ENTREVISTA
Jonathan Arribas, autor de Vallesordo: “Zamora es muy buena ciudad para escribir”
El joven escritor zamorano nos lleva, con su primera novela, a un pequeño pueblo de la provincia
La bodega del restaurante Metro de Zamora nos abre sus puertas para entrevistar a Jonathan Arribas, un escritor zamorano que supone un claro ejemplo del talento que hay en nuestra tierra. Eso sí, fruto del esfuerzo y de la valentía de un joven que tomó la decisión de apostar por la escritura, a pesar de la dificultad que entraña ese mundo, y de la falta de apoyo en su entorno. Jonathan tras tres años en Derecho decidió dar un giro a su carrera y dedicarse a escribir, una aventura que no fue fácil, pero en la que encontró a gente afín en el camino que le ayudó, y con la que finalmente está abriéndose paso y haciéndose un nombre en el complicado mundo de la literatura.
Jonathan Arribas, un nombre que seguro seguiremos escuchando, y que llevará a nuestra tierra, la suya, en sus escritos, así como lo ha hecho con Vallesordo, su primera novela, que ya va por su tercera edición, y de la que escribió parte en la Biblioteca Pública de Zamora.
Vallesordo podría ser cualquier pueblo de Zamora, tus raíces. ¿Por qué crees que tuviste la necesidad de escribir sobre ello?
Creo que no fue algo voluntario, que yo eligiese, sino que cuando yo empecé a escribir hace unos 5 años, lo empecé a hacer sobre la infancia, y donde transcurrió, que fue en el pueblo, A medida que escribía me apetecía escribir más. Era como que ahí había una historia que me apetecía contar, o convivir con las emociones que me venían.
Tú, en un primer momento no ibas para escritor, empezaste a estudiar Derecho y luego diste un giro. Imagino que no fue una decisión fácil y que no siempre se comprende. ¿Te sentiste arropado en esta aventura de la escritura? ¿Fuiste un Nico con el baile?
Sí, fue un poco así. No hubo un buen recibimiento porque claro, al haber dedicado tanto tiempo al Derecho en casa no se entendió muy bien. Sí que fue un poco de manera solitaria intentar tirar por ahí, pero luego en Madrid ya conocí a más gente que había tomado esa decisión, renunciando a más o menos cosas, pero intentando buscar que la escritura les llevara a algún sitio. Ya en Madrid me sentí bastante arropado. Entonces, al principio sí fue la ausencia de gente que te entienda, pero enseguida encontré a gente que me entendía, y que estaba en las mismas.
Nico, el protagonista, es un niño sensible y diferente, en un entorno algo hostil. ¿Tuviste tú algo de Nico en tu infancia?
Sí, supongo que sí. Pero no es algo autobiográfico, porque yo no soy Nico. Creo que tiene más que ver con el niño que a mí me habría gustado ser, o haber tenido esa libertad y esa valentía que igual yo no tuve tanto. Sí que están las emociones que yo recuerdo haber sentido de niño, y que son igual un poco el motor de la escritura, pero el resto, los hechos, son ficción.
La novela transcurre en un pueblo de Zamora a principios de los 2.000. ¿Crees que hoy, 25 años después, quedan muchos Nicos pasando por las mismas situaciones en los diferentes Vallesordos?
Yo creo que sí, que siguen existiendo, y no necesariamente en pueblos cerrados, sino en cualquier sitio. Creo que si Nico hubiera nacido en una ciudad la mirada de gente alrededor que no lo entiende también estaría. No creo que sea tanto una división rural – urbana, sino como las infancias queer son infancias que no se entienden en el entorno, y creo que a día de hoy sigue habiendo muchos Nicos en muchos Vallesordos.
Lejos de parecer una crítica a la vida en los pueblos, parece un pequeño homenaje, pero es indiscutible que hay algo que se remueve con su lectura… ¿Es una especie de amor/odio al pueblo?
Un poco puede ser eso. Cuando he escrito no he intentado hacer un homenaje ni una crítica, al estar en el ámbito de la ficción lo que yo trato es contar una historia. Y sí que hay esa relación un poco amor/odio, que quizás Nico también la siente. Es una forma de vida a la que tienes mucho aprecio, pero en la que también has sufrido ciertos dolores, pero como todas las personas en su lugar de origen.
Todos los que tenemos pueblo podemos reconocer a los personajes de la obra, ¿Cómo fue si proceso de creación? ¿alguno que quieras destacar?
Antes de escribir el libro yo escribía muchas veces monólogos interiores de abuelas, me situaba en su lugar. Escribía desde ahí porque me gustaba también la manera en que fluían las palabras escribiendo desde ahí, muy pegado a la oralidad y usando palabras que no se usan normalmente. Empecé así, y poco a poco fue algo que integré en la escritura, y ya cuando empecé con Vallesordo fue algo que me resultó más o menos fácil. Y personajes a los que les tengo cariño, justo estos días recordé al personaje de Tía Justi, porque es un personaje que me resulta muy entrañable, porque comparte con Nico ese pensamiento de lo fantástico, que en su caso está en el ámbito de las curas. Nico tiene ese mundo de Fama a bailar que está en la televisión, y Tía Justi encuentra el sentido a lo que hace a través de las curas.
¿Con qué te gustaría que la gente se quedara tras leer la novela? ¿Qué buscas despertar en el lector?
No pienso algo concreto. Lo que me gustaría es que Nico se les quede ahí. Que Nico les acompañe un tiempo más de lo que dura el tiempo de lectura.
No sé si eres de esos escritores que miran en internet las críticas de tu libro, pero ya te adelanto que tiene muy buenas opiniones y es muy recomendado. ¿Cuál crees que es la clave para llegar a la gente?
Sí que las miro, a pesar de que no tengo redes. Creo que esta novela puede haber llegado a la gente, porque tiene como un narrador niño, no un adulto que rememora su infancia, sino el propio niño. Eso hace que si Nico se encuentra con una lectora dispuesta a escuchar lo que le quiere contar puede ser fácil entrar en su historia, y que esa voz se sienta como una voz verdadera. Es sentir como que Nico te está contando la historia de tú a tú.
Alguna obra que te haya inspirado
Sí, hubo dos que me acompañaron durante todo el proceso, que son La vida ante sí, de Romain Gari, y Necesitamos nombres nuevos, de NoViolet Bulawayo.
Nos comentas que no tienes redes, ¿por algún motivo?
Creo que me generan más malestar que otra cosa. Si es verdad que en algún momento tengo la sensación de que me pierdo algunas cosas, pero creo que no estando en redes es más lo que gano que lo que pierdo.
¿Supone la escritura una especie de terapia para el escritor?
Supongo que el adjetivo “terapéutica” puede ser un adjetivo que se le ponga a la escritura, pero no solo. Escribir implica entrar en contacto con emociones dolorosas, y hay una parte un poco peligrosa. De la escritura puedes salir como saldrías de un proceso terapéutico o puedes salir dañado. A la larga yo creo que sí, porque es coger las emociones y llevarlas a un plano ficticio donde ocurren cosas. Diría que sí, pero matizándolo mucho.
Cuéntanos cómo ha sido la aventura hasta poder editar tu primer libro
Fue complicado. Yo el libro lo escribí durante tres años, y cada vez que acaba las versiones, porque hubo como seis al final, lo enviaba a las editoriales, me decían que no, y luego seguía modificando cosas, y enviándolo de nuevo. Cuando llevaba dos años con el libro, contactó conmigo la agencia Silvia Bastos, porque vio mi perfil en la Fundación Antonio Gala, en la que estuve, y ahí ya fue todo súper rápido. Firmé, y a los dos meses ya tenía el contrato con la editorial Asteroide. Luego fue un año entero de editar, en la que aprendí un montón de cosas, y por el que me siento muy agradecido con la editorial.
¿Estás trabajando ahora en algo nuevo? ¿Alguna pista sobre el argumento?
Sí, estoy escribiendo de nuevo. El argumento no se aún por donde va a ir. No sé si era Joan Didion que decía: “Para mí escribir consiste en saber qué libro estoy escribiendo”. Como que es la propia escritura la que te va llevando. Ahora me apetece escribir un libro que hable de la adolescencia con otros personajes, en un lugar parecido, no Vallesordo, pero sí en un entorno rural, que es donde transcurrió mi adolescencia. Y que cambios ocurren en este personaje cuando es adolescente.
Por último, ¿Zamora y sus pueblos ofrecen posibilidades a sus jóvenes para expresar su creatividad?
En Zamora hay bastantes iniciativas de gente joven que están haciendo cosas. Se me viene a la cabeza el grupo de teatro Contratiempo, que es gente creativa, en el local de Salto al Vacío la editorial nos juntamos unas cuantas a escribir. Hay pequeños grupos que están haciendo cosas, y son más de los que parecen. Hay una parte que es cierta que es que irte del lugar de origen genera una cierta distancia que cuando vuelves, en ese desprendimiento y vuelta se genera algo como que invita a crear algo a partir de ahí. La distancia y el volver ayuda a crear. Yo ahora mismo si pudiera quedarme me gustaría.
Entonces, ¿Te gustaría quedarte en Zamora?
Sí que me gustaría, no me veo viviendo en Madrid. Zamora es muy buena ciudad para escribir. Es una ciudad tranquila. Por las mañanas me hago un paseíto hasta la Biblioteca, unos veinte minutos, todo peatonal. Creo que Zamora es una ciudad que genera el silencio que se necesita alrededor de la escritura.

La bodega del restaurante Metro de Zamora nos abre sus puertas para entrevistar a Jonathan Arribas, un escritor zamorano que supone un claro ejemplo del talento que hay en nuestra tierra. Eso sí, fruto del esfuerzo y de la valentía de un joven que tomó la decisión de apostar por la escritura, a pesar de la dificultad que entraña ese mundo, y de la falta de apoyo en su entorno. Jonathan tras tres años en Derecho decidió dar un giro a su carrera y dedicarse a escribir, una aventura que no fue fácil, pero en la que encontró a gente afín en el camino que le ayudó, y con la que finalmente está abriéndose paso y haciéndose un nombre en el complicado mundo de la literatura.
Jonathan Arribas, un nombre que seguro seguiremos escuchando, y que llevará a nuestra tierra, la suya, en sus escritos, así como lo ha hecho con Vallesordo, su primera novela, que ya va por su tercera edición, y de la que escribió parte en la Biblioteca Pública de Zamora.
Vallesordo podría ser cualquier pueblo de Zamora, tus raíces. ¿Por qué crees que tuviste la necesidad de escribir sobre ello?
Creo que no fue algo voluntario, que yo eligiese, sino que cuando yo empecé a escribir hace unos 5 años, lo empecé a hacer sobre la infancia, y donde transcurrió, que fue en el pueblo, A medida que escribía me apetecía escribir más. Era como que ahí había una historia que me apetecía contar, o convivir con las emociones que me venían.
Tú, en un primer momento no ibas para escritor, empezaste a estudiar Derecho y luego diste un giro. Imagino que no fue una decisión fácil y que no siempre se comprende. ¿Te sentiste arropado en esta aventura de la escritura? ¿Fuiste un Nico con el baile?
Sí, fue un poco así. No hubo un buen recibimiento porque claro, al haber dedicado tanto tiempo al Derecho en casa no se entendió muy bien. Sí que fue un poco de manera solitaria intentar tirar por ahí, pero luego en Madrid ya conocí a más gente que había tomado esa decisión, renunciando a más o menos cosas, pero intentando buscar que la escritura les llevara a algún sitio. Ya en Madrid me sentí bastante arropado. Entonces, al principio sí fue la ausencia de gente que te entienda, pero enseguida encontré a gente que me entendía, y que estaba en las mismas.
Nico, el protagonista, es un niño sensible y diferente, en un entorno algo hostil. ¿Tuviste tú algo de Nico en tu infancia?
Sí, supongo que sí. Pero no es algo autobiográfico, porque yo no soy Nico. Creo que tiene más que ver con el niño que a mí me habría gustado ser, o haber tenido esa libertad y esa valentía que igual yo no tuve tanto. Sí que están las emociones que yo recuerdo haber sentido de niño, y que son igual un poco el motor de la escritura, pero el resto, los hechos, son ficción.
La novela transcurre en un pueblo de Zamora a principios de los 2.000. ¿Crees que hoy, 25 años después, quedan muchos Nicos pasando por las mismas situaciones en los diferentes Vallesordos?
Yo creo que sí, que siguen existiendo, y no necesariamente en pueblos cerrados, sino en cualquier sitio. Creo que si Nico hubiera nacido en una ciudad la mirada de gente alrededor que no lo entiende también estaría. No creo que sea tanto una división rural – urbana, sino como las infancias queer son infancias que no se entienden en el entorno, y creo que a día de hoy sigue habiendo muchos Nicos en muchos Vallesordos.
Lejos de parecer una crítica a la vida en los pueblos, parece un pequeño homenaje, pero es indiscutible que hay algo que se remueve con su lectura… ¿Es una especie de amor/odio al pueblo?
Un poco puede ser eso. Cuando he escrito no he intentado hacer un homenaje ni una crítica, al estar en el ámbito de la ficción lo que yo trato es contar una historia. Y sí que hay esa relación un poco amor/odio, que quizás Nico también la siente. Es una forma de vida a la que tienes mucho aprecio, pero en la que también has sufrido ciertos dolores, pero como todas las personas en su lugar de origen.
Todos los que tenemos pueblo podemos reconocer a los personajes de la obra, ¿Cómo fue si proceso de creación? ¿alguno que quieras destacar?
Antes de escribir el libro yo escribía muchas veces monólogos interiores de abuelas, me situaba en su lugar. Escribía desde ahí porque me gustaba también la manera en que fluían las palabras escribiendo desde ahí, muy pegado a la oralidad y usando palabras que no se usan normalmente. Empecé así, y poco a poco fue algo que integré en la escritura, y ya cuando empecé con Vallesordo fue algo que me resultó más o menos fácil. Y personajes a los que les tengo cariño, justo estos días recordé al personaje de Tía Justi, porque es un personaje que me resulta muy entrañable, porque comparte con Nico ese pensamiento de lo fantástico, que en su caso está en el ámbito de las curas. Nico tiene ese mundo de Fama a bailar que está en la televisión, y Tía Justi encuentra el sentido a lo que hace a través de las curas.
¿Con qué te gustaría que la gente se quedara tras leer la novela? ¿Qué buscas despertar en el lector?
No pienso algo concreto. Lo que me gustaría es que Nico se les quede ahí. Que Nico les acompañe un tiempo más de lo que dura el tiempo de lectura.
No sé si eres de esos escritores que miran en internet las críticas de tu libro, pero ya te adelanto que tiene muy buenas opiniones y es muy recomendado. ¿Cuál crees que es la clave para llegar a la gente?
Sí que las miro, a pesar de que no tengo redes. Creo que esta novela puede haber llegado a la gente, porque tiene como un narrador niño, no un adulto que rememora su infancia, sino el propio niño. Eso hace que si Nico se encuentra con una lectora dispuesta a escuchar lo que le quiere contar puede ser fácil entrar en su historia, y que esa voz se sienta como una voz verdadera. Es sentir como que Nico te está contando la historia de tú a tú.
Alguna obra que te haya inspirado
Sí, hubo dos que me acompañaron durante todo el proceso, que son La vida ante sí, de Romain Gari, y Necesitamos nombres nuevos, de NoViolet Bulawayo.
Nos comentas que no tienes redes, ¿por algún motivo?
Creo que me generan más malestar que otra cosa. Si es verdad que en algún momento tengo la sensación de que me pierdo algunas cosas, pero creo que no estando en redes es más lo que gano que lo que pierdo.
¿Supone la escritura una especie de terapia para el escritor?
Supongo que el adjetivo “terapéutica” puede ser un adjetivo que se le ponga a la escritura, pero no solo. Escribir implica entrar en contacto con emociones dolorosas, y hay una parte un poco peligrosa. De la escritura puedes salir como saldrías de un proceso terapéutico o puedes salir dañado. A la larga yo creo que sí, porque es coger las emociones y llevarlas a un plano ficticio donde ocurren cosas. Diría que sí, pero matizándolo mucho.
Cuéntanos cómo ha sido la aventura hasta poder editar tu primer libro
Fue complicado. Yo el libro lo escribí durante tres años, y cada vez que acaba las versiones, porque hubo como seis al final, lo enviaba a las editoriales, me decían que no, y luego seguía modificando cosas, y enviándolo de nuevo. Cuando llevaba dos años con el libro, contactó conmigo la agencia Silvia Bastos, porque vio mi perfil en la Fundación Antonio Gala, en la que estuve, y ahí ya fue todo súper rápido. Firmé, y a los dos meses ya tenía el contrato con la editorial Asteroide. Luego fue un año entero de editar, en la que aprendí un montón de cosas, y por el que me siento muy agradecido con la editorial.
¿Estás trabajando ahora en algo nuevo? ¿Alguna pista sobre el argumento?
Sí, estoy escribiendo de nuevo. El argumento no se aún por donde va a ir. No sé si era Joan Didion que decía: “Para mí escribir consiste en saber qué libro estoy escribiendo”. Como que es la propia escritura la que te va llevando. Ahora me apetece escribir un libro que hable de la adolescencia con otros personajes, en un lugar parecido, no Vallesordo, pero sí en un entorno rural, que es donde transcurrió mi adolescencia. Y que cambios ocurren en este personaje cuando es adolescente.
Por último, ¿Zamora y sus pueblos ofrecen posibilidades a sus jóvenes para expresar su creatividad?
En Zamora hay bastantes iniciativas de gente joven que están haciendo cosas. Se me viene a la cabeza el grupo de teatro Contratiempo, que es gente creativa, en el local de Salto al Vacío la editorial nos juntamos unas cuantas a escribir. Hay pequeños grupos que están haciendo cosas, y son más de los que parecen. Hay una parte que es cierta que es que irte del lugar de origen genera una cierta distancia que cuando vuelves, en ese desprendimiento y vuelta se genera algo como que invita a crear algo a partir de ahí. La distancia y el volver ayuda a crear. Yo ahora mismo si pudiera quedarme me gustaría.
Entonces, ¿Te gustaría quedarte en Zamora?
Sí que me gustaría, no me veo viviendo en Madrid. Zamora es muy buena ciudad para escribir. Es una ciudad tranquila. Por las mañanas me hago un paseíto hasta la Biblioteca, unos veinte minutos, todo peatonal. Creo que Zamora es una ciudad que genera el silencio que se necesita alrededor de la escritura.




















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