Eugenio-Jesús de Ávila
Lunes, 02 de Junio de 2025
COSAS DE DE LA BIEN CERCADA

El tren del futuro ha tiempo que dejó de pasar por Zamora

Eugenio-Jesús de Ávila

 

Uno de los grandes golpes económicos recibidos por la economía y la sociedad zamorana la lanzó un gobierno felipista, cuando cerró líneas férreas hacia Galicia y la Ruta de la Plata. La Estación de Ferrocarril de la capital del Duero, una de la más hermosas de España, se quedó reducida casi a un apeadero. Unos mil operarios de Renfe y sus familias abandonaron nuestra ciudad.

 

Después, cuando Aznar mandaba en el PP prometió  que algún día volvería en tren a Benavente. Desde entonces, hay una Penélope esperándole en los andenes de la ciudad de los Condes-Duques. Los conservadores españoles nunca corrigieron las políticas socialistas que dañaron a nuestra provincia. Se cruzaron de brazos. Dejaron hacer. Solo alabo la transformación en autovía de la carretera entre Zamora y Tordesillas. No se olvide tampoco que la carretera entre la capital de la provincia y Benavente fue el último tramo transformado de la Vía de la Plata. Y me temo que viajar en autovía desde la ciudad del Romancero hasta la frontera lusa seguirá siendo una entelequia, cuando una infraestructura moderna potenciaría el desarrollo de media provincia. Pero parece que el poder ha diseñado otro destino para esta provincia, que no es pobre, pero sí fue depauperada por el poder político.

 

Ahora, porque así lo ha pedido el hombre que celebraba la Navidad en agosto, el regidor socialista de Vigo, Renfe, administrada por sanchistas, por aquello de que lleguen los viajeros un cuarto de hora antes desde Madrid a las Rías Bajas, piensa que Sanabria es un paraíso perdido y los sanabreses viven por doquier menos en su patria chica. Podría ser. ¿Pero quién expulsó de su tierra a las gentes de bellísima comarca?

 

He leído estos días palabras como “guerra” y “batalla” para definir las concentraciones y las críticas zamoranas a las decisiones de ese organismo en el que ordena y manda un ex alcalde de Valladolid, ahora ministro de la cosa, aquel que dijo en su día que todas las industrias importantes deberían instalarse en Pucela. Pero en las batallas y en las guerras siempre hay sangre, muertos, desaparecidos, desgracias, lágrimas. Yo solo pienso en la unión de todos los zamoranos para intentar torcer el brazo al gobierno central. Esto no es de ser de izquierdas o de derechas, de gentes que solo aman el poder y sus vínculos con el nepotismo, las prebendas, las mangancias, los chanchullos, las corrupciones públicas. Se trata de que todos los zamoranos, incluidos los representantes políticos del PSOE en Congreso de los Diputados y Senado, uno de ellos, José Fernández Blanco, sanabrés, y los del PP, por una vez, ejerzan de portavoces de su tierra, de sus gentes, aunque se estén jugando dejar de salir en las fotografías electorales, como amenazaba Alfonso Guerra cuando tenía mando en plaza. Pero mientras a los políticos los elijan las jerarquías de sus respectivos partidos y no el pueblo, no habrá nada qué hacer. El cambio de la Ley Electoral lo juzgo determinante para el futuro de esta democracia, ya tan mancillada, por estos politicastros.

 

Los zamoranos, si queremos castigar a los que nos empequeñecen, nos desprecian, nos ningunean, no deberíamos votar a los partidos que ejecutan esas medidas denigratorias para nuestra provincia. Nuestro voto firma nuestra muerte económica y social.

 

El tren del desarrollo y su máquina del futuro ha tiempo que dejaron de pasar por Zamora. A no tardar, habrá más zamoranos viviendo lejos de su tierra que en nuestra geografía provincial. Nos quieren echar. Y los viejos solo quieren morirse, al otro lado del Duero, en paz, como en la célebre canción Pueblo Blanco, de Joan Manuel Serrat. “Dónde está lo siguiente” “Hasta dónde llega el límite”.

 

 

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