
COSAS DE DE LA BIEN CERCADA
La plaza de la Constitución merece una transformación que la "humanice"
Eugenio-Jesús de Ávila
Zamora cuenta con una materia prima excepcional para potenciar su belleza. Sostengo que tanto el regidor como David Gago, teniente alcalde del PSOE, son personas con querencias por la estética de la ciudad que gobiernan. Quizá no coincidamos en las prioridades. Pero, si un servidor fuera edil, además de diseñar un Plan del Casco Histórico, prioritario, junto a la restauración de las murallas y de la reconstrucción de las torres del Puente de Piedra, transformaría la plaza de la Constitución, un auténtico secarral para el turismo que nos visita cuando pasea por Santa Clara y llega a ese espacio urbano. Resulta que, en el corazón de la ciudad, a la vista de uno de los templos románicos más hermosos de Zamora, soportemos un ágora tan poco digna de una urbe que aspira a ser Patrimonio de la Humanidad.
Hace décadas, cuando todavía no se había restaurado la iglesia de Santiago del Burgo, en el centro de la plaza refrescaba la vida ciudadana la fuente más antigua de Zamora (siglo XVIII), que después se trasladaría a San Martín de Abajo, donde pasa casi desapercibida. Tras aquella mudanza, ese espacio urbano se convirtió en paraíso del cemento y del canto intransitable y de las manifestaciones de unos y de otros. Debajo, aparcamiento, que no impediría ajardinar el ágora.
Sugiero que se esboce una transformación estética del lugar. Verbigracia: fuente que haga honor al templo románico y ajardinamiento de su entorno. Los eruditos en asuntos de filtraciones de agua saben que el aparcamiento subterráneo de la zona no sufriría humedades. Cópiese el jardín de la plaza de Zorrilla, para un servidor el más coqueto de Zamora, cámbiese, si se desea, su perímetro -cuadrilátero actual al circular- y corónese con varias esculturas de Baltasar Lobo y dispondremos de una plaza epatante y pase al recuerdo el secarral que ahora la define.
En venideros artículos, enfrentaré cambios en otras plazas de Zamora, como la de Castilla y León, San Gil, Viriato, la Plaza Mayor, por supuesto, sin olvidarme de los jardines del Castillo, ni de la plaza de La Marina, a la que se le ha dado un bonito toque con la fuente allí instalada no ha mucho tiempo por el Ayuntamiento.
Eugenio-Jesús de Ávila
Zamora cuenta con una materia prima excepcional para potenciar su belleza. Sostengo que tanto el regidor como David Gago, teniente alcalde del PSOE, son personas con querencias por la estética de la ciudad que gobiernan. Quizá no coincidamos en las prioridades. Pero, si un servidor fuera edil, además de diseñar un Plan del Casco Histórico, prioritario, junto a la restauración de las murallas y de la reconstrucción de las torres del Puente de Piedra, transformaría la plaza de la Constitución, un auténtico secarral para el turismo que nos visita cuando pasea por Santa Clara y llega a ese espacio urbano. Resulta que, en el corazón de la ciudad, a la vista de uno de los templos románicos más hermosos de Zamora, soportemos un ágora tan poco digna de una urbe que aspira a ser Patrimonio de la Humanidad.
Hace décadas, cuando todavía no se había restaurado la iglesia de Santiago del Burgo, en el centro de la plaza refrescaba la vida ciudadana la fuente más antigua de Zamora (siglo XVIII), que después se trasladaría a San Martín de Abajo, donde pasa casi desapercibida. Tras aquella mudanza, ese espacio urbano se convirtió en paraíso del cemento y del canto intransitable y de las manifestaciones de unos y de otros. Debajo, aparcamiento, que no impediría ajardinar el ágora.
Sugiero que se esboce una transformación estética del lugar. Verbigracia: fuente que haga honor al templo románico y ajardinamiento de su entorno. Los eruditos en asuntos de filtraciones de agua saben que el aparcamiento subterráneo de la zona no sufriría humedades. Cópiese el jardín de la plaza de Zorrilla, para un servidor el más coqueto de Zamora, cámbiese, si se desea, su perímetro -cuadrilátero actual al circular- y corónese con varias esculturas de Baltasar Lobo y dispondremos de una plaza epatante y pase al recuerdo el secarral que ahora la define.
En venideros artículos, enfrentaré cambios en otras plazas de Zamora, como la de Castilla y León, San Gil, Viriato, la Plaza Mayor, por supuesto, sin olvidarme de los jardines del Castillo, ni de la plaza de La Marina, a la que se le ha dado un bonito toque con la fuente allí instalada no ha mucho tiempo por el Ayuntamiento.
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