José Antonio Ávila López
Viernes, 16 de Mayo de 2025
NOTAS DEL PENSAMIENTO

Poltronas, o servir a los demás

José Antonio Ávila López

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En la mayoría de los casos, si a una persona le dan a elegir entre servir a los demás con honradez o crecer en lo personal, casi siempre acaba triunfando la segunda opción. Y es por eso por lo que cierto sector político, el del ámbito regional, acaba atendiendo más los intereses de partido y los personales que los intereses reales del ciudadano que les votó. Cuestión aparte es lo que puede, y digo puede, ocurrir en los municipios, donde en algunas ocasiones se da también lo anterior, pero en otros muchos casos, por suerte, sí hay una verdadera vocación de servicio público, y por supuesto que tiene mucho de tópico esa frase de que «todos los políticos son iguales». Ni siquiera en un mismo partido o grupo político lo son, y cuando entrevistan a la gente que ya se ha retirado del ruedo público, casi todos ellos, aparte de notablemente más envejecidos, seguramente a causa del estrés por no perder el puesto, aseguran llevarse mejor con colegas pertenecientes a otras ideologías que con sus propios compañeros de ideología... Y es que es peor el «fuego amigo» que el «fuego enemigo», porque mientras este último te permite prepararte, el primero no lo ves venir, y al pillarte desprevenido es el que más duro te da. Recuerdo la frase que decían los abuelos hace tiempo : «Que Dios me libre de mis amigos, que de los enemigos ya me libraré yo». Viendo lo que ocurre a varios niveles de la política patria, esa frase cobra todo su sentido, ya que muchas más guerras se han ganado por traiciones que por la lucha limpia y en igualdad de condiciones. La cuestión que me viene a la cabeza es si esto es parte de la inteligencia, porque al fin y al cabo intentar encontrar una ventaja sobre los competidores no deja de ser una muestra de ingenio. Con toda la gente realmente inteligente que hay en este país, y la que ha habido, sorprende comprobar cómo no hemos evolucionado más, y todo es por la pésima gestión del talento, la intolerable falta de estímulos, y no sólo eso, sino también el freno directo por parte de esos que como decíamos están más ocupados por elaborar sofisticadas  intrigas para salvar la poltrona que en resolver los problemas públicos. Seguro que a ellos, en el fondo, también les iría mejor. 

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