ZAMORANA
Es Semana Santa
Mº Soledad Martín Turiño
Llueve sobre mojado, pero no importa. Es Semana Santa y las gentes llenan la ciudad ansiosos por ver las imágenes que el resto del año se custodian en los templos y estos días salen a la calle para celebrar una tradición que se teatraliza en las rúas con una parafernalia de flores, cirios, penitentes, tambores, cánticos sacros y cofradías; es la tradición, y en los pueblos de nuestra España la costumbre es de obligado cumplimiento; somos fieles a las celebraciones rituales, con misas, oficios y ceremonias varias, porque el hábito cristiano ha arraigado en pueblos y ciudades hasta el punto de marcar determinadas fechas en las que ineludiblemente se repiten los mismos ritos.
En las grandes metrópolis, pese a haber celebraciones semanasanteras, pasan más desapercibidas y mucha gente vive estos días como un espacio de ocio, ya sea cultural o turístico, relegando lo religioso a asistir ocasionalmente a alguna procesión entre actividad y actividad.
Los medios de comunicación nos torpedean cada año con los mismos argumentos manidos: si la lluvia dará tregua a la salida de los pasos, la gente agolpada en los balcones, la emoción, las lágrimas…; o cubren en un recorrido las procesiones de Málaga, Valladolid y, por supuesto, Sevilla, obviando muchos otros lugares donde estos días se vive también la pasión de Cristo y donde las andas portan auténticas joyas de una imaginería devota que trasciende la propia religión para elevarse a escultóricas obras de arte.
Zamora es una de esas ciudades que, excepto los locales, apenas mencionan los informativos nacionales, aunque es harto conocida la celebración de la Semana Santa en esta tierra, donde la solemnidad, el silencio y el respeto son los protagonistas del mayor y más relevante acontecimiento religioso que se vive por estos lares. A ello hay que añadir que esta ciudad posee el mayor record de templos románicos del mundo, contabilizándose un total de 23 iglesias con este tipo de arquitectura.
Es por eso que tradición, religiosidad y cultura se dan cita en esta urbe todos los días del año –y especialmente estos de Semana Santa- para mostrar a los forasteros que esta es una ciudad para sentirla, para pasearla, para gozar de cada templo, de sus miradores, del castillo, del rio, de la fabulosa catedral, y para contagiarse del recogimiento solemne con que la gente acompaña cada paso, donde solo se escuchan los tambores, las cornetas, el juramento de silencio, la esquila del barandales y el sonido de los pasos sobre el pavimento, todo envuelto con un silencio ensordecedor que hacen aún más impresionantes las procesiones. Esta es la festividad que quiero, porque no hay que olvidar que estas fechas conmemoran algo tan especial como la pasión, muerte y resurrección de Cristo; y es cosa seria para tratarla con respeto.
Llueve sobre mojado, pero no importa. Es Semana Santa y las gentes llenan la ciudad ansiosos por ver las imágenes que el resto del año se custodian en los templos y estos días salen a la calle para celebrar una tradición que se teatraliza en las rúas con una parafernalia de flores, cirios, penitentes, tambores, cánticos sacros y cofradías; es la tradición, y en los pueblos de nuestra España la costumbre es de obligado cumplimiento; somos fieles a las celebraciones rituales, con misas, oficios y ceremonias varias, porque el hábito cristiano ha arraigado en pueblos y ciudades hasta el punto de marcar determinadas fechas en las que ineludiblemente se repiten los mismos ritos.
En las grandes metrópolis, pese a haber celebraciones semanasanteras, pasan más desapercibidas y mucha gente vive estos días como un espacio de ocio, ya sea cultural o turístico, relegando lo religioso a asistir ocasionalmente a alguna procesión entre actividad y actividad.
Los medios de comunicación nos torpedean cada año con los mismos argumentos manidos: si la lluvia dará tregua a la salida de los pasos, la gente agolpada en los balcones, la emoción, las lágrimas…; o cubren en un recorrido las procesiones de Málaga, Valladolid y, por supuesto, Sevilla, obviando muchos otros lugares donde estos días se vive también la pasión de Cristo y donde las andas portan auténticas joyas de una imaginería devota que trasciende la propia religión para elevarse a escultóricas obras de arte.
Zamora es una de esas ciudades que, excepto los locales, apenas mencionan los informativos nacionales, aunque es harto conocida la celebración de la Semana Santa en esta tierra, donde la solemnidad, el silencio y el respeto son los protagonistas del mayor y más relevante acontecimiento religioso que se vive por estos lares. A ello hay que añadir que esta ciudad posee el mayor record de templos románicos del mundo, contabilizándose un total de 23 iglesias con este tipo de arquitectura.
Es por eso que tradición, religiosidad y cultura se dan cita en esta urbe todos los días del año –y especialmente estos de Semana Santa- para mostrar a los forasteros que esta es una ciudad para sentirla, para pasearla, para gozar de cada templo, de sus miradores, del castillo, del rio, de la fabulosa catedral, y para contagiarse del recogimiento solemne con que la gente acompaña cada paso, donde solo se escuchan los tambores, las cornetas, el juramento de silencio, la esquila del barandales y el sonido de los pasos sobre el pavimento, todo envuelto con un silencio ensordecedor que hacen aún más impresionantes las procesiones. Esta es la festividad que quiero, porque no hay que olvidar que estas fechas conmemoran algo tan especial como la pasión, muerte y resurrección de Cristo; y es cosa seria para tratarla con respeto.




















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