COSAS MÍAS
Deleite estético
Eugenio-Jesús de Ávila
Alcanza mi sensibilidad un deleite estético cuando el sol de finales de primavera y verano protagoniza mi vida, porque la belleza muestra el arte sobre su epidermis. A más piel femenina, mayor inspiración para ese poeta que es la naturaleza. Los meses de otoño e invierno, cual talibán, esconden casi todos los poros de la piel, como si se avergonzarán de exhibir la hermosura. El verano mezcla seso con sexo, inteligencia y deseo, cerebro y corazón.
Sé, por intuición metafísica, que si Dios existiera -sostengo que solo somos energía, que ni se crea ni se destruye, solo se transforma- sería un ser femenino. La naturaleza también es femenina, como la poesía, las nubes del otoño y las nieblas de invierno; las flores, la savia, la vida…Cuando la luz ilumina los días, desde el alba al ocaso, la elegancia, la piel, que es la rima de la carne, la estrofa de los huesos, nos llega al corazón de la armonía. El verano es pura épica. Otoño e invierno, patria de los líricos. Zamora, hija de las nieblas, hermana del Duero, pinta de oro sus sillares arenisca cuando el sol se encara con el solsticio de verano.
Eugenio-Jesús de Ávila
Alcanza mi sensibilidad un deleite estético cuando el sol de finales de primavera y verano protagoniza mi vida, porque la belleza muestra el arte sobre su epidermis. A más piel femenina, mayor inspiración para ese poeta que es la naturaleza. Los meses de otoño e invierno, cual talibán, esconden casi todos los poros de la piel, como si se avergonzarán de exhibir la hermosura. El verano mezcla seso con sexo, inteligencia y deseo, cerebro y corazón.
Sé, por intuición metafísica, que si Dios existiera -sostengo que solo somos energía, que ni se crea ni se destruye, solo se transforma- sería un ser femenino. La naturaleza también es femenina, como la poesía, las nubes del otoño y las nieblas de invierno; las flores, la savia, la vida…Cuando la luz ilumina los días, desde el alba al ocaso, la elegancia, la piel, que es la rima de la carne, la estrofa de los huesos, nos llega al corazón de la armonía. El verano es pura épica. Otoño e invierno, patria de los líricos. Zamora, hija de las nieblas, hermana del Duero, pinta de oro sus sillares arenisca cuando el sol se encara con el solsticio de verano.



















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