NOTAS DEL PENSAMIENTO
Las apreciaciones de don Rafael
José Antonio Ávila López
![[Img #97471]](https://eldiadezamora.es/upload/images/04_2025/8209_6877_3755_9091_1998_4810_7036_9924_1363_jose-antonio-avila-lopez.jpg)
Posiblemente, todos los que éramos aplicados educándonos allá por los setenta/ochenta fuimos por unos instantes, más o menos extensos en función de nuestra velocidad y comprensión lectora... ¿Se acuerdan, queridos lectores, de uno de los jóvenes de la ribera de “El Jarama” de la mano de Sánchez Ferlosio? Su obra, imprescindible en las clases de literatura, hizo que muchos jóvenes de la época se sumergieran en las aguas de los ríos con la inconsciencia de tener frente a sus ojos la magistral novela que no siempre apreciamos. Ya habiendo flirteado con el calendario y con la edad devenida en páginas y más páginas nos dimos cuenta de que nuestra opinión, esa condescendiente alegría con que vivimos el relato, no era compartida por algunos críticos que la tacharon de “vulgaridad intrascendente”. Aun así, Sánchez Ferlosio se nos fue agrandando con el tiempo y su prolífico paseo por el ensayo periodístico le convirtió en ese “autor de culto” del que, como todas las etiquetas, abominaba. Nunca tuvo Rafael muchos lectores, salvo aquellos que lo fuimos en nuestra formación, pero los que lo fueron le siguieron siempre con gran fidelidad. Él nos regalaba apreciaciones especialmente lúcidas referidas a esos grandes temas que nos hacen ser como somos : “Los adelantos pueden conseguir tristezas nunca antes conocidas porque ya algún pintor francés del siglo XIX nos mostró cómo la luz de una bombilla puede llegar a ser infinitamente más triste que la de un candil”, comentaba al hilo de su percepción del progreso. “La patria me carga, es el más venenoso de los conceptos”, era su reflexión sobre ciertos excesos del nacionalismo mal entendido. Arremetía contra los modos exacerbados del consumismo : “Ya no se producen solamente los productos, sino también, al mismo tiempo, los consumidores”, y nada se libró de su aguda interpretación. Ni la libertad ni la fe escaparon a su incisiva visión : “¿Espíritu libre?”. Don Rafael decía que nunca había sabido lo que es eso. El autor también manifestó que la libertad no existe, porque “somos sólo un cruce de muchas influencias, unas peleadas y otras que se llevan bien... Y uno no se da la ley a sí mismo”. Ferlosio fue como ese gran narrador versátil y atípico que nunca quiso hacer verdad el augurio de Delibes coronándolo como el escritor de mayor porvenir de su generación. Decía Sánchez Ferlosio que “la verdad, el convencimiento y la razón no siempre van de la mano, porque nunca el sentimiento ha sabido ser tan inhumano como puede llegar a serlo la convicción”.
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Posiblemente, todos los que éramos aplicados educándonos allá por los setenta/ochenta fuimos por unos instantes, más o menos extensos en función de nuestra velocidad y comprensión lectora... ¿Se acuerdan, queridos lectores, de uno de los jóvenes de la ribera de “El Jarama” de la mano de Sánchez Ferlosio? Su obra, imprescindible en las clases de literatura, hizo que muchos jóvenes de la época se sumergieran en las aguas de los ríos con la inconsciencia de tener frente a sus ojos la magistral novela que no siempre apreciamos. Ya habiendo flirteado con el calendario y con la edad devenida en páginas y más páginas nos dimos cuenta de que nuestra opinión, esa condescendiente alegría con que vivimos el relato, no era compartida por algunos críticos que la tacharon de “vulgaridad intrascendente”. Aun así, Sánchez Ferlosio se nos fue agrandando con el tiempo y su prolífico paseo por el ensayo periodístico le convirtió en ese “autor de culto” del que, como todas las etiquetas, abominaba. Nunca tuvo Rafael muchos lectores, salvo aquellos que lo fuimos en nuestra formación, pero los que lo fueron le siguieron siempre con gran fidelidad. Él nos regalaba apreciaciones especialmente lúcidas referidas a esos grandes temas que nos hacen ser como somos : “Los adelantos pueden conseguir tristezas nunca antes conocidas porque ya algún pintor francés del siglo XIX nos mostró cómo la luz de una bombilla puede llegar a ser infinitamente más triste que la de un candil”, comentaba al hilo de su percepción del progreso. “La patria me carga, es el más venenoso de los conceptos”, era su reflexión sobre ciertos excesos del nacionalismo mal entendido. Arremetía contra los modos exacerbados del consumismo : “Ya no se producen solamente los productos, sino también, al mismo tiempo, los consumidores”, y nada se libró de su aguda interpretación. Ni la libertad ni la fe escaparon a su incisiva visión : “¿Espíritu libre?”. Don Rafael decía que nunca había sabido lo que es eso. El autor también manifestó que la libertad no existe, porque “somos sólo un cruce de muchas influencias, unas peleadas y otras que se llevan bien... Y uno no se da la ley a sí mismo”. Ferlosio fue como ese gran narrador versátil y atípico que nunca quiso hacer verdad el augurio de Delibes coronándolo como el escritor de mayor porvenir de su generación. Decía Sánchez Ferlosio que “la verdad, el convencimiento y la razón no siempre van de la mano, porque nunca el sentimiento ha sabido ser tan inhumano como puede llegar a serlo la convicción”.




















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