José Antonio Ávila López
Martes, 10 de Junio de 2025
NOTAS DEL PENSAMIENTO

Hipócrita por naturaleza, eso es la ciudad

José Antonio Ávila López

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La ciudad, en su sentido más amplio, es la madre del escaparate de las vanidades, y no sólo establece los ritos, las reglas, los actos y las tradiciones a seguir, sino que los aumenta y multiplica a placer, sin importar la fuerza o importancia de su contenido, simplemente esas vanidades se reproducen como las colonias de hongos. En la ciudad no hay retiro, hay exposición, y siempre se vive pendiente de ese famoso centro comercial con sus rebajas y precios especiales. Siempre me he definido como costumbrista, supongo que en honor a Mariano José de Larra, pero ahora veo claramente que jamás nadie se creyó esa definición, salvo yo. Toda mi vida he ido a los actos, reuniones y encuentros que me han apetecido, y los intereses han sido diversos : amistad, estética, ganas de compartir un rato, devoción, compromiso, obligaciones e incluso, y lo digo sin vergüenza, he ido por cotillear, como lo ha hecho tanta gente que no se atreve a admitirlo. He estado presente en lo que me ha apetecido, independientemente del nivel de postureo que allí se diera, y también, otra admisión sin pudor, he asistido a lo que se me ha invitado, cosa que a veces ha sido motivo de crítica, porque la gente a la que no invitan tiene que desquitarse de alguna manera, y hasta cierto punto eso es también comprensible. Pienso que en las ciudades, hipócritas por naturaleza, la envidia tiñe de un color tan absurdo las versiones de lo personal, que los habitantes caracterizados por el ostracismo te intentan convencer de que desprecian las invitaciones que no les hacen, igual que deberías hacer tú. Jamás me ha gustado esa falsa dignidad que exhiben personas que encuentran cierta superioridad en el elemento  «de fuera», que te miran por encima del hombro por acudir a algo organizado o motivado por algún organismo o persona que no les parece de la suficiente calidad humana. La ciudad es un escaparate gigantesco, y hay que colocarse en el expositor, pero cada cual tiene su concepto del escaparate correcto en que debes lucirte. La misma gente que renegaba de cualquier aglomeración popular pasa a no perderse un viacrucis del chafarderismo, pasando de quejarse compulsivamente a convertirse en una molestia generadora de quejas.

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