 
  ARTESANÍA
La pasión de un orfebre
    
   
	    
	
    
        
    
    
        
          
		
    
        			        			        			        
    
    
    
	
	
        
        
        			        			        			        
        
                
        
        Soy amigo desde antiguo de Vicente Vaquero, con el compartí desvelos y preocupaciones en alguna de las más intensas etapas de mi vida.
 
Desconocía su cualidad de gran artesano, siendo un marquetista genial e inspirado; sacando de una humilde madera un sinfín de emociones, de latidos que la propia tabilla no tiene y que él con su alma, le pone con su corazón.
 
En esta pequeña muestra, sintetiza su zamoranismo, henchido de pulcritud y cariño a nuestra tierra. Viriato, Peromato, el añillo de San Ildefonso, el motín de la trucha, un verdadero acerbo de saber zamorano interpretado y pleno de sensibilidad.
 
Todo ello con la humildad, y la humanidad rebosante del autor, persona sencilla, grande espíritu y de corazón.
 
Sirvan estas breves líneas para rendirle un pequeño, cálido y merecidísimo homenaje, con mi admiración sentida y mi agradecimiento más profundo.
 
Eugenio-Jesús de Ávila
        
        
    
       
            
    
        
        
	
    
                                                                                            	
                                        
                            
    
    
	
    
Soy amigo desde antiguo de Vicente Vaquero, con el compartí desvelos y preocupaciones en alguna de las más intensas etapas de mi vida.
Desconocía su cualidad de gran artesano, siendo un marquetista genial e inspirado; sacando de una humilde madera un sinfín de emociones, de latidos que la propia tabilla no tiene y que él con su alma, le pone con su corazón.
En esta pequeña muestra, sintetiza su zamoranismo, henchido de pulcritud y cariño a nuestra tierra. Viriato, Peromato, el añillo de San Ildefonso, el motín de la trucha, un verdadero acerbo de saber zamorano interpretado y pleno de sensibilidad.
Todo ello con la humildad, y la humanidad rebosante del autor, persona sencilla, grande espíritu y de corazón.
Sirvan estas breves líneas para rendirle un pequeño, cálido y merecidísimo homenaje, con mi admiración sentida y mi agradecimiento más profundo.
Eugenio-Jesús de Ávila



















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