Hagamos que Zamora cuente

Nos aíslan, nos denostan, nos dejan solos, a merced de que el desánimo justifique nuestro estruendoso silencio. Hacen caso a quien vocea en lugar de hablar, a quien tiene tirón mediático, a un alcalde que le encanta estar en el foco público, ser noticia, aunque para eso no tenga en cuenta que, con sus peticiones, puede dañar a mucha gente; por supuesto me refiero a Abel Caballero y su pretensión de acortar el tiempo del recorrido entre Galicia y Madrid suprimiendo una parada en Sanabria. No me cabe en la cabeza que dicha parada extorsione tanto el tiempo de trayecto entre ambas localidades y considero una aberración mayúscula que se elimine, obstaculizando a los sanabreses la comunicación ferroviaria hacia el norte.

A estas alturas, y con toda una serie de problemas mantenidos en España con los trenes, las catenarias, el robo de cables, las paradas en medio de la nada, la desinformación y los retrasos; nadie da explicaciones. El ministro de transportes Oscar Puente se defiende como puede cuando no le queda más remedio porque los periodistas le rodean con micrófonos esperando de él, como máximo responsable, una respuesta coherente unida a un servicio de calidad y sin problemas. El presidente Sánchez, da una larga cambiada ¡otra más!, y a otra cosa; que la gente afectada si grita, ya se callará; si se disgusta, dos trabajos tiene, que, al fin y al cabo, los problemas ferroviarios a él no le afectan, porque su medio de transporte preferido es el Falcon.

Y así continúa la vida, con un gobierno aceptando ideas peregrinas, negando la mayor, resguardándose tras el insulto, ese barro que tanto han cacareado y que ahora les salpica, un barrizal del que este presidente no puede huir por segunda vez amparado por sus escoltas, como hizo cuando se presentó en Paiporta.

A todo esto, a provincias pequeñas como la nuestra de Zamora, con gentes que no protestan ni reivindican con malas artes sus derechos, se las obvia; están ahí pero no cuentan, e incluso los políticos zamoranos que trabajan en las instituciones autonómicas, nacionales o europeas poco hacen para ayudar a una Zamora con grandes posibilidades, que se desangra con la despoblación de sus pueblos abocados ya a un olvido irreversible. Si a ello sumamos las ocurrencias de algún alcalde mediático con ganas de brillar como los millones de luces que coloca en su árbol de navidad ¡estamos listos!. 

Toca que los zamoranos nos pongamos las pilas, luchemos por nuestra provincia, nos rebelemos cuando nos atacan con argumentos sólidos y correctos y dejemos de lado ese sentimiento de conformismo que nos caracteriza y que tiene mucho que ver con la sumisión ancestral que ha dominado estos parajes.