Eugenio-Jesús de Ávila
Viernes, 16 de Mayo de 2025
COSAS MÍAS

Hay gentes que saben de todo y de...nada

[Img #99079]Ahora que mi cuerpo me avisa que vamos cuesta abajo en la rodada, porque la vida es un tango, he llegado a una extraordinaria conclusión: viví rodeado de gente cultísima, de personas que saben de todo, verbigracia: filosofía, matemáticas, lengua, historia, política, música clásica y contemporánea, toros, deportes…Y yo, con más pasado que futuro, ni sé si se algo y si conozco cuatro cosas y poco más.

 

Aquí, en esta mi tierra, maltratada y olvidada, condenada al ostracismo económico y demográfico, conozco genios en política, en periodismo, en fotografía, en literatura, en deportes. No me explico, pues, cómo Zamora se quiebra contando con personas, hombres y mujeres, de una valía excepcional. Hecho inexplicable que escapa a mi parca razón.

 

No voy a negar que fui el periodista, o como quieras definirme, que más escribió sobre cómo embellecer Zamora, de las causas de esta deriva hacia la nada, de política, de nuestra sociedad y sus fallas, como eso de la apatía antropológica; de nuestra historia. Critiqué a altos cargos del PP, como Maíllo, Carnero o Pozo, porque consideré que se lo debía a la libertad de prensa, y también a Fagúndez, Fernández Blanco y demás dirigentes socialistas. A Francisco Guarido, jamás. No hallé razones de peso para juzgarle. Algún pecado venial, de esos que no necesitan penitencia, y poco más. Pero yo soy un libertino, o un alumno de Pirrón.

 

Quizá me equivoqué en todo. Pero nunca coloqué una palabra en mis artículos pensando que la razón escribía a mi vera. Qué sé yo de la historia moderna o pretérita de nuestra tierra. Muy poco: lo de la compra de diputados socialistas para mantener en la gobernanza de la Diputación al PP, con aquella célebre sesión, y escandalosa, del 1 de agosto de 1987. El caso Zamora, cuando una moción de censura del PP derribó a un presidente por cumplir con la Ley y denunciar aquello del “trasiego” de maletines. Todos estos acontecimientos políticos los viví, como sujeto agente o paciente. ¿Cuántos periodistas de los que ahora ejercen en nuestra provincia y ciudad conocen estas vergüenzas políticas? ¿Cuántos escribieron artículos al respecto?

 

Como digo, sé una miaja de algo: cómo me llamo, quiénes fueron mis padres, cuándo nací, las cuatro reglas o cómo se escribe, dependiendo de su significado, por ejemplo, acerbo o acervo. Pero me rodean gentes, desde que eran un jovencito, con una cultura enciclopédica colosal. Y sin yo pedírselo, todas me dieron lecciones, desde periodísticas, hasta de lengua, literatura, ideologías políticas, historia, filosofía, sociología, deportes...

 

No me enseñaron nada. Pero, por educación, las escuché. Después, aprovechando que, durante 13 años fui editor de El Día de Zamora, respondía a estas personas tan preparadas, en artículos de opinión, subjetivos, por supuesto. Fue mi privilegio. Porque, cuando escribes, nadie te interrumpe con su sabiduría, conocimientos de gramática y sintaxis y monólogos pedantes. Después, siempre aparecen cuatro personajes, que también lo saben todo, querubines de la política, libérrimos, criticando lo que pienso. Si los hago felices, si les arranco odio, perfecto.

 

No me sé todos los cuentos, porque no soy León Felipe, solo digo lo que he visto. Quizá sea muy poco, pero escribir, desde mi poquedad cultural, me libera. ¡Lástima no haber aprendido a pensar después de conocer a tantos eruditos de la vida!

 

Me subo a la grupa de la inteligencia de Orwell para cerrar este artículo: “Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír”.

 

 

Eugenio-Jesús de Ávila

 

 

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