DENUNCIAS
Resucitó el botellón de San Martín
El año pasado ocurrió el milagro, la lluvia obró lo que las autoridades no han sido capaces de hacer nunca: impedir el botellón ilegal de San Martín. Pero este año no hubo suerte meteorológica y, como no se esperaba ni una gota de agua, los jóvenes regresaron, al desenfreno.
Como de costumbre, el “dispositivo” municipal se limitó a proteger el parque de San Martín de Arriba, la fuente de abajo… y poco más. Eso sí, se instalaron ocho casetas de baños portátiles y seis urinarios de esos que parecen sacados de una tienda de exprimidores gigantes. Claro que, por lo visto, algunos no los vieron o no quisieron verlos. Tal vez no se aguantaban. O quizás los árboles y la muralla estaban más a mano. Total, si al día siguiente huele a meadero, no pasa nada, de aquí a un año, el hedor ya se habrá disuelto. Eso sí, los vecinos y quienes pasean por el parque puede que no lo vean tan poético. En resumen: con este consistorio, cada uno hace lo que le da la gana, sin que pase nada. Impunidad total.
La música a todo volumen desde coches aparcados, por supuesto, no faltó. El escándalo era tal que ni siquiera se distinguía qué sonaba desde más arriba de la fuente. Como toque de “novedad”, este año había hasta un puesto de montaditos, instalado, por supuesto, al lado de los urinarios, que, francamente, echaba un tufillo poco apetecible. Aun así, seguro que más de uno pidió algo, no fuera a ser que el alcohol de alta graduación no fuera suficiente. Porque ese es el verdadero objetivo: beber, beber y volver a beber… hasta que a las cinco de la mañana comience la procesión. Entonces, el grueso del botellón se traslada a la plaza para “contemplar” la salida gracias al etanol, sin sentir ni frío ni vergüenza ajena.
El resultado, como siempre: toneladas de basura, botellas de naranja, limón, cola y otras sustancias de alta combustión etílica, esparcidas por el césped. La única diferencia respecto a años anteriores es que este año pilló desprevenido al servicio de limpieza, que en otras ocasiones al menos tenía el aviso para actuar desde primera hora.
La conclusión es evidente, por si alguien no la ha pillado aún: en Zamora, la lluvia tiene más autoridad que el señor alcalde. Y eso que puede que hasta se moleste si lo decimos así.
Un año más, se repite la historia. Toca preguntarse si este es el tipo de turismo que queremos. Ese que nos cuesta dinero en vallados para contener actos vandálicos, en baños portátiles que muchos no usan y en horas extra de operarios que tienen que limpiar la resaca de otros en festivo. Y más preguntas, muchas más, surgen cuando vemos a nuestras autoridades ir a Madrid a “buscar turistas”. ¿Ese es el modelo? ¿Ese es el camino?
Continuará…
Manuel Herrero Alonso
El año pasado ocurrió el milagro, la lluvia obró lo que las autoridades no han sido capaces de hacer nunca: impedir el botellón ilegal de San Martín. Pero este año no hubo suerte meteorológica y, como no se esperaba ni una gota de agua, los jóvenes regresaron, al desenfreno.
Como de costumbre, el “dispositivo” municipal se limitó a proteger el parque de San Martín de Arriba, la fuente de abajo… y poco más. Eso sí, se instalaron ocho casetas de baños portátiles y seis urinarios de esos que parecen sacados de una tienda de exprimidores gigantes. Claro que, por lo visto, algunos no los vieron o no quisieron verlos. Tal vez no se aguantaban. O quizás los árboles y la muralla estaban más a mano. Total, si al día siguiente huele a meadero, no pasa nada, de aquí a un año, el hedor ya se habrá disuelto. Eso sí, los vecinos y quienes pasean por el parque puede que no lo vean tan poético. En resumen: con este consistorio, cada uno hace lo que le da la gana, sin que pase nada. Impunidad total.
La música a todo volumen desde coches aparcados, por supuesto, no faltó. El escándalo era tal que ni siquiera se distinguía qué sonaba desde más arriba de la fuente. Como toque de “novedad”, este año había hasta un puesto de montaditos, instalado, por supuesto, al lado de los urinarios, que, francamente, echaba un tufillo poco apetecible. Aun así, seguro que más de uno pidió algo, no fuera a ser que el alcohol de alta graduación no fuera suficiente. Porque ese es el verdadero objetivo: beber, beber y volver a beber… hasta que a las cinco de la mañana comience la procesión. Entonces, el grueso del botellón se traslada a la plaza para “contemplar” la salida gracias al etanol, sin sentir ni frío ni vergüenza ajena.
El resultado, como siempre: toneladas de basura, botellas de naranja, limón, cola y otras sustancias de alta combustión etílica, esparcidas por el césped. La única diferencia respecto a años anteriores es que este año pilló desprevenido al servicio de limpieza, que en otras ocasiones al menos tenía el aviso para actuar desde primera hora.
La conclusión es evidente, por si alguien no la ha pillado aún: en Zamora, la lluvia tiene más autoridad que el señor alcalde. Y eso que puede que hasta se moleste si lo decimos así.
Un año más, se repite la historia. Toca preguntarse si este es el tipo de turismo que queremos. Ese que nos cuesta dinero en vallados para contener actos vandálicos, en baños portátiles que muchos no usan y en horas extra de operarios que tienen que limpiar la resaca de otros en festivo. Y más preguntas, muchas más, surgen cuando vemos a nuestras autoridades ir a Madrid a “buscar turistas”. ¿Ese es el modelo? ¿Ese es el camino?
Continuará…
Manuel Herrero Alonso




















Zamorana | Viernes, 18 de Abril de 2025 a las 13:09:00 horas
No estoy a favor para nada del botellón pero tampoco culpemos al alcalde actual cuando esta "tradición" lleva muchísimos años ya y han pasado unos cuantos alcaldes
Accede para votar (0) (0) Accede para responder