
NUESTRA HISTORIA
Cristo de Morales
La capital zamorana hacía fiesta el 9 de mayo hace varias décadas, también los pueblos de los alrededores participaban con entusiasmo en la celebración de la Romería del Cristo de Morales. Centenares de carros tirados por parejas de mulas o por un solo borrico acudían atiborrados de pasajeros y de viandas para disfrutar del festejo. A la llegada a la pradera, desenganchaban las bestias de tiro, que quedaban atadas junto al carro y este servía de cobijo a los concurrentes que aprovechaban la sombra que les proporcionaba el carruaje.
Los peregrinos se acercaban al interior de la Ermita a pedirle al Santo Cristo protección para sus vidas y haciendas, y una vez cumplido el deber espiritual, volvían en torno a su carro para comer, beber y danzar mientras en cuerpo aguantase.
Había multitud de familias y grupos de amigos que cubrían el recorrido de más de cinco kilómetros desde la capital andando durante cerca de dos horas y aún les quedaban energías para saltar a la comba, jugar con la pelota y bailar todo el día.
Influenciados por la Fe y afligidos por sus íntimos problemas, había personas que hacían el novenario como promesa y todos los días recorrían el trayecto a pie hasta la Ermita. La participación conjunta de los ayuntamientos de Morales del Vino y Zamora, tiene sus raíces en la aparición del Cristo, que según la tradición, era transportado en una carreta tirada por dos bueyes que, al llegar a la raya que divide los términos municipales, se negaron a continuar y allí pararon con el Cristo y allí se levantó la Ermita. Recuerdo que había antiguamente dos praderas, la pradera de arriba y la pradera de abajo, separadas por la carretera que va a El Perdigón; la pradera de arriba era de Morales y la de abajo era del término municipal de Zamora.
Por causas político-administrativas, con el fin de ajustar el calendario laboral, hace años que en Zamora capital no es festivo el día del Cristo de Morales, pero los zamoranos aprovechan su tiempo libre para acudir a la pradera del Cristo a tomarse unas jarras de limonada, comer unas avellanas, comprar las típicas rosquillas y , cómo no, visitar al Bendito Cristo y participar de los animados bailes que amenizan orquestas contratadas por el Ayuntamiento de Morales del Vino.
Aunque ya no vemos aquellos carros con llantas de hierro, tirados por caballerías, las gentes se desplazan con cientos de automóviles que, al llegar a la pradera, se ven con grandes dificultades para aparcar por falta de espacio. Los autobuses urbanos programan una línea espacial con frecuencia horaria, que también utilizan muchos usuarios.
La Romería del día 9 de mayo sigue siendo festejo preferido por las gentes de Zamora y sus alrededores, pero yo, particularmente echo de menos el tipismo y las costumbres de antaño.
Balbino Lozano
La capital zamorana hacía fiesta el 9 de mayo hace varias décadas, también los pueblos de los alrededores participaban con entusiasmo en la celebración de la Romería del Cristo de Morales. Centenares de carros tirados por parejas de mulas o por un solo borrico acudían atiborrados de pasajeros y de viandas para disfrutar del festejo. A la llegada a la pradera, desenganchaban las bestias de tiro, que quedaban atadas junto al carro y este servía de cobijo a los concurrentes que aprovechaban la sombra que les proporcionaba el carruaje.
Los peregrinos se acercaban al interior de la Ermita a pedirle al Santo Cristo protección para sus vidas y haciendas, y una vez cumplido el deber espiritual, volvían en torno a su carro para comer, beber y danzar mientras en cuerpo aguantase.
Había multitud de familias y grupos de amigos que cubrían el recorrido de más de cinco kilómetros desde la capital andando durante cerca de dos horas y aún les quedaban energías para saltar a la comba, jugar con la pelota y bailar todo el día.
Influenciados por la Fe y afligidos por sus íntimos problemas, había personas que hacían el novenario como promesa y todos los días recorrían el trayecto a pie hasta la Ermita. La participación conjunta de los ayuntamientos de Morales del Vino y Zamora, tiene sus raíces en la aparición del Cristo, que según la tradición, era transportado en una carreta tirada por dos bueyes que, al llegar a la raya que divide los términos municipales, se negaron a continuar y allí pararon con el Cristo y allí se levantó la Ermita. Recuerdo que había antiguamente dos praderas, la pradera de arriba y la pradera de abajo, separadas por la carretera que va a El Perdigón; la pradera de arriba era de Morales y la de abajo era del término municipal de Zamora.
Por causas político-administrativas, con el fin de ajustar el calendario laboral, hace años que en Zamora capital no es festivo el día del Cristo de Morales, pero los zamoranos aprovechan su tiempo libre para acudir a la pradera del Cristo a tomarse unas jarras de limonada, comer unas avellanas, comprar las típicas rosquillas y , cómo no, visitar al Bendito Cristo y participar de los animados bailes que amenizan orquestas contratadas por el Ayuntamiento de Morales del Vino.
Aunque ya no vemos aquellos carros con llantas de hierro, tirados por caballerías, las gentes se desplazan con cientos de automóviles que, al llegar a la pradera, se ven con grandes dificultades para aparcar por falta de espacio. Los autobuses urbanos programan una línea espacial con frecuencia horaria, que también utilizan muchos usuarios.
La Romería del día 9 de mayo sigue siendo festejo preferido por las gentes de Zamora y sus alrededores, pero yo, particularmente echo de menos el tipismo y las costumbres de antaño.
Balbino Lozano
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