ZAMORANA
Zamora vibra
Mº Soledad Martín Turiño
Hoy quiero que mi pluma –mejor dicho, teclado de ordenador- ¡qué lejos queda ya la pluma y el papel para escribir!, pues eso, que quiero que mi artículo se tiña de esperanza. En Zamora se están haciendo cosas; hay un resurgir que no había, infraestructuras que se abren al público, obras en la entrada y por toda la ciudad para hacer sus calles y plazas más bellas, aunque supongan la obligada molestia para conductores y viandantes, pero merece la pena sufrir las pertinentes incomodidades para que luego las rúas luzcan espléndidas, aunque también es cierto que se podían haber hecho una a una, no todas a la vez, como bien describe Jesús Losada en su artículo “Una ciudad mutilada” ; pero es lo que hay. Ahí están las llamadas obras de humanización de calles principales como: Galicia, Cardenal Cisneros, Tres Cruces o Requejo con sus correspondientes glorietas, un gran proyecto que necesita el tiempo correspondiente hasta su conclusión.
Una vez terminada la restauración del puente de piedra, (aprovecho el paréntesis para que el ayuntamiento haga lo propio con el puente de hierro, que ya va necesitando una reforma), ahora se piensa en lo siguiente: la restauración de cinco tramos de la muralla que están muy dañados y, por supuesto, continuar con la remodelación del Mercado de Abastos, y seguir con los proyectos pendientes, algunos ya avanzados: el edificio del Banco de España que cobijará a la Policía Municipal, el Museo Baltasar Lobo que se ubicaría en el Ayuntamiento viejo, una vez haya sido alojada la Policía en su ubicación, la construcción del nuevo Parque de Bomberos…etc.
Zamora se mueve, o mejor dicho, el alcalde Guarido, responsable junto con el resto de la corporación municipal de todas estas mejoras, es un ejemplo de que, cuando se quiere a una ciudad, se lucha por ella y se consiguen resultados. Cierto es que nunca llueve a gusto de todos y, como los zamoranos, no somos precisamente comprensivos ni tolerantes, siempre surgen voces discordantes por las molestias que ocasionan las obras, por los largos tiempos de espera hasta finalizarlas, o, simplemente, porque hay quien piensa que es mejor no tocar nada, que se quede todo como estaba, aunque el peso del tiempo vaya destruyendo el patrimonio.
Por fortuna, la Zamora conformista ha dado paso a una urbe con gente que apuesta por ella, que sugiere, que impulsa, que proyecta y que se ilusiona con cada mejora. En unos días se celebrará Semana Santa, el acontecimiento religioso más relevante para Zamora, que atraerá visitantes y, con ellos, riqueza para hosteleros, comerciantes y otros sectores; y tras la Semana Santa, Las Edades del Hombre será otro hecho importante que tendrá a nuestra ciudad como sede; estas dos efemérides solo son una muestra para poner a Zamora de nuevo en el candelero, y una ocasión única para hermosearla, dotarla de buenas infraestructuras, evitar que se cierren más comercios y las fachadas luzcan deterioradas; apostar por ornar las plazas y embellecer espacios demasiado grandes, y dar la bienvenida a tanta gente como llegará para gozar de una urbe pequeña, pero con encanto.
Hoy quiero que mi pluma –mejor dicho, teclado de ordenador- ¡qué lejos queda ya la pluma y el papel para escribir!, pues eso, que quiero que mi artículo se tiña de esperanza. En Zamora se están haciendo cosas; hay un resurgir que no había, infraestructuras que se abren al público, obras en la entrada y por toda la ciudad para hacer sus calles y plazas más bellas, aunque supongan la obligada molestia para conductores y viandantes, pero merece la pena sufrir las pertinentes incomodidades para que luego las rúas luzcan espléndidas, aunque también es cierto que se podían haber hecho una a una, no todas a la vez, como bien describe Jesús Losada en su artículo “Una ciudad mutilada” ; pero es lo que hay. Ahí están las llamadas obras de humanización de calles principales como: Galicia, Cardenal Cisneros, Tres Cruces o Requejo con sus correspondientes glorietas, un gran proyecto que necesita el tiempo correspondiente hasta su conclusión.
Una vez terminada la restauración del puente de piedra, (aprovecho el paréntesis para que el ayuntamiento haga lo propio con el puente de hierro, que ya va necesitando una reforma), ahora se piensa en lo siguiente: la restauración de cinco tramos de la muralla que están muy dañados y, por supuesto, continuar con la remodelación del Mercado de Abastos, y seguir con los proyectos pendientes, algunos ya avanzados: el edificio del Banco de España que cobijará a la Policía Municipal, el Museo Baltasar Lobo que se ubicaría en el Ayuntamiento viejo, una vez haya sido alojada la Policía en su ubicación, la construcción del nuevo Parque de Bomberos…etc.
Zamora se mueve, o mejor dicho, el alcalde Guarido, responsable junto con el resto de la corporación municipal de todas estas mejoras, es un ejemplo de que, cuando se quiere a una ciudad, se lucha por ella y se consiguen resultados. Cierto es que nunca llueve a gusto de todos y, como los zamoranos, no somos precisamente comprensivos ni tolerantes, siempre surgen voces discordantes por las molestias que ocasionan las obras, por los largos tiempos de espera hasta finalizarlas, o, simplemente, porque hay quien piensa que es mejor no tocar nada, que se quede todo como estaba, aunque el peso del tiempo vaya destruyendo el patrimonio.
Por fortuna, la Zamora conformista ha dado paso a una urbe con gente que apuesta por ella, que sugiere, que impulsa, que proyecta y que se ilusiona con cada mejora. En unos días se celebrará Semana Santa, el acontecimiento religioso más relevante para Zamora, que atraerá visitantes y, con ellos, riqueza para hosteleros, comerciantes y otros sectores; y tras la Semana Santa, Las Edades del Hombre será otro hecho importante que tendrá a nuestra ciudad como sede; estas dos efemérides solo son una muestra para poner a Zamora de nuevo en el candelero, y una ocasión única para hermosearla, dotarla de buenas infraestructuras, evitar que se cierren más comercios y las fachadas luzcan deterioradas; apostar por ornar las plazas y embellecer espacios demasiado grandes, y dar la bienvenida a tanta gente como llegará para gozar de una urbe pequeña, pero con encanto.



















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