NOTAS DEL PENSAMIENTO
Suiza y el despotismo de la riqueza
José Antonio Ávila López
![[Img #97601]](https://eldiadezamora.es/upload/images/04_2025/8528_239_8209_6877_3755_9091_1998_4810_7036_9924_1363_jose-antonio-avila-lopez.jpg)
Déjenme comenzar esta columna con la siguiente frase : «el corazón de Europa es una caja de caudales». En una famosa escena de «El tercer hombre», Harry Lime (Orson Welles) comenta que bajo el desgobierno de los Borgia, Italia alumbró el Renacimiento, mientras los suizos, en quinientos años de paz, sólo inventaron el reloj de cuco. Nunca me ha gustado llevar reloj, pero reconozco que los relojes suizos siempre han sido cucos. Convertidos en déspotas de la riqueza, comercian con el dinero y, sobre todo, con el secretismo, el sigilo y la opacidad, como si tener dinero fuera tener algo ilegítimo. Perdónenme, pero la ecuación dinero y secreto sólo se despeja con la palabra fraude. ¿Se acuerdan de la lista Falciani? Suiza persiguió a Hervé Falciani por haber hecho públicos posibles datos bancarios secretos de algunos ciudadanos. ¿Recuerdan cuando el Reino Unido gastó trece millones de euros en custodiar la embajada de Ecuador para que no escapara el programador Julian Assange, el revelador de secretos? ¡El mundo al revés! Suiza, uno de los países más prósperos del mundo, atiborró sus bancos con un dinero, por poner un ejemplo, procedente de unos pocos griegos, que posteriormente los habitantes de ese país tuvieron que pedir prestado. Los sinvergüenzas que hacen esos negocios a menudo cruzan los Alpes con una sonrisa en la cara y la cartera pegada al pecho, y en una suerte de sálvese quien pueda, huyen como si este cansado continente ya no tuviera remedio ante el desplazamiento de beneficios a lugares bien lejanos, es decir, abandonan el barco como capitanes dejando atrás un pasaje aterrado y una tripulación inútil, políticos despojados de poder, un poder cuyas migajas se roban en la caja fuerte que hemos colocado en el centro mismo de nuestra vieja geografía.
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Déjenme comenzar esta columna con la siguiente frase : «el corazón de Europa es una caja de caudales». En una famosa escena de «El tercer hombre», Harry Lime (Orson Welles) comenta que bajo el desgobierno de los Borgia, Italia alumbró el Renacimiento, mientras los suizos, en quinientos años de paz, sólo inventaron el reloj de cuco. Nunca me ha gustado llevar reloj, pero reconozco que los relojes suizos siempre han sido cucos. Convertidos en déspotas de la riqueza, comercian con el dinero y, sobre todo, con el secretismo, el sigilo y la opacidad, como si tener dinero fuera tener algo ilegítimo. Perdónenme, pero la ecuación dinero y secreto sólo se despeja con la palabra fraude. ¿Se acuerdan de la lista Falciani? Suiza persiguió a Hervé Falciani por haber hecho públicos posibles datos bancarios secretos de algunos ciudadanos. ¿Recuerdan cuando el Reino Unido gastó trece millones de euros en custodiar la embajada de Ecuador para que no escapara el programador Julian Assange, el revelador de secretos? ¡El mundo al revés! Suiza, uno de los países más prósperos del mundo, atiborró sus bancos con un dinero, por poner un ejemplo, procedente de unos pocos griegos, que posteriormente los habitantes de ese país tuvieron que pedir prestado. Los sinvergüenzas que hacen esos negocios a menudo cruzan los Alpes con una sonrisa en la cara y la cartera pegada al pecho, y en una suerte de sálvese quien pueda, huyen como si este cansado continente ya no tuviera remedio ante el desplazamiento de beneficios a lugares bien lejanos, es decir, abandonan el barco como capitanes dejando atrás un pasaje aterrado y una tripulación inútil, políticos despojados de poder, un poder cuyas migajas se roban en la caja fuerte que hemos colocado en el centro mismo de nuestra vieja geografía.



















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