
SAN PEDRO 2025
Festival de Flamenco San Pedro 2025
Como una dama al estilo de las que pintaba Julio Romero de Torres: pelo negro azabache, ojos profundos y oscuros, rostro bello y serio, elegante de porte, figura menuda y fina y dotada de una voz potente y clara que llegaba a lo más profundo del alma. Así se presentó en el escenario de la plaza de la Catedral de Zamora Esperanza Garrido, una joven cantante de flamenco que conquistó a los espectadores desde el primer minuto. Seguirillas, tarantos, fandanguillos, todos los estilos salieron de su boca con elegancia y precisión. La acompañó a la guitarra un joven talento con gran dominio.
A continuación, fue Vanesa Aibar y su grupo donde mezclaron el cante, el baile, el contorsionismo y la pasión. Mucha pasión y rabia, una rabia que dejaba traslucir el drama del verdadero flamenco jondo en el que se respira tragedia, dolor y muerte. Un flamenco de mala leche, diría yo. El público captó el mensaje de este novedoso grupo que supo, como Esperanza, complacer a los presentes, a un público zamorano que, como se sabe, entiende y exige.
Y por último Los Voluble, una actuación muy recomendada y de sabias referencias, pero, creo que la organización se equivocó. Los Voluble llegaron al festival de Zamora fuera de contexto. No encajaba ni con la filosofía del festival flamenco, al que avalan 53 años de experiencia, ni con el público, sorprendido y molesto desde el primer instante. Algunos creyeron, cuando comenzó el ruido, RUIDO, SÍ, no era música, era un ruido estridente, que habría algún contacto o avería en la instalación del sonido, e ingenuo, esperaba pacientemente a que lo arreglaran; pero enseguida se dio cuenta de que el ruido iba a ser “la música” de su actuación. Además de esto, una pantalla iba vomitando imágenes retrospectivas donde se veía a Aznar, al Papa Voitila, al papa Francisco, escenas de guerras, de discursos políticos, del genocidio de Gaza, etcétera. Cientos de imágenes de las que vemos a diario en televisión y de las que hemos visto en años anteriores. Ese fue el espectáculo. Un desastre, el público comenzó a marcharse. Y con mucha razón. Lo siento mucho, pero ni la dirección del Principal ni del ayuntamiento acertaron con este grupo.
Algunos, en su defensa, dijeron que era una crítica social muy cruda e interesante, incluso que se fueron por razones políticas, porque comenzaron las imágenes de GAZA. No, nada de esto, señores; porque el público fue a ver y escuchar flamenco y no otra cosa. Los Voluble, tal vez lo peten en un gran concierto en el desierto como hemos visto recientemente en la película SIRAT, donde la gente bebe, baila y lo que sea…porque en realidad, ni se enterarían de nada. Los que estuvimos allí, sí sabíamos de qué iba la cosa y no nos gustó.
CONCHA PELAYO
Como una dama al estilo de las que pintaba Julio Romero de Torres: pelo negro azabache, ojos profundos y oscuros, rostro bello y serio, elegante de porte, figura menuda y fina y dotada de una voz potente y clara que llegaba a lo más profundo del alma. Así se presentó en el escenario de la plaza de la Catedral de Zamora Esperanza Garrido, una joven cantante de flamenco que conquistó a los espectadores desde el primer minuto. Seguirillas, tarantos, fandanguillos, todos los estilos salieron de su boca con elegancia y precisión. La acompañó a la guitarra un joven talento con gran dominio.
A continuación, fue Vanesa Aibar y su grupo donde mezclaron el cante, el baile, el contorsionismo y la pasión. Mucha pasión y rabia, una rabia que dejaba traslucir el drama del verdadero flamenco jondo en el que se respira tragedia, dolor y muerte. Un flamenco de mala leche, diría yo. El público captó el mensaje de este novedoso grupo que supo, como Esperanza, complacer a los presentes, a un público zamorano que, como se sabe, entiende y exige.
Y por último Los Voluble, una actuación muy recomendada y de sabias referencias, pero, creo que la organización se equivocó. Los Voluble llegaron al festival de Zamora fuera de contexto. No encajaba ni con la filosofía del festival flamenco, al que avalan 53 años de experiencia, ni con el público, sorprendido y molesto desde el primer instante. Algunos creyeron, cuando comenzó el ruido, RUIDO, SÍ, no era música, era un ruido estridente, que habría algún contacto o avería en la instalación del sonido, e ingenuo, esperaba pacientemente a que lo arreglaran; pero enseguida se dio cuenta de que el ruido iba a ser “la música” de su actuación. Además de esto, una pantalla iba vomitando imágenes retrospectivas donde se veía a Aznar, al Papa Voitila, al papa Francisco, escenas de guerras, de discursos políticos, del genocidio de Gaza, etcétera. Cientos de imágenes de las que vemos a diario en televisión y de las que hemos visto en años anteriores. Ese fue el espectáculo. Un desastre, el público comenzó a marcharse. Y con mucha razón. Lo siento mucho, pero ni la dirección del Principal ni del ayuntamiento acertaron con este grupo.
Algunos, en su defensa, dijeron que era una crítica social muy cruda e interesante, incluso que se fueron por razones políticas, porque comenzaron las imágenes de GAZA. No, nada de esto, señores; porque el público fue a ver y escuchar flamenco y no otra cosa. Los Voluble, tal vez lo peten en un gran concierto en el desierto como hemos visto recientemente en la película SIRAT, donde la gente bebe, baila y lo que sea…porque en realidad, ni se enterarían de nada. Los que estuvimos allí, sí sabíamos de qué iba la cosa y no nos gustó.
CONCHA PELAYO
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