DENUNCIA
Lo que la higuera del mirador esconde
Entre biodiversidad, abandono y basura, el dilema de una higuera que revela más de lo que tapa
Desde hace más de veinticinco años, una higuera crece en la muralla junto al mirador del Pizarro. Lo que empezó como una planta espontánea se ha convertido en parte del paisaje urbano y en refugio de aves, insectos e incluso murciélagos. Es un ejemplo de cómo la vida se abre paso entre la piedra, aportando valor ecológico a un entorno muchas veces olvidado.
Ahora, tras años de desidia institucional, se anuncia por fin una intervención para restaurar la muralla. Una noticia positiva, dado el deterioro acumulado. Pero el proyecto incluye la retirada de esta higuera y de un saúco cercano. Desde el ámbito ecologista se ha pedido que, en caso de eliminarse, se compensen los efectos, instalación de cajas nido, refugios para murciélagos y otras medidas que respeten la fauna urbana. No ocurrió lo mismo con la higuera que crecía en el Puente de Piedra. Aquella fue arrancada sin miramientos, sin explicaciones ni medidas compensatorias. Eso sí, ya está brotando de nuevo. No tenía padrino, y lo pagó. Aquí, al menos, alguien ha alzado la voz.
La discusión no debería limitarse a conservar o eliminar. La cuestión de fondo es si la higuera supone realmente un riesgo estructural. Si sus raíces dañan el lienzo de la muralla, habrá que actuar con rigor técnico. Pero si no hay evidencia de perjuicio, ¿por qué no explorar soluciones que permitan su permanencia?
Más allá del árbol, lo verdaderamente alarmante está en su interior. Bajo esa higuera se oculta una vergonzosa acumulación de basura: latas, botellas, plásticos, envoltorios... Un vertedero escondido en pleno casco histórico. Lo que para algunos es vegetación, para otros es excusa para arrojar residuos. Y lo peor, allí donde cae, no se limpia, porque el acceso es tan difícil como fácil es tirar desde arriba. Lo que no se ve a simple vista, no se recoge. Y lo inaccesible se convierte en refugio del abandono. Se retire o no la higuera, lo urgente es actuar sobre la basura. El difícil acceso no puede ser una coartada. Alguna forma habrá de alcanzar esos residuos. Porque no basta con restaurar la piedra, hace falta restaurar también el compromiso con lo vivo y con lo limpio.

Desde hace más de veinticinco años, una higuera crece en la muralla junto al mirador del Pizarro. Lo que empezó como una planta espontánea se ha convertido en parte del paisaje urbano y en refugio de aves, insectos e incluso murciélagos. Es un ejemplo de cómo la vida se abre paso entre la piedra, aportando valor ecológico a un entorno muchas veces olvidado.
Ahora, tras años de desidia institucional, se anuncia por fin una intervención para restaurar la muralla. Una noticia positiva, dado el deterioro acumulado. Pero el proyecto incluye la retirada de esta higuera y de un saúco cercano. Desde el ámbito ecologista se ha pedido que, en caso de eliminarse, se compensen los efectos, instalación de cajas nido, refugios para murciélagos y otras medidas que respeten la fauna urbana. No ocurrió lo mismo con la higuera que crecía en el Puente de Piedra. Aquella fue arrancada sin miramientos, sin explicaciones ni medidas compensatorias. Eso sí, ya está brotando de nuevo. No tenía padrino, y lo pagó. Aquí, al menos, alguien ha alzado la voz.
La discusión no debería limitarse a conservar o eliminar. La cuestión de fondo es si la higuera supone realmente un riesgo estructural. Si sus raíces dañan el lienzo de la muralla, habrá que actuar con rigor técnico. Pero si no hay evidencia de perjuicio, ¿por qué no explorar soluciones que permitan su permanencia?
Más allá del árbol, lo verdaderamente alarmante está en su interior. Bajo esa higuera se oculta una vergonzosa acumulación de basura: latas, botellas, plásticos, envoltorios... Un vertedero escondido en pleno casco histórico. Lo que para algunos es vegetación, para otros es excusa para arrojar residuos. Y lo peor, allí donde cae, no se limpia, porque el acceso es tan difícil como fácil es tirar desde arriba. Lo que no se ve a simple vista, no se recoge. Y lo inaccesible se convierte en refugio del abandono. Se retire o no la higuera, lo urgente es actuar sobre la basura. El difícil acceso no puede ser una coartada. Alguna forma habrá de alcanzar esos residuos. Porque no basta con restaurar la piedra, hace falta restaurar también el compromiso con lo vivo y con lo limpio.




















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