Eugenio-Jesús de Ávila
Martes, 01 de Julio de 2025
COSAS DE DE LA BIEN CERCADA

Conformismo y apatía

Eugenio-Jesús de Ávila

 

El conformismo y la apatía son dos de las señas de identidad del alma zamorana. El vecino que vive en nuestra ciudad, además de esas dos maneras de sentir, añade una más, grotesca, pusilánime, mezcla de envidia y mediocridad: criticar las ideas de la institución o ciudadano que las ofrezca para transformar nuestra sociedad, el urbanismo de Zamora y el marco estético actual. Lo ideal para esta masa disconforme consiste en no hablar ni escribir sobre ninguna cuita que afecte a nuestra ciudad, como si Cronos lo fuese a solucionar todo. Estas personas forman parte del tejido asocial zamorano, nunca podrán ser ciudadanos.

 

El vulgo acude a cafeterías, bares y restaurantes para disfrutar de viandas y pasar un buen rato con sus amigos, amigas, amantes o familia. La conversación preferida suele ser la de la política, el cotilleo y la crítica a todo lo que se mueve. Paradoja: el zamorano se divierte mientras celebra la vida; gusta criticar, pero sin dar la cara; le encanta la calumnia, pero jamás luchará por transformar nuestra sociedad, ni la estética de Zamora, ni proponer ideas y proyectos. Aquí siempre se ha perseguido el talento y la diferencia. En esta tierra, se premia con títulos como Hijo Predilecto de Zamora a personajes que falsificaron firmas en talones; se festeja a los canallas, se celebra el fracaso ajeno más que el éxito propio. Caín nació cerca del Duero.

 

Solo exijo a los políticos honradez e ideas. En Zamora, hubo casos de deshonra que la Justicia dejó sin sanción: Caso Zamora, y antes la compra de un voto, o fueron dos, el 1 de agosto de 1987, cuando el PP pudo haber perdido la Diputación. No pasa nada. Después, menos de una década después, fuimos noticia nacional con el mal llamado Caso Zamora. En fin.

 

Guarido es un alcalde honrado. Sin duda. Como también lo fue Rosa Valdeón, aunque no todos sus ediles.  Guarido tiene una idea: le encanta dejar exenta la muralla de casas para después restaurarla. Este verbo debería conjugarlo el Ministerio de Cultura  -ya ha presentado un plan y valorado esas primeras obras-, propietario del recinto medieval de la Ciudad del Romancero. Nuestra única alcaldesa será recordada por el renacer de más de veinte templos románicos. Guarido quiere serlo por remozar el patrimonio monumental defensivo de Zamora y supongo que por la creación de infraestructuras urbanas y de deporte.

 

Ahora bien, esta ciudad, como vengo escribiendo en numerosas ocasiones, proponiendo ideas, criticando situaciones, también hay que maquillarla, porque su epidermis, lo que se ve, se va ajando, arrugando, deteriorando. He mostrado mi insatisfacción con el estado de algunas plazas, secarrales inhóspitos, como la de la Constitución; de la Plaza Mayor, la más fea de España, con un proyecto que se quedó en algún cajón de la Casa de las Panaderas, que data del primer mandato de Andrés Luis Calvo, el único regidor que mostró interés por decorar y modernizar esa ágora, pero no se atrevió a lidiar ese toro urbanístico, y  de lo que un servidor, si fuera alcalde, haría en las plazas de Sagasta, Alemania, Maestro, muy mejorada con sus árboles y jardines; San Gil, que me gustaría ver con su iglesia al aire libre. No me adentré en la zona noble de la ciudad, que merecería un capítulo aparte.

 

 

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