COSAS MÍAS
Aún me queda la palabra para escribir sobre Zamora
Eugenio-Jesús de Ávila
Como he escrito en numerosas ocasiones me siento muy cansado…por dentro. Consiste en una sensación extraña, que te invita a la ansiedad, el desasosiego y el hastío. Hay algo que me exige no dejar de escribir sobre Zamora, de su caciquismo secular, el actual carece de la clase de la que gozaron sus antepasados; ahora lo representa gente vulgar, soez, estólida; de su progresía burguesa e hipócrita; del nepotismo que invade las instituciones públicas locales, del periodismo pacato, vulgar y cobista; de todo aquel fulano o mengana que consideran que Zamora está bien así, que no necesita más empresas, ni habitantes, de infraestructuras, ni cultura.
Yo tengo memoria, siempre subjetiva, y conozco la historia de mi ciudad y provincia, de la que fui protagonista tangencial, bien a través de la prensa, ya, durante seis años, como persona de confianza de un político honrado, con el que no coincidía en ideología. De hecho, un buen día, viniendo de viaja desde Madrid, me preguntó, como sorprendido: ¡ “Eugenio: por qué no te afiliaste al PSOE”! Lo miré y sonreí. Seguro, porque era muy inteligente, tanto como gran persona, que me comprendió.
Si hubiera sido un periodista al uso, vulgar, funcionario de cualquier redacción, pues hubiera escrito al dictado, fiel correa de transmisión de la Justicia, la Política, la Empresa y, en definitiva, del Poder. Pero, como desde muy niño, mostré rebeldía, tanto que volvía loco a mi señor padre, preguntándole, porque quería saberlo todo y los porqués de sus órdenes; ya adulto dispuse mi espíritu para la batalla, aunque he de reconocer que descubrí, en menos que se tarda en rezar un Padrenuestro, que el periodismo libre no existe, que la censura siempre acecha, hasta el punto que te conviertes, con el paso del tiempo, si quieres conservar el puesto, en tu propio censor.
Me sucedió en el engullido y jibarizado El Correo de Zamora, y en TVE, cuando se lio una buena merced a que invité a una entrevista al concejal toresano José Luis Antorrena, que solo fue allí, al estudio, para hablar en directo de las fiestas de San Agustín. Aquello ocurrió en agosto de 1989 o 1990. No lo recuerdo bien. Lo que quiero decir es que esta democracia posee un fondo de dictadura: censura, control férreo de los medios de comunicación por parte de los partidos, sanciones económicas, como retirada de publicidad institucional si tu línea editorial, artículos e informaciones no coinciden con la de la autoridad incompetente y fobias personales. Soy testigo de cargo y fui víctima de cuánto escribo.
De ahí que casi caí en la tentación de dejarlo todo y dedicarme a la prensa rosa, al suceso, al juicio morboso, al intercambio de informaciones con políticos y empresarios…Pero no nací para ser un correveidile de nadie, menos de políticos, gente sospechosa de nacimiento; ni soporto que un capitalista con periódico, radio o televisión me obligue a escribir o decir lo que le conviene a él y no al ciudadano.
Por lo tanto, aunque reciba críticas a mis artículos, como si son un “tostón”; gracias de algún rojeras de bolsillo, voy a seguir escribiendo, porque hay muchos lectores que me animan a no abandonar el campo de batalla. Sé que Zamora, como ciudad y provincia, está condenada a licuarse, al desierto demográfico, a la inactividad económica, salvo que se nos aparezca alguna Virgen –¿pero hubo alguna vez 11.000 vírgenes?- o un milagro evangélico.
Y no voy a analizar la deriva, caótica, de España hacia el colapso como nación, a la quiebra moral y económica, a la secesión, deseo del leninismo para tomar el poder e imponer su visión, su ingeniera social a las masas, porque en los regímenes totalitarios el individuo no existe. La revolución se nutre del caos. Cuando una sociedad vive sin grandes penurias económicas ni sociales, las izquierdas marxistas hibernan. El “oso” solo abandona su cueva cuando la sociedad se deprime económica y políticamente.
Zamora no es un caos, más bien da pena. La felonía política y la cobardía de su gente, más las grandes transformaciones tecnológicas y reconversiones del mercado han conducido a esta ciudad y la provincia al final de una forma de producir y de vivir diametralmente opuesto al que conocimos hasta solo hace unos años.
Como digo, me preocupa mi tierra y los jóvenes, porque espero muy poco más de los años que me queden por vivir. No creo que conozca una sociedad abierta, libre, sin caciques, donde nadie sea más que nadie y cada cual llegue donde se ha hecho acreedor por sus méritos, preparación y talento, sin nepotismo, ni cobistas. Pero seguiré pensando en Zamora, aunque reconozco que una causa perdida. No abandonaré el barco. Quizá un día las olas del mar me dejarán en una isla desierta en la que no existen periodistas comprados, o en venta, políticos malandrines, ni empresarios explotadores, ni vulgares caciques. Traduzco: seguiré escribiendo, aunque sea un tipo cansino, un tostón que se diría.
Desde mi jubilación, participo en la batalla por Zamora. Si mi pluma valiera tu pistola… pueblo rendido, acobardado.
Eugenio-Jesús de Ávila
Como he escrito en numerosas ocasiones me siento muy cansado…por dentro. Consiste en una sensación extraña, que te invita a la ansiedad, el desasosiego y el hastío. Hay algo que me exige no dejar de escribir sobre Zamora, de su caciquismo secular, el actual carece de la clase de la que gozaron sus antepasados; ahora lo representa gente vulgar, soez, estólida; de su progresía burguesa e hipócrita; del nepotismo que invade las instituciones públicas locales, del periodismo pacato, vulgar y cobista; de todo aquel fulano o mengana que consideran que Zamora está bien así, que no necesita más empresas, ni habitantes, de infraestructuras, ni cultura.
Yo tengo memoria, siempre subjetiva, y conozco la historia de mi ciudad y provincia, de la que fui protagonista tangencial, bien a través de la prensa, ya, durante seis años, como persona de confianza de un político honrado, con el que no coincidía en ideología. De hecho, un buen día, viniendo de viaja desde Madrid, me preguntó, como sorprendido: ¡ “Eugenio: por qué no te afiliaste al PSOE”! Lo miré y sonreí. Seguro, porque era muy inteligente, tanto como gran persona, que me comprendió.
Si hubiera sido un periodista al uso, vulgar, funcionario de cualquier redacción, pues hubiera escrito al dictado, fiel correa de transmisión de la Justicia, la Política, la Empresa y, en definitiva, del Poder. Pero, como desde muy niño, mostré rebeldía, tanto que volvía loco a mi señor padre, preguntándole, porque quería saberlo todo y los porqués de sus órdenes; ya adulto dispuse mi espíritu para la batalla, aunque he de reconocer que descubrí, en menos que se tarda en rezar un Padrenuestro, que el periodismo libre no existe, que la censura siempre acecha, hasta el punto que te conviertes, con el paso del tiempo, si quieres conservar el puesto, en tu propio censor.
Me sucedió en el engullido y jibarizado El Correo de Zamora, y en TVE, cuando se lio una buena merced a que invité a una entrevista al concejal toresano José Luis Antorrena, que solo fue allí, al estudio, para hablar en directo de las fiestas de San Agustín. Aquello ocurrió en agosto de 1989 o 1990. No lo recuerdo bien. Lo que quiero decir es que esta democracia posee un fondo de dictadura: censura, control férreo de los medios de comunicación por parte de los partidos, sanciones económicas, como retirada de publicidad institucional si tu línea editorial, artículos e informaciones no coinciden con la de la autoridad incompetente y fobias personales. Soy testigo de cargo y fui víctima de cuánto escribo.
De ahí que casi caí en la tentación de dejarlo todo y dedicarme a la prensa rosa, al suceso, al juicio morboso, al intercambio de informaciones con políticos y empresarios…Pero no nací para ser un correveidile de nadie, menos de políticos, gente sospechosa de nacimiento; ni soporto que un capitalista con periódico, radio o televisión me obligue a escribir o decir lo que le conviene a él y no al ciudadano.
Por lo tanto, aunque reciba críticas a mis artículos, como si son un “tostón”; gracias de algún rojeras de bolsillo, voy a seguir escribiendo, porque hay muchos lectores que me animan a no abandonar el campo de batalla. Sé que Zamora, como ciudad y provincia, está condenada a licuarse, al desierto demográfico, a la inactividad económica, salvo que se nos aparezca alguna Virgen –¿pero hubo alguna vez 11.000 vírgenes?- o un milagro evangélico.
Y no voy a analizar la deriva, caótica, de España hacia el colapso como nación, a la quiebra moral y económica, a la secesión, deseo del leninismo para tomar el poder e imponer su visión, su ingeniera social a las masas, porque en los regímenes totalitarios el individuo no existe. La revolución se nutre del caos. Cuando una sociedad vive sin grandes penurias económicas ni sociales, las izquierdas marxistas hibernan. El “oso” solo abandona su cueva cuando la sociedad se deprime económica y políticamente.
Zamora no es un caos, más bien da pena. La felonía política y la cobardía de su gente, más las grandes transformaciones tecnológicas y reconversiones del mercado han conducido a esta ciudad y la provincia al final de una forma de producir y de vivir diametralmente opuesto al que conocimos hasta solo hace unos años.
Como digo, me preocupa mi tierra y los jóvenes, porque espero muy poco más de los años que me queden por vivir. No creo que conozca una sociedad abierta, libre, sin caciques, donde nadie sea más que nadie y cada cual llegue donde se ha hecho acreedor por sus méritos, preparación y talento, sin nepotismo, ni cobistas. Pero seguiré pensando en Zamora, aunque reconozco que una causa perdida. No abandonaré el barco. Quizá un día las olas del mar me dejarán en una isla desierta en la que no existen periodistas comprados, o en venta, políticos malandrines, ni empresarios explotadores, ni vulgares caciques. Traduzco: seguiré escribiendo, aunque sea un tipo cansino, un tostón que se diría.
Desde mi jubilación, participo en la batalla por Zamora. Si mi pluma valiera tu pistola… pueblo rendido, acobardado.



















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