Redacción
Viernes, 06 de Junio de 2025
RES PÚBLICA

Cesar en el cargo cuando tu gobierno, el de tu partido, perjudica a tus votantes

Eugenio-Jesús de Ávila

 

Si a senadores y diputados los eligieran los ciudadanos, desafiarían a su gobierno nacional cuando las reivindicaciones del pueblo fueran despreciadas. Como las gentes, en España, no eligen, solo rubrican lo que disponen las jerarquías de los partidos, jamás la ciudadanía ejercerá su poder.

 

Si, pongamos el caso, a Fagúndez y al sanabrés Fernández Blanco les hubieran situado los zamoranos en el Congreso de los Diputados y Senado, nunca Sánchez y sus sirvientes políticos, habrían llevado a ambas cámaras las reivindicaciones, con fuerza, con poderío, de los zamoranos, sin temor a haber sido destituidos: verbigracia, exigir que el AVE parase en Sanabria.

 

En esta democracia, con formas, pero sin fondo, que no debería traducirse como el poder del pueblo, sino de los partidos (partitocracia), en concreto, de sus jerarquías, grupúsculos conformados por cinco o seis personajes, el diputado Fagúndez y el senador Fernández Blanco se ven obligados, por la cuenta que les tiene, a guardar sus sentimientos, a tejer un silencio cómplice sobre las decisiones del ejecutivo, del ministro de Transportes, un chico de Pucela. Y nada más. Ninguno de los dos representa a los zamoranos, solo al PSOE, quién los colocó en la poltrona de la res pública, para percibir salarios tres veces superiores a los que percibirían en sus respectivas profesiones. Un chollo. Hay que ser muy digno para renunciar a esas prebendas políticas, a jubilaciones extraordinarias, a ese buen vivir.

 

Diputados y senadores del PP obrarían de idéntica manera si su partido gobernase en La Moncloa y hubiera decidido suprimir las paradas en Sanabria. Todos obedecen las decisiones de los gerifaltes de sus formaciones políticas, porque temen perder un cargo que tantos beneficios económicos les aportan. 

 

A ambos, si no están de acuerdo con la decisión del Ministerio de dejar a los sanabreses sin tren, solo les quedaría una salida, conforme a la dignidad que se les presume: cesar, dejar la política y manifestar sus razones. Si así sucediera, los dos quedarían como ejemplos magníficos, extraordinarios, singulares, a emular por todos aquellos que, en el futuro, anhelasen dedicarse a la política.     

 

Diputados y senadores del PP obrarían de idéntica manera si su partido gobernase en La Moncloa y hubiera decidido suprimir las paradas en Sanabria. Todos obedecen las decisiones de los gerifaltes de sus formaciones políticas, porque temen perder un puesto que tantos beneficios económicos les aportan.  Como aquellos ricos que solo tienen dinero, estos políticos solo ostentan un cargo que nunca merecieron. Jamás representaron al pueblo, solo fueron, son y serán agentes comerciales, vicarios, de sus capitostes, líderes y jefazos.

 

Esta democracia necesita una catarsis, con génesis en una nueva Ley Electoral, por la que, como sucede en Inglaterra, los ciudadanos elijan a sus políticos y les exijan responsabilidades y cumplimientos de sus promesas. Y aquel que cometiera felonía con el pueblo, condenado al ostracismo político.

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