NOTAS DEL PENSAMIENTO
Breve historia del restaurante
    
   
	    
	
    
        
    
    
        
          
		
    
        			        			        			        
    
    
    José Antonio Ávila López
	
	
        
        
        			        			        			        
        
                
        
        ![[Img #98702]](https://eldiadezamora.es/upload/images/05_2025/8071_8771_2765_5527_9183_8528_239_8209_6877_3755_9091_1998_4810_7036_9924_1363_jose-antonio-avila-lopez.jpg)
 
El restaurante tal como lo conocemos hoy en día, un local donde comer en mesas, con una carta con varios platos que van cambiando, con horarios de almuerzo y cena, y al que va cualquier persona a comer por gusto, tiene su origen en Francia, en el siglo XVIII. Pero los mesones, posadas y tabernas donde los campesinos, soldados y viajeros podían descansar, comer y beber o dormir existían ya en la Edad Media. Podemos irnos más atrás, ya que hay evidencias de que en el antiguo Egipto, allá por el año 500 antes de Cristo, existía un lugar público donde te podías comer un plato de cereales, aves salvajes y cebolla, pero sólo este plato. En tiempo de los romanos, en los mercados se ofrecía comida y bebida para los campesinos, comerciantes, soldados o todo aquél que estaba lejos de su casa. En China y Japón, las casas de té eran, y son, lugar de encuentro para diversos rituales que alimentaban el cuerpo y el alma. El arte de la restauración moderna está íntimamente relacionado con la historia de Francia y uno de los motivos por los que este negocio se multiplicó por las tierras galas, lo encontramos en la propia Revolución Francesa, ya que la proclamación del nuevo régimen terminó con el empleo de los cocineros que trabajaban para la nobleza, y a algunos de sus jefes les cortaron la cabeza y tuvieron que buscarse la vida. A muchos de ellos se les ocurrió abrir un local donde desarrollar sus habilidades profesionales para sus conciudadanos, para disfrutar de unos placeres antes reservados sólo a la aristocracia. Unos años antes, en 1765, un vendedor de sopas, abrió en París una casa de comidas y en la puerta, seguramente como reclamo para vender esas propias sopas, colgó un letrero que decía “Venid a mi casa, hombres de estómagos cansados, que yo los restauraré”, y tuvo tal éxito que desde entonces todas las casas de comidas en el mundo se llaman “restaurantes”. 
        
        
    
       
            
    
        
        
	
    
                                                                                            	
                                        
                            
    
    
	
    
![[Img #98702]](https://eldiadezamora.es/upload/images/05_2025/8071_8771_2765_5527_9183_8528_239_8209_6877_3755_9091_1998_4810_7036_9924_1363_jose-antonio-avila-lopez.jpg)
El restaurante tal como lo conocemos hoy en día, un local donde comer en mesas, con una carta con varios platos que van cambiando, con horarios de almuerzo y cena, y al que va cualquier persona a comer por gusto, tiene su origen en Francia, en el siglo XVIII. Pero los mesones, posadas y tabernas donde los campesinos, soldados y viajeros podían descansar, comer y beber o dormir existían ya en la Edad Media. Podemos irnos más atrás, ya que hay evidencias de que en el antiguo Egipto, allá por el año 500 antes de Cristo, existía un lugar público donde te podías comer un plato de cereales, aves salvajes y cebolla, pero sólo este plato. En tiempo de los romanos, en los mercados se ofrecía comida y bebida para los campesinos, comerciantes, soldados o todo aquél que estaba lejos de su casa. En China y Japón, las casas de té eran, y son, lugar de encuentro para diversos rituales que alimentaban el cuerpo y el alma. El arte de la restauración moderna está íntimamente relacionado con la historia de Francia y uno de los motivos por los que este negocio se multiplicó por las tierras galas, lo encontramos en la propia Revolución Francesa, ya que la proclamación del nuevo régimen terminó con el empleo de los cocineros que trabajaban para la nobleza, y a algunos de sus jefes les cortaron la cabeza y tuvieron que buscarse la vida. A muchos de ellos se les ocurrió abrir un local donde desarrollar sus habilidades profesionales para sus conciudadanos, para disfrutar de unos placeres antes reservados sólo a la aristocracia. Unos años antes, en 1765, un vendedor de sopas, abrió en París una casa de comidas y en la puerta, seguramente como reclamo para vender esas propias sopas, colgó un letrero que decía “Venid a mi casa, hombres de estómagos cansados, que yo los restauraré”, y tuvo tal éxito que desde entonces todas las casas de comidas en el mundo se llaman “restaurantes”.



















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