José Antonio Ávila López
Viernes, 13 de Junio de 2025
NOTAS DEL PENSAMIENTO

El hampa de antaño convertida en hidalgos ladrones

José Antonio Ávila López

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Cuando leí hace años una de las “Novelas Ejemplares” de Miguel de Cervantes titulada «Rinconete y Cortadillo», no pensé en el ingenio y la grandeza de la pluma de Cervantes, sino de cómo la condición humana parece inmutable con el paso de los siglos. Los personajes del hampa de la Sevilla del siglo XVI, imaginados y caricaturizados por Cervantes, constituidos en cofradía y reunidos en el patio de la casa de Monipodio, jefe de los ladrones, no tienen mucha diferencia con los imaginados en el siglo XX, por ejemplo, por Mario Puzo para «El Padrino». Los ladrones idealizados por Cervantes no sólo robaban para la cofradía sino que además prestaban su servicio a la comunidad para que los hidalgos cobardes pudieran vengar sus afrentas sin necesidad de mancharse las manos y de jugarse el pellejo. A tal fin, Monipodio llevaba oculto en su capa un libro donde figuraba la memoria de los encargos que habían de darse cada semana. Figuraban también en el libro los encargos más surrealistas que se puedan imaginar bajo el nombre de “agravios comunes”, agravios no tan violentos y macabros como los encargos de don Corleone, que al más pintado lo convertía en un colador descargándole el cargador de una metralleta de mano. La picaresca del Siglo del Oro sigue existiendo en nuestros días, aunque los personajes son más sofisticados y utilizan otros medios para robar y hacer sus tropelías. La cofradía de hoy es un club secreto y selecto, y el señor Monipodio tiene hoy cientos de caras y no se reúne con su gente en un patio sevillano, pues tiene una casa en cada uno de los paraísos fiscales que hay en el mundo y bufetes de abogados expertos en trapicheos y en algunas islas de mares remotos que no han de ser precisamente como la ínsula Barataria que gobernara Sancho Panza. En «Rinconete y Cortadillo», Monipodio hace negocios con el alguacil, un funcionario público que hacía la vista gorda con los delitos de la cofradía. Hoy, para nuestro mal, sigue habiendo funcionarios (que en nuestro caso son cargos políticos) que se están llevando muslos y contramuslos, a cambio de que otros roben con impunidad las gallinas de nuestro gallinero, por no hablar de los hidalgos cobardes de media Europa.

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