Manuel Herrero Alonso
Viernes, 30 de Mayo de 2025
DENUNCIA

Cuando la muralla echa raíces

El crecimiento incontrolado de árboles y plantas en los lienzos de la muralla amenaza la estabilidad de uno de los grandes emblemas históricos de Zamora

La vegetación espontánea ha dejado de ser una anécdota para convertirse en un problema estructural. Árboles que brotan entre piedras centenarias, cardos que colonizan adarves, y ramas que, al retener humedad, acaban fracturando la fábrica del muro. Cada brote sin control es hoy una grieta más en la memoria de la ciudad, ante la ausencia de una estrategia integral de conservación.

 

Los recientes trabajos en la muralla de Alfonso XII, junto al mirador, reavivaron el debate entre la conservación patrimonial y el respeto al entorno natural. La polémica surgió tras la protesta de un colectivo ecologista que solicitó mantener una higuera nacida espontáneamente en el lienzo, aludiendo a su valor como refugio de aves y contribución a la biodiversidad urbana. Sin entrar a valorar su permanencia por motivos ambientales o su retirada por criterios técnicos, desde este periódico quisimos señalar una realidad evidente, en la base del árbol se acumulaban residuos botellas, bolsas y otras basuras, arrojadas desde el mirador y atrapados entre sus ramas. Más que símbolo ecológico, la higuera se había convertido en un receptáculo de desechos, lo que justificaba su eliminación por motivos de salubridad, al margen de las dificultades logísticas de actuar en esa zona.

 

Pero este caso no es una excepción. La presencia de vegetación, tanto en lo alto como en los paramentos verticales, es generalizada. Hoy existen medios técnicos que permiten limpiezas precisas y seguras. Aun así, sus efectos siguen siendo preocupantes, raíces que abren las juntas de la piedra, humedad persistente y una lenta, pero constante, degradación del conjunto. Hay ejemplos visibles en la calle María de Molina, los cardos invaden zonas que deberían estar ajardinadas; en  Puerta Nueva, frente al centro de salud, una densa hiedra recubre el muro; y en “el Degolladero”, un árbol ha llegado a echar raíces en lo alto del lienzo.

 

¿Puede permitirse esta vegetación o urge su eliminación controlada? Más allá de lo estético, hay un argumento técnico ineludible, las raíces debilitan, las ramas retienen agua, y la vegetación seca en verano es combustible. La muralla no sólo sufre el paso del tiempo, sino también el abandono institucional. Es hora de actuar: eliminar la flora invasiva, drenar correctamente el adarve y compatibilizar conservación patrimonial con respeto medioambiental. Si no, será la naturaleza quien acabe por deshacer lo que la historia levantó.

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