La Virgen de la Esperanza y la belleza femenina zamorana

Eugenio-Jesús de Ávila

No hay procesión tan sevillana como la de la Esperanza: túnicas de los cofrades, peinetas en las damas, imagen de la Virgen. Todo recuerda a Andalucía. Nada hay momento tan bello como la subida de las mujeres zamoranas por Balborraz después de cruzar el Duero por el Puente de Piedra y dejar el convento de Cabañales. No hay dolor en esas féminas. Hay elegancia divina, clase propia de diosas. Se trata de un cristianismo hedonista, no de un cristianismo cruento, de flagelación de la propia carne, como enemiga del alma; de gozar con la vida y no pensar en la muerte. Eso es la esperanza: libar el néctar del placer y domesticar el dolor. Verde que te quiero verde, el barco sobre la mar y el caballo en la montaña, y las damas zamoranas mostrando delicadeza y gracia en la mañana del Jueves Santo, uno de los que relucía más que el sol.