NUESTRA HISTORIA
El día que terminó la Guerra
Mil novecientos treinta y ocho fue el año en que se producía en mi vida escolar un cambio que pudo ser transcendental para mí y también para la sociedad de la España que estaba debatiéndose en una fratricida guerra civil.
Desde la época de párvulo, con cinco años de edad, asistí a la Escuela Graduada "Los Descalzos" en la calle de la Brasa. Ese año de 1938 fui operado de trepanación del oído derecho, permaneciendo en el Hospital de la Encarnación durante un mes, compartiendo la estancia y las curas diarias con los soldados que llegaban heridos del frente en vehículos que las más de las veces eran camiones y no ambulancias. Viendo aquellas escenas de gran dolor, lo mío. aunque era grave, carecía de importancia ante la presencia de quienes traían en sus cuerpos los efectos de la metralla.
Aquel año fue mi despedida de la Escuela "Los Descalzos". El curso siguiente, 1938-1939 pasé a la Preparatoria del Instituto "Claudio Moyano", que dirigía doña Manuel Moyano. Muchos y muy buenos recuerdos conservo de mis tiempos en la Preparatoria, tanto de aquella magnífica maestra que vivía con una hermana en la calle Héroes de Toledo, frente al Instituto, como de muchos de los compañeros y compañeras que luego iniciamos el bachillerato en el mismo centro docente.
Fue muy significativo que el alumnado lo componíamos chicos de ambos sexos mientras estuvimos en la Preparatoria. Luego, en el bachillerato volvieron a separarnos a los chicos de la chicas, pero como nos habíamos conocido de la etapa anterior, nos reuníamos durante los recreos en el patio.
Como mi primer año en el Claudio Moyano transcurría en pleno fragor de la Guerra Civil, hubo muchas escenas y circunstancias que tenían que ver con aquel conflicto bélico. La proximidad de nuestro Instituto al cuartel de Infantería, nos ofrecía continuamente la presencia de soldados haciendo la instrucción en la gran explanada que había ante nosotros. También veíamos, en ocasiones, aquellas camionetas cargadas de militares que salían para el frente de batalla.
Otro indicativo de la situación conflictiva era una sirena que estaba instalada en lo alto del edificio que nosotros conocíamos como la "Casa de Cañibano". Aquel artefacto servía para dar la alarma ante posibles ataques aéreos para que las gentes fueran a recogerse en los refugios.
Afortunadamente, Zamora nunca fue objetivo de bombardeos, ni recuerdo que hubiera aquí combate alguno.
Otros recuerdos que permanecen en mi memoria son los frecuentes toques de corneta que servían para organizar la vida militar en el cuartel, y que de alguna forma influían también en la vida del personal civil. Cuando sonaba el toque de "Oración" , que era cuando se arriaba la bandera, o también cuando sonaba el Himno Nacional al izar la bandera o había algún acto solemne, quienes estábamos por las proximidades habíamos de detener nuestro caminar y permanecer firmes mientras sonaba el toque. Los militares o personal uniformado con gorra debían mantenerse en posición de saludo-
El aspecto que ofrecía aquella zona, hoy centro de la moderna urbanización zamorana, era muy diferente del actual, aunque sigan existiendo el Claudio Moyano y el Cuartel Viriato ahora transformado en Campus Universitario. Todo el entorno eran grandes solares y explanadas, incluso había viñas en la parte donde hoy está el Instituto María de Molina. Frente al Cuartel, en el cruce de la que entonces se llamaba carretera de Tordesillas (hoy avenida Requejo) estaba emplazado el " Arco de la Independencia" que luego fue desmontado y trasladado al Parque de San Martín y más tarde fue llevado a la carretera de Salamanca frente al Cementerio.
Todavía no se habían construido ni el edificio del Instituto de Previsión ni el gran bloque residencial entre las que actualmente son Avenidas Príncipe de Asturias y Requejo.
El día que terminó la Guerra: 1 de abril de 1939, todo el alumnado del Claudio Moyano que nos encontrábamos en las respectivas clases recibimos la noticia con gran alborozo; cesaron las clases, salimos a los jardines de aquel centro docente y una de las formas de celebrarlo fue quemando las viejas escobas que había en el basurero y agitarlas para que saltaran chispas como si se tratara de fuegos artificiales. Mientras, la sirena de "Casa Cañibano" sonaba insistentemente anunciando la buena nueva.
Balbino Lozano
Mil novecientos treinta y ocho fue el año en que se producía en mi vida escolar un cambio que pudo ser transcendental para mí y también para la sociedad de la España que estaba debatiéndose en una fratricida guerra civil.
Desde la época de párvulo, con cinco años de edad, asistí a la Escuela Graduada "Los Descalzos" en la calle de la Brasa. Ese año de 1938 fui operado de trepanación del oído derecho, permaneciendo en el Hospital de la Encarnación durante un mes, compartiendo la estancia y las curas diarias con los soldados que llegaban heridos del frente en vehículos que las más de las veces eran camiones y no ambulancias. Viendo aquellas escenas de gran dolor, lo mío. aunque era grave, carecía de importancia ante la presencia de quienes traían en sus cuerpos los efectos de la metralla.
Aquel año fue mi despedida de la Escuela "Los Descalzos". El curso siguiente, 1938-1939 pasé a la Preparatoria del Instituto "Claudio Moyano", que dirigía doña Manuel Moyano. Muchos y muy buenos recuerdos conservo de mis tiempos en la Preparatoria, tanto de aquella magnífica maestra que vivía con una hermana en la calle Héroes de Toledo, frente al Instituto, como de muchos de los compañeros y compañeras que luego iniciamos el bachillerato en el mismo centro docente.
Fue muy significativo que el alumnado lo componíamos chicos de ambos sexos mientras estuvimos en la Preparatoria. Luego, en el bachillerato volvieron a separarnos a los chicos de la chicas, pero como nos habíamos conocido de la etapa anterior, nos reuníamos durante los recreos en el patio.
Como mi primer año en el Claudio Moyano transcurría en pleno fragor de la Guerra Civil, hubo muchas escenas y circunstancias que tenían que ver con aquel conflicto bélico. La proximidad de nuestro Instituto al cuartel de Infantería, nos ofrecía continuamente la presencia de soldados haciendo la instrucción en la gran explanada que había ante nosotros. También veíamos, en ocasiones, aquellas camionetas cargadas de militares que salían para el frente de batalla.
Otro indicativo de la situación conflictiva era una sirena que estaba instalada en lo alto del edificio que nosotros conocíamos como la "Casa de Cañibano". Aquel artefacto servía para dar la alarma ante posibles ataques aéreos para que las gentes fueran a recogerse en los refugios.
Afortunadamente, Zamora nunca fue objetivo de bombardeos, ni recuerdo que hubiera aquí combate alguno.
Otros recuerdos que permanecen en mi memoria son los frecuentes toques de corneta que servían para organizar la vida militar en el cuartel, y que de alguna forma influían también en la vida del personal civil. Cuando sonaba el toque de "Oración" , que era cuando se arriaba la bandera, o también cuando sonaba el Himno Nacional al izar la bandera o había algún acto solemne, quienes estábamos por las proximidades habíamos de detener nuestro caminar y permanecer firmes mientras sonaba el toque. Los militares o personal uniformado con gorra debían mantenerse en posición de saludo-
El aspecto que ofrecía aquella zona, hoy centro de la moderna urbanización zamorana, era muy diferente del actual, aunque sigan existiendo el Claudio Moyano y el Cuartel Viriato ahora transformado en Campus Universitario. Todo el entorno eran grandes solares y explanadas, incluso había viñas en la parte donde hoy está el Instituto María de Molina. Frente al Cuartel, en el cruce de la que entonces se llamaba carretera de Tordesillas (hoy avenida Requejo) estaba emplazado el " Arco de la Independencia" que luego fue desmontado y trasladado al Parque de San Martín y más tarde fue llevado a la carretera de Salamanca frente al Cementerio.
Todavía no se habían construido ni el edificio del Instituto de Previsión ni el gran bloque residencial entre las que actualmente son Avenidas Príncipe de Asturias y Requejo.
El día que terminó la Guerra: 1 de abril de 1939, todo el alumnado del Claudio Moyano que nos encontrábamos en las respectivas clases recibimos la noticia con gran alborozo; cesaron las clases, salimos a los jardines de aquel centro docente y una de las formas de celebrarlo fue quemando las viejas escobas que había en el basurero y agitarlas para que saltaran chispas como si se tratara de fuegos artificiales. Mientras, la sirena de "Casa Cañibano" sonaba insistentemente anunciando la buena nueva.
Balbino Lozano




















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