando el respeto hacia las personas mayores desde pequeños, y como leí una vez, “alimentar vínculos estrechos y amorosos en los que se fomente el interés por aprender de la experiencia y de las vivencias que han tenido las personas mayores”, de lo contrario, y hoy más que nunca, se corre el riesgo de romper los vínculos legendarios entre la juventud y la vejez. A lo largo de la historia y en las culturas más antiguas, el papel de los mayores fue siempre vital para el progreso de las mismas. Es del todo inaceptable que en nuestra sociedad no se tome la conciencia debida de la consideración de este amplio grupo de personas, y no quiero pensar mal, pero dejar a las personas mayores al margen porque ya no nos sirven o les otorgamos escaso valor, dice mucho de la sociedad que con grandísimo esfuerzo ellos, nosotros, ayudamos a construir.
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Uno de los orígenes más comúnmente aceptados de la palabra jubilación es del latín jubilare, que significa gritar de alegría. Pero, cabe preguntarse: ¿En todos los casos el jubilado grita de alegría cuando deja de trabajar? Obviamente, es un gran júbilo cuando el trabajador se retira de un trabajo del que está cansado o que lo oprime, pero todo lo contrario cuando es un trabajo que lo enriquece y con el que disfruta. Así, el fin de la actividad profesional puede ser liberador para unos y traumático para otros, según vaya acompañado de un sentimiento de júbilo y plenitud, o de aburrimiento y de no saber qué hacer. Lo cierto es que es un gran privilegio convertirse en dueños de nuestro propio tiempo, en administradores de ese reloj de la vida que, si no pasa algo extraordinario o algún fatalismo, podemos organizar a nuestro antojo y según nuestras posibilidades. Pero en nuestra cultura occidental, llena de prisas y de un cierto culto a lo nuevo y de última generación, tendemos a pensar en los jubilados, y por ende, en nuestros mayores, como personas en la reserva, casi como una carga, como trastos que ya no utilizamos y que, por lo tanto, dejan de tener utilidad, salvo la de hacernos algunos recados o encargarse de los nietos, porque en muchos casos jubilado es sinónimo de abuelo. Y si eso tiene arreglo es estrechando los lazos intergeneracionales, fomentando el respeto hacia las personas mayores desde pequeños, y como leí una vez, “alimentar vínculos estrechos y amorosos en los que se fomente el interés por aprender de la experiencia y de las vivencias que han tenido las personas mayores”, de lo contrario, y hoy más que nunca, se corre el riesgo de romper los vínculos legendarios entre la juventud y la vejez. A lo largo de la historia y en las culturas más antiguas, el papel de los mayores fue siempre vital para el progreso de las mismas. Es del todo inaceptable que en nuestra sociedad no se tome la conciencia debida de la consideración de este amplio grupo de personas, y no quiero pensar mal, pero dejar a las personas mayores al margen porque ya no nos sirven o les otorgamos escaso valor, dice mucho de la sociedad que con grandísimo esfuerzo ellos, nosotros, ayudamos a construir.




















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