
TAUROMAQUIA
Falta de sensibilidad absoluta con Alberto Durán
La empresa no ha querido que ocupase el puesto en el cartel de San Pedro, conocida la baja, por cogida, de Marco Pérez
A nuestro torero, Alberto Durán, no hay dios que le guarde. Nunca podrá ser, el maestro de Villamor de los Escuderos, profeta en su tierra. No se lo han permitido los sucesivos empresarios de la Plaza Toros de Zamora desde que tomó la alternativa. No le dejan torear. Buscan que se aburra y se corte la coleta y que se dedique a otras labores.
No nos respeta nadie: ni el ministro de Transportes, un socialista que, para favorecer a su camarada de Vigo, suprime las paradas del AVE en Sanabria; ni tampoco en este asunto de la tauromaquia. Nuestro único torero no puede torear, ni gratis, en la corrida de la Feria de la capital de su provincia. No hay nada qué hacer. Incluso se supone que Alberto Durán atraería a mucha más afición que el sustituto de Marco Pérez, cogido por un toro, Manuel Diosleguarde. No se conoce quién es este diestro, pero la empresa ha creído a bien colocarlo en el cartel de San Pedro. No ha habido sensibilidad hacia la afición zamorana, hacia el propio Durán. Ni es la gran fiesta de Zamora nos regalan nada.
Podrán hacerse muchos arreglos al coso taurino, darle otro aspecto más moderno, pero se olvidan de lo principal: dar cancha, cuando se pueda, al torero de la tierra. Sucede que Alberto Durán, hombre de La Guareña, por tanto, serio, recto, incorruptible, debe ser poco simpático. El maestro de Villamor de los Escuderos -¡qué bello nombre para una localidad zamorana! – no es un cobista, un pelota, para ser más grosero. De ahí que se le haya condenado siempre al ostracismo.
He leído mucho a mi amigo Paco Cañamero, uno de los grandes críticos taurinos de España, charro, y de sus textos me he hecho una imagen de los toros en España parecida a la que tengo de los políticos. Ni una palabra más. ¡Qué Dios le guarde!
Eugenio-Jesús de Ávila
A nuestro torero, Alberto Durán, no hay dios que le guarde. Nunca podrá ser, el maestro de Villamor de los Escuderos, profeta en su tierra. No se lo han permitido los sucesivos empresarios de la Plaza Toros de Zamora desde que tomó la alternativa. No le dejan torear. Buscan que se aburra y se corte la coleta y que se dedique a otras labores.
No nos respeta nadie: ni el ministro de Transportes, un socialista que, para favorecer a su camarada de Vigo, suprime las paradas del AVE en Sanabria; ni tampoco en este asunto de la tauromaquia. Nuestro único torero no puede torear, ni gratis, en la corrida de la Feria de la capital de su provincia. No hay nada qué hacer. Incluso se supone que Alberto Durán atraería a mucha más afición que el sustituto de Marco Pérez, cogido por un toro, Manuel Diosleguarde. No se conoce quién es este diestro, pero la empresa ha creído a bien colocarlo en el cartel de San Pedro. No ha habido sensibilidad hacia la afición zamorana, hacia el propio Durán. Ni es la gran fiesta de Zamora nos regalan nada.
Podrán hacerse muchos arreglos al coso taurino, darle otro aspecto más moderno, pero se olvidan de lo principal: dar cancha, cuando se pueda, al torero de la tierra. Sucede que Alberto Durán, hombre de La Guareña, por tanto, serio, recto, incorruptible, debe ser poco simpático. El maestro de Villamor de los Escuderos -¡qué bello nombre para una localidad zamorana! – no es un cobista, un pelota, para ser más grosero. De ahí que se le haya condenado siempre al ostracismo.
He leído mucho a mi amigo Paco Cañamero, uno de los grandes críticos taurinos de España, charro, y de sus textos me he hecho una imagen de los toros en España parecida a la que tengo de los políticos. Ni una palabra más. ¡Qué Dios le guarde!
Eugenio-Jesús de Ávila
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