HABLEMOS
Falso debate
En nuestro peculiar universo mediático, se ha suscitado recientemente una disputa acerca del hipotético conflicto entre la libertad de expresión materializada en otra paralela de opinión y publicación dentro del ámbito editorial, y la salvaguarda moral de la madre que hubo de pasar por el calvario de la muerte de sus dos chiquillos a manos del padre y marido, en uno de los episodios más abyectos de que este país ha tenido noticia en días no tan lejanos.
Realmente falso debate, pues la supuesta colisión de dos derechos en principio legítimos ha de resolverse aquí desde criterios éticos y de valor. Cierto que Occidente consagró las libertades cívicas del Estado de derecho y su régimen de libertades, en lugar destacado la de expresión, prensa y opinión. Mas igualmente lo es que todo ello encuentra fundamento en una concepción de la persona que la sitúa por encima de la naturaleza y la propia especie, en lo que ésta reúna de vida física, material o social. Aunque también, prescindiendo en tiempos seculares de una divinidad quizá demasiado olvidada, concepto por encima de la abstracción jurídica como prerrogativa a disfrutar por el individuo y ciudadano, carente de sentido fuera de una dimensión moral ligada a la esencia de lo humano. Porque la libertad, yendo a cualquiera de sus manifestaciones, será siempre y de modo prevalente eticidad, con independencia de los derechos concretos cuyo ejercicio ampare.
Hoy no habitamos una sociedad honorable. Sin embargo, sería traspasar la frontera de la racionalidad y la dignidad que, fuera de calificaciones jurídicas y de opinión, asimismo de responsabilidades de idéntico y sobrevenido carácter, alguien, particular o empresa, alcance a instrumentar, si no justificar en la esfera pública, los hechos causantes de la tragedia infinita de una madre que lo es con preferencia a su condición de ciudadana, titular llegado el caso de iguales derechos en el orden cívico y jurídico. ¿O no, pueblo común y soberano?
a esfera pública, los hechos causantes de la tragedia infinita de una madre que lo es con preferencia a su condición de ciudadana, titular llegado el caso de iguales derechos en el orden cívico y jurídico. ¿O no, pueblo común y soberano?
En nuestro peculiar universo mediático, se ha suscitado recientemente una disputa acerca del hipotético conflicto entre la libertad de expresión materializada en otra paralela de opinión y publicación dentro del ámbito editorial, y la salvaguarda moral de la madre que hubo de pasar por el calvario de la muerte de sus dos chiquillos a manos del padre y marido, en uno de los episodios más abyectos de que este país ha tenido noticia en días no tan lejanos.
Realmente falso debate, pues la supuesta colisión de dos derechos en principio legítimos ha de resolverse aquí desde criterios éticos y de valor. Cierto que Occidente consagró las libertades cívicas del Estado de derecho y su régimen de libertades, en lugar destacado la de expresión, prensa y opinión. Mas igualmente lo es que todo ello encuentra fundamento en una concepción de la persona que la sitúa por encima de la naturaleza y la propia especie, en lo que ésta reúna de vida física, material o social. Aunque también, prescindiendo en tiempos seculares de una divinidad quizá demasiado olvidada, concepto por encima de la abstracción jurídica como prerrogativa a disfrutar por el individuo y ciudadano, carente de sentido fuera de una dimensión moral ligada a la esencia de lo humano. Porque la libertad, yendo a cualquiera de sus manifestaciones, será siempre y de modo prevalente eticidad, con independencia de los derechos concretos cuyo ejercicio ampare.
Hoy no habitamos una sociedad honorable. Sin embargo, sería traspasar la frontera de la racionalidad y la dignidad que, fuera de calificaciones jurídicas y de opinión, asimismo de responsabilidades de idéntico y sobrevenido carácter, alguien, particular o empresa, alcance a instrumentar, si no justificar en la esfera pública, los hechos causantes de la tragedia infinita de una madre que lo es con preferencia a su condición de ciudadana, titular llegado el caso de iguales derechos en el orden cívico y jurídico. ¿O no, pueblo común y soberano?
a esfera pública, los hechos causantes de la tragedia infinita de una madre que lo es con preferencia a su condición de ciudadana, titular llegado el caso de iguales derechos en el orden cívico y jurídico. ¿O no, pueblo común y soberano?



















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