Domingo, 14 de Septiembre de 2025

Mª Soledad Martín Turiño
Jueves, 12 de Junio de 2025
ZAMORANA

Romance entre Zamora y el Duero

Mª Soledad Martín Turiño

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Zamora es como una bella dama que siempre ha sido halagada por el Duero, su amante, el amigo fiel que le sirve de espejo para mirarse cada día, el que la observa embelesado mientras ella, altiva, reina en su atalaya. Sin embargo, Zamora es caprichosa, y a veces vuelve la espalda al rio para fijarse en el atractivo Valorio, un bosque que le proporciona la paz, la serenidad y el verdor que a veces la dama caprichosa reclama; y en ese momento el rio se enfurece, ruge, sale de su caudal y se irrita para llamar la atención de su amada y recuperar su favor.

 

Así ha sido desde siempre, y ni la bien cercada, ni el rio se sienten inseguros en un amor ancestral que no ha logrado separarlos pese a las murallas para contener el ímpetu del Duero que, en ocasiones, cuando su Zamora del alma estaba siendo cercada, aunque nunca rendida, ha querido salir de su lecho y correr a su encuentro por medio de una ola gigante de agua que atemorizara a sus enemigos, para proteger a su querida perla.

 

Muchos han sido los obstáculos, pero ciudad y rio, Zamora y Duero, forman una simbiosis perfecta; solo ahora que han llegado a una edad avanzada, la monotonía se ha adueñado de ellos; así que, de vez en cuando, ella le da celos para fortalecer la relación y el rio que es, como todos los hombres, celoso por naturaleza, sale de su aparente apatía para esgrimir las armas que en su día utilizó para conquistar la ciudad: baila con las isletas, permite que las aves se posen en sus aguas e incluso que la surque alguna vistosa canoa. Sabe que Valorio, por muy buen parque que sea, que lo es, carece de las argucias de viejo amante que conoce lo que le gusta a su amada. 

 

Valorio, por su parte, desde que la ciudad se fijó en sus encantos, se cuida más, protege la esbeltez de sus árboles, arregla sus senderos, y limpia el estanque porque ha descubierto el amor y se siente querido. Ahora ve con otros ojos a los niños jugando en los parques, y ya no le molesta su alboroto; languidece de ternura cuando contempla a alguna pareja de enamorados perderse por un sendero solitario, sonríe observando a los deportistas que lo eligen para correr, y se emociona con las personas mayores sentados en los bancos leyendo y disfrutando de su paz.

 

Todo eso hace el amor: despierta ilusión, ternura, celos, rabia… y cambia la vida de aquel que toca con su invisible dardo.

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