Jueves, 11 de Diciembre de 2025

BALBINO LOZANO
Domingo, 25 de Mayo de 2025
NUESTRA HISTORIA

Personajes de antaño: serenos

Tomamos como referencia el año 1794, porque fue en este año precisamente cuando, por primera vez se establece en Zamora el servicio de SERENOS. En el mes de marzo de dicho año, un valenciano llamado Vicente Oller, avecindado en Zamora, solicitó del Ayuntamiento autorización para ejercer la vigilancia nocturna de la ciudad, en forma y condiciones que detallaba en su Memorial:


"Vicente Oller, natural de la villa de Taulada en el reino de Valencia, hace presente conviniendo al buen gobierno y comodidad del vecindario de que haya un  celador en cada barrio,  que éste ande desde las diez en tiempo de invierno y desde las once en tiempo de verano, hasta el amanecer, con un farol encendido y un chuzo para su defensa, publicando en vox alta la hora y cuartos de ella  que fueren, y si el tiempo está sereno, nublado o lloviendo, dando luz de su farol a quien la pida, llamar Médico, Cirujano, Comadre de parir, Botica, o avisar a la Iglesia para la suministración de los Santos Sacramentos (si se ofrece) y siempre evitando cuánto daño sea posible, sólo por el interés de ir un día a la semana a las casas de los vecinos del Barrio a pedir limosna, aquello que quisieran dar voluntariamente sin obligación a  ello, y si esta pretensión es del agrado de V.I. suplico se digne admitirla no perjudicando al vecindario en cosa alguna ínterin quedo rogando a Dios guarde la vida a V.I. muchos años.  Zamora, veinte y cuatro de marzo de mil setecientos noventa u cuatro."


La Corporación  Municipal admitió la petición en los términos expresados y a partir de aquella fecha  comenzó la vigilancia nocturna en Zamora.  No había transcurrido ni un mes desde la salida a las calles zamoranas de los primeros celadores de la noche, cuando ya un Regidor se apresuraba a hacer presente a la Corporación las excelencias de la vigilancia establecida y el penoso trabajo que representaba para los diez hombres que se dedicaban a velar por la tranquilidad del vecindario, sin recibir otra remuneración que lo que quisieran dar los ciudadanos voluntariamente.


En el transcurso de unos pocos años  el sistema funcionó, pero el vecindario se fue retrayendo de pagar su aportación voluntaria y lo que debían cobrar los SERENOS era pagado en casi su totalidad del presupuesto municipal. La grave situación económica  por la que pasaba la ciudad en los tiempos de la dominación francesa y la imposibilidad de justificar tal gasto  ante quien tenía que rendir cuentas el Ayuntamiento, llevó al cese total de los SERENOS por no existir recurso alguno con el que pagar tan interesante servicio.


Transcurrieron dieciocho años hasta que, en 1825 acuerda la  Corporación reponer los cuatro SERENOS "que debe haber en esta ciudad", y mediante la oportuna convocatoria fueron nombrados para desempeñar el cargo los cuatro solicitantes que cobrarían sus haberes por cuenta del Ayuntamiento.


Lo útil que resultaba al vecindario el servicio que prestaban los SERENOS era una realidad  que nadie se cuestionaba, pero los problemas se centraban en la imposibilidad de sufragar con fondos públicos el coste de tan loable prestación para la seguridad y sosiego de la noche ciudadana.  Hasta tal punto quedó patente la necesidad de que hubiera  SERENOS en las ciudades que, en setiembre de 1834, fue promulgada una Real Orden en la que S.M. la Reina Gobernadora mandaba establecer en las capitales donde no los hubiese alumbrado y SERENOS.                             

  Balbino Lozano 

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