EL BECARIO TARDIO
Funcionarios
Esteban Pedrosa
Leo o escucho, con asombro, que los jóvenes de hoy prefieren ser emprendedores a funcionarios y lo del asombro me viene de lo mucho que pueden cambiar las cosas en apenas cinco años o menos, cuando la tendencia era al revés y se decía aquello de “quiero ser político -otra forma o variante de ser funcionario- para tocarme los huevos”.
Soy de los que piensan que hay dos formas de tocárselos, siendo una de ellas hacerlo sin reparo ni culpas y la otra con remordimientos, que no deja de ser lo mismo, estando la única diferencia en que se suban los colores y te entre un poco de vergüenza, que puede ser ajena o no.
Ni que decir hace falta que toda generalización acarrea injusticias y, dado que las almas cándidas lo que más tememos es cometerlas, justo es decir que, como en todas las profesiones, no están todos los que son ni son todos los que están
Conviene recordar que funcionario es el policía o el profesor, lo mismo que el que nos viene siempre a la mente, el que nos escucha detrás de una ventanilla y nos suelta el famoso “vuelva usted mañana”, que nosotros pensamos que es para hacernos la puñeta y la realidad es que no hicimos los deberes con el papeleo solicitado. Comparo al agente del orden con el que trabaja en una institución pública detrás de un mostrador o ventanilla, porque sus papeles son muy distintos y se nos suele olvidar -por ello- que pertenecen al mismo tinglado estatal.
Aunque no lo crean, hay funcionarios de vocación y vocaciones que funcionan en el alambre de la contradicción, con episodios funambulescos que suelen darse con red para tener las espaldas guardadas y ello nos salva también al resto de la hecatombe, de que dejara de funcionar todo a su debido tiempo y, siempre, siempre, nos quedará el profesional, el funcionario vocacional, aunque nos exaspere su pulcritud, su exactitud en el papeleo y su manía en regañarnos y pensar por nosotros. No se puede tener todo. ¿O sí?
Leo o escucho, con asombro, que los jóvenes de hoy prefieren ser emprendedores a funcionarios y lo del asombro me viene de lo mucho que pueden cambiar las cosas en apenas cinco años o menos, cuando la tendencia era al revés y se decía aquello de “quiero ser político -otra forma o variante de ser funcionario- para tocarme los huevos”.
Soy de los que piensan que hay dos formas de tocárselos, siendo una de ellas hacerlo sin reparo ni culpas y la otra con remordimientos, que no deja de ser lo mismo, estando la única diferencia en que se suban los colores y te entre un poco de vergüenza, que puede ser ajena o no.
Ni que decir hace falta que toda generalización acarrea injusticias y, dado que las almas cándidas lo que más tememos es cometerlas, justo es decir que, como en todas las profesiones, no están todos los que son ni son todos los que están
Conviene recordar que funcionario es el policía o el profesor, lo mismo que el que nos viene siempre a la mente, el que nos escucha detrás de una ventanilla y nos suelta el famoso “vuelva usted mañana”, que nosotros pensamos que es para hacernos la puñeta y la realidad es que no hicimos los deberes con el papeleo solicitado. Comparo al agente del orden con el que trabaja en una institución pública detrás de un mostrador o ventanilla, porque sus papeles son muy distintos y se nos suele olvidar -por ello- que pertenecen al mismo tinglado estatal.
Aunque no lo crean, hay funcionarios de vocación y vocaciones que funcionan en el alambre de la contradicción, con episodios funambulescos que suelen darse con red para tener las espaldas guardadas y ello nos salva también al resto de la hecatombe, de que dejara de funcionar todo a su debido tiempo y, siempre, siempre, nos quedará el profesional, el funcionario vocacional, aunque nos exaspere su pulcritud, su exactitud en el papeleo y su manía en regañarnos y pensar por nosotros. No se puede tener todo. ¿O sí?




















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